
Pensaba cómo recordar a Lázaro Pérez Agramonte este miércoles 7 de abril, al cumplirse 16 años de su desaparición física, porque al destacado receptor caibarienense le he dedicado varios trabajos en las ediciones digital e impresa de nuestro periódico.
En ocasiones las cosas que escribimos a los aludidos «les entra por un oído y les sale por el otro » o «se hacen los suecos », o «prefieren no hacerle swing a la bola ».

Digo esto porque el 7 de abril de 2017 publicamos aquí un trabajo con el título: «Lázaro merece un lugar entre los inmortales », que parece haber sido escrito ayer, pues sobre lo que planteamos nunca recibimos respuesta.
Voy a refrescar algunas ideas sobre el tema. Planteamos entonces que nos parecía inconcebible que la figura del oriundo de la Villa Blanca, uno de los más sobresalientes enmascarados de los primeros 15 años del periodo revolucionario, no hubiera sido exaltada en una de las gigantografías que se han levantado en el estadio Augusto César Sandino en reconocimiento a los grandes peloteros villaclareños.
Expliqué que cuando comenzó a hacerse todo este proceso, me pidieron una relación con mis candidatos de los que deberían ser inmortalizados en el cuartel general de los anaranjados y al ver su nombre entre mis proposiciones me señalaron que Lázaro no entraba en esa selección porque no se tomaban en cuenta los casos de jugadores fallecidos. ¡Vaya!, como si todos algún día no fuéramos a ser víctimas de ese accidente irremediable de la vida que es la muerte.
Estelares como Lázaro ya fallecidos tienen un lugar en los estadios de sus territorios: Manuel Alarcón Reina, el Cobrero; José Antonio Huelga Ordaz, el Héroe de Cartagena, y Eulogio Owen Blandino, el Gallo de Cabaiguán, por mencionar algunos ejemplos.
Resulta contradictorio e imperdonable que ahora que se ha querido bautizar al «Villa Clara » con el nombre de Azucareros, no se haya tomado en cuenta a Lázaro, quien constituye, junto a su coterráneo Silvio Montejo Boffill, el binomio más emblemático entre todos los jugadores de nuestra provincia que lucieron el traje de los carmelitas, en aquel entonces representantes de la antigua Las Villas.
De los exaltados en el Sandino, solo Pedro Jova y Albertico Martínez vistieron el uniforme de los Azucareros.
Les reitero algunos momentos sobresalientes en la trayectoria de Lázaro que ya he abordado en otros trabajos. Junto a Antonio Muñoz, el Gigante del Escambray, es uno de los dos peloteros que en más oportunidades integraron el elenco Azucareros: diez.
Es el único jugador en el país que atesora siete títulos nacionales, sin contar selectivas, superligas y copas Revolución. Fue el primer pelotero villaclareño en proclamarse campeón nacional, al formar parte del conjunto Occidentales, monarca de la serie fundacional, en 1962.
También, el primero que disparó un jonrón como emergente en los clásicos beisboleros organizados en el país en el periodo revolucionario y el último de los pioneros de la primera serie nacional de nuestra provincia que se retiró.
Además, intervino en seis citas del orbe, cuatro Juegos Panamericanos y dos Juegos Centroamericanos y del Caribe.
Estos datos no dejan margen a las dudas que colocar su gigantofrafía en el estadio Augusto César Sandino, en Santa Clara, es saldar una deuda de gratitud con ese maestro de la receptoría que fue Lázaro Pérez Agramonte.