
Cuarenta y cinco años se cumplieron el pasado 25 de mayo de 1980 del epílogo de la 6ta Serie Selectiva de Béisbol, en la cual el conjunto de Pinar del Río conquistó el segundo de sus seis cetros en el clásico élite –y sí que merecía ese calificativo- de la pelota cubana.
Un torneo histórico, pues fue la primera justa en que un bateador rebasó los 400 de average en los certámenes beisboleros efectuados en nuestro archipiélago, después de 1962.
En la temporada de 1974-1975 Fermín Cirilo Laffita Pelipiche (1946-1999) le había picado cerca a la astronómica cifra. Solo cuatro puntos le faltaron al desaparecido jardinero central para redondear el guarismo, al liderar a los bateadores con 396 de average, vistiendo el traje de Cafetaleros.
La hazaña ocurriría un quinquenio más tarde, cuando en la mencionada selectiva de 1980, el cienfueguero Héctor Olivera González luciendo la franela de Las Villas, terminó al frente de los bateadores con 459 de average, debido a los 67 inatrapables que disparó en 146 turnos oficiales al bate.
Fue tan despiadado su ataque que el segundo hombre en la lista de los primeros bateadores, el pinareño Rogelio García González, con 370, quedó a 89 puntos del nacido en Cruces el 30 de septiembre de 1953.
Olivera, quien había registrado un juego perfecto contra Honduras en el Campeonato Mundial Juvenil de Maracaibo-1970, debutó en la pelota grande como lanzador del conjunto Azucareros que se tituló en la XI Serie Nacional (1972), al imponerse en un memorable play off al equipo de Mineros.
El sureño apenas trabajó una entrada en esa contienda, en la que toleró dos inatrapables y una carrera limpia, para un elevado promedio de efectividad de 9.00 carreras limpias por juego y no se apuntó vez al bate.
Luego, cuando el brazo comenzó a inflamársele y las molestias no cedían, por sugerencia de ese libro abierto del béisbol cubano que fue Pedrito Pérez Delgado, jugó los jardines y la inicial, pero la defensa no era su punto fuerte, lo que mejor hacía en el béisbol era batear.
Por eso, le vino de perilla el surgimiento del bateador designado, llegando a formar junto a Antonio Nicolás Muñoz Hernández y Pedro José Rodríguez Jiménez (Cheíto), la trilogía más temida de su época, bautizada por el genial Bobby Salamanca como “la trituradora naranja”.
En un campeonato tan fuerte como eran las selectivas, Olivera, pese a ser uno de los corredores más lentos del béisbol cubano, se erigió en el primer hombre en computar sobre los 400 en el periodo revolucionario.
Esa impresionante ofensiva le abrió un espacio en el equipo Cuba que intervino en el campeonato mundial efectuado en Japón (1980) y posteriormente volvió a integrar la selección criolla en la Copa Intercontinental de Edmonton, 1981.
La primacía de Olivera permaneció intocable hasta que en la II Copa Revolución (1997), el capitalino Javier Méndez González compiló 462 en un torneo de 30 desafíos, mientras que el cienfueguero registró su primacía en una cita de 60 encuentros.
Poco tiempo después, en la campaña de 2003-2004, con 90 partidos para cada plantel, el tunero Osmani Urrutia Ramírez, archivó un astronómico average de 469.
Pero en la campaña de 2015-2016, tras abandonar la selección de los Tigres de Ciego de Ávila, el 8 de febrero de 2016, después de terminada la Serie del Caribe, en la que fue escogido como el segunda base del Todos Estrellas, Yulieski Gourriel Castillo, quien solo había jugado 24 partidos en el campeonato nacional, contempló desde el exterior como sus 500 (174-87) de average quedaban registrados como récord de bateo para una temporada cubana, sobre esto tengo mis discrepancias, que una vez expuse en esta página y volveré sobre el tema.