
Su madre soñaba con ser guardabosques y desde pequeña le inculcó el gusto por los hábitats naturales. «A mí no me gustan el sol y la sal, yo disfruto del río y el monte », asegura Haydée González Pombal, quien lo mismo lleva un esteto al cuello que una saca al hombro e irrumpe con ellos tanto en el Hospital Provincial Arnaldo Milián Castro, donde labora como clínica, o en el recóndito medio subterráneo de Villa Clara, en el que se desempeña cual espeleóloga.
«En el hospital las personas se asombran enormemente y me preguntan extrañados: ¿Tú te metes en cuevas? », confiesa y ríe al recordar cuánto de las artes y persuasión femeninas tuvo que emplear para que su esposo, vinculado a la Espeleología desde que era un adolescente, la iniciara en el mundo de las cavernas.
Aventurera, hiperactiva y excelente comunicadora, Haydée preside el Grupo Espeleológico Candil, uno de los cinco que laboran en la provincia en aras de estudiar y documentar los escenarios más profundos.
Conceptualizando una afición
«La Espeleología es la ciencia que estudia el medio subterráneo y todo su entorno afín; en pos de investigar, cartografiar y catalogar todo tipo de descubrimientos. Es este el objetivo de la Sociedad Espeleológica de Cuba », define.
Y más que una ciencia aislada.constituye un compendio de ramas que se combinan a la hora de examinar los terrenos cársticos. Intervienen la Geología, la Hidrología, la Climatología, la Geografía, la Biología, la Paleontología, la Informática, la Física y la Química, las cuales explican una serie de procesos que ocurren en las rocas.
«En el mundo existen espeleólogos profesionales, en inglés se les nombra los professional caver (cueveros), que trabajan vinculados a proyectos e investigaciones de centros de estudio y universidades que nos requieren para intervenir en cavidades subterráneas ».

Son los que van delante abriendo el camino, explorando, haciendo instalaciones, garantizando que los científicos puedan obrar seguros y en óptimas condiciones.
«Pero aquí en Cuba la mayor parte de los miembros de la Sociedad Espeleológica somos aficionados y cada grupo desarrolla las pesquisas de acuerdo con sus inclinaciones dentro de los campos de estudio de la Espeleología: la Bioespeleología, el Espeleosocorro, la Espeleología histórica, que es la que más disfruto, entre otras », afirma.
«Aunque no poseemos formación académica, a muchos espeleólogos, por su conocimiento y profesionalidad empírica, se les reconoce como expertos en determinadas áreas. También hay quienes no tienen formación en determinados ámbitos de la ciencia, pero son excelentes instaladores y exploradores extremadamente útiles ».
Mochila al hombro…
La duración de las expediciones depende de las posibilidades del grupo, el tiempo del que se disponga, y el acceso que tengaeste al lugar en el que va a trabajar, asevera la espeleóloga.
«Hay quienes investigan en zonas de muy fácil acceso que con montarse en una bicicleta tienen, otros parajes requieren de más logística. Mayormente, los grupos aprovechan los feriados del mes de julio o coordinan para sacar sus vacaciones.
«Como regla, si un grupo va a salir se le comunica al presidente del comité provincial en qué lugar se estará trabajando, cuándo se va y cuándo se regresa, quiénes integrarán la comitiva; una garantía de seguridad si ocurre algún problema y se requieren labores de espeleosocorro.
«En zonas despobladas acampamos en condiciones de campaña, en otros sitios ya tenemos contacto con habitantes de la zona que nos sirven de guías, nos brindan su techo para pernoctar, cobija y comida. A ellos, todo el agradecimiento del mundo ».
Dosis saludable de miedo
La Espeleología constituye una actividad de alto perfil: preparación física, fuerza, resistencia; un nivel de entrenamiento que permita dominar las técnicas de progresión horizontal y vertical, entre otras, devienen armas imprescindibles para quienes se aventuran. «Y lo más importante, seguridad, confianza, conocimiento de ti mismo y saber hasta dónde puedes llegar », declara Haydée.
«La Espeleología no es para salir con los pies por delante, tener un accidente o lesiones permanentes. Las cuevas son altamente complejas, hay que saber autocuidarse. La temeridad está totalmente fuera, es una imprudencia, es preferible contar con una dosis saludable de miedo. Yo soy mujer, no tengo una gran preparación física y aun así me atrevo en lugares complejos usando la técnica, la maña que se desarrolla con el tiempo y la experiencia. Entrenamos en paredes verticales, en la loma del Capiro, colgándonos de puentes y chocando con la naturaleza para adquirir habilidades ».
