Las arrugas de La Villa de los Laureles

En La Villa de los Laureles prima la experiencia por encima de la juventud. Es Placetas el segundo municipio más envejecido de Cuba.

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Casa de abuelos
(Foto: Tomada de Internet)
Haylem Barroso Lamela (estudiante de Periodismo)
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14 Febrero 2018

Mi visita fue relativamente corta. No supe ni que me llevó a ese lugar, quizás un poco de nostalgia o de añoranza que ya llevaba muy dentro desde hací­a varios años. Se me quedaron mirando como quien reconoce a un extraño en la puerta de su casa, y es que esa  también era su casa.

Por un momento quedé dudosa, no supe qué decirles: yo, realmente, era la extraña. La Villa de los Laureles  no se detiene en el tiempo, pero muchos de los que hoy caminan sus calles no conocen que se encuentran en una ciudad donde prima la experiencia por encima de la juventud; tampoco saben que el lugar donde hoy viven es el segundo municipio más envejecido de Cuba. Tal vez ahí­ esté el porqué de mi visita a la Casa de Abuelos de Placetas.

No pude distinguir muy bien desde la puerta la emoción que se guardaban unas cuantas mesas de dominó. El tiempo no ha pasado sin dejar huellas y en muchos de esos rostros que me miraban se podí­an ver los recuerdos en sus pupilas, las arrugas que lo decí­an todo, los pasos cansados y las manos como apretando fuerte.

Para Yaniel Garcí­a Gallardo, joven de 23 años  y administrador del local, no resulta fácil el trabajo en la casa de abuelos ubicada en la Carretera de Zulueta, en el Consejo Popular Pujol- Los Chinos. Cuando habla de ellos lo hace con esa mezcla agradable, entre comprensión y ternura, y con esa mirada perdida en el fondo de su segunda casa. «Hay que saber entenderlos porque su estado de ánimo es muy variable; es difí­cil pero me gusta ».

La casa de abuelos de Placetas cuenta actualmente con 40 capacidades, de las cuales 34 ancianos de edades oscilantes entre 75 y 85 años, residen diariamente, en un horario de 7:30 de la mañana hasta las cinco de la tarde.

El arte de convivir se muestra todo el dí­a. En la mañana, cuando llega su profe del INDER para los ejercicios matutinos, o en el almuerzo, donde se sientan juntos y olvidan los dí­gitos de sus edades. Al llegar los encargados del cine disfrutan las pelí­culas que más les gustan, celebran los cumpleaños juntos y las fechas más importantes, y hasta cuando arriba la tarde, en la espera del hijo, el sobrino o el nieto, conviven de manera única.

A Jorge Rodrí­guez, uno de los abuelos del centro, le gusta el ambiente del lugar y me dice entusiasmado que todos son como familia allí­. Al igual que él, otros abuelos ven en esta «casa » el lugar perfecto para encontrar un amigo de su edad, para sentirse vivo, único, presente. Así­ lo percibí­ en mi visita, y sobre todo, me sirvió para hacer que olvidara mi juventud y empezara a pensar más en aquellos que necesitan de nuestros abrazos y de nuestros pies.

Y aunque cada mañana el despertar en mi ciudad parezca cosa inadvertida, ahora la Casa de Abuelos no es más un lugar común, ni ese pequeño espacio para los ancianitos que no se pueden quedar solos en casa. Este lugar es un rincón lleno de sentimientos y pasiones que hacen de la vida de los que  necesitan más, una oportunidad de sentirse amado, porque las arrugas en un rostro, significan la belleza de los años.

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