--- ¿Cuáles son los peligros más frecuentes?
---Nos enfrentamos a los riesgos propios de la morfología de las cavidades; no es lo mismo una cueva ancha y amplia que una estrechita, agreste, con un pasaje angosto en que si no tienes visión y habilidad te quedas trabado.

«Por igual encontramos otros problemas como el desprendimiento de rocas, resbalar, caernos y golpearnos; inundaciones bruscas que pueden ocurrir con cielos despejados, pues las cuevas muchas veces forman parte de sistemas de drenaje de aguas de todo un macizo que puede tener kilómetros de extensión.
«Nos afectan, además, las variables climatológicas, nos podemos enfrentar a temperaturas frías en una cueva húmeda y sufrir una hipotermia; o a temperaturas elevadas que provoquen golpes de calor en cavidades donde la sensación térmica es superior a los 40 grados ».
Hablando como médico, puntualiza: «La humedad relativa en las cuevas es casi cercana al 100 por ciento, y eso dificulta mucho la transpiración natural del cuerpo. Cuando nuestro sistema natural de refrigeración falla se puede incluso entrar en shock ».
Además, aunque en Cuba, por suerte, no tenemos animales venenosos, se pueden adquirir enfermedades en el medio subterráneo, la más famosa es la histoplasmosis, proveniente de un hongo que se desarrolla en el guano del murciélago.
«Si la persona tiene un sistema inmunológico competente se pasa como un catarro, de una forma bastante benigna; pero en inmunodeficientes puede mostrar formas y manifestaciones más crudas con un cuadro parecido al de una neumonía con fiebre, distrés respiratorio, e incluso shock séptico, fallo renal y coagulopatía ».
Endorfinas a full
«La Espeleología es una actividad adictiva. Las situaciones de estrés y la actividad física generan endorfinas que son la droga más fuerte que existe », declara, y los ojos adquieren un tono de «dependencia » y compulsión.
Cuenta que en una ocasión sufrió una estrepitosa caída de más de tres metros en una cueva con entrada vertical, lo que acentuó su miedo a las alturas. «Cada vez que me pongo un arnés me enfrento con pánico a la salida del borde, pero me impongo, me doy fuerzas, respiro y después que estoy colgando en la cuerda, sufro una metamorfosis.
«En la Espeleología tienes que poner los cinco sentidos en lo que estás haciendo y te da la posibilidad de desconectarte totalmente de todo lo otro que dejaste fuera. No puedes estar en una cueva pensando que el gas se acabó o tienes que comprar ladrillos para construir, porque esa es la fórmula segura de un accidente ».
«Además, nos vemos inmersos en un medio tan sui generis y con bellezas naturales y simplicidades tan peculiares y únicas, que olvidamos la sociedad tan agitada y agobiante que nos consume. La Espeleología brinda un escape muy sano, independientemente de los riesgos. Una vez que te enamora, no la puedes soltar ».
En Villa Clara son ocho las féminas que se vinculan a la Espeleología, enfrentándose a varios desafíos. «Las mujeres tenemos la presión social, la física y la mental. Tenemos más tendencia a pensar en los hijos y en la familia, ya que solemos llevar la carga mayor en el cuidado del hogar. Puede que no sea bien visto que una mujer sea espeleóloga, pues hay quien lo tiene como actividad de hombres.
«También es indudable el reto de la carga física. Somos menos fuertes que los hombres, y que no venga ninguna feminista a decirme lo contrario; aunque ser más pequeñas, livianas y flexibles nos permite irrumpir en sitios demasiado ceñidos para la morfología masculina ». En esos momentos, sus poco más de metro y medio de altura le saben a gloria.
Como médico tiene una obligación inherente con el espeleosocorro, porque hay muy pocos profesionales de la salud que sean espeleólogos y puedan ser útiles en la acción de prestar auxilio urgente; mas Haydée lo disfruta, ama lo que hace, no teme encontrar una rana, adornar sus cabellos con desprendimientos de estalactitas o tener las rodillas y los codos magullados.
«Me divierto, me siento útil y realizada física, mental y profesionalmente, al unir la Medicina y la Espeleología en pos de la ciencia », confiesa.