Inédito Primero de Mayo

No fuimos a la Plaza, la Plaza del Che estuvo en casa: no tan cuantiosa, ni colorida, ni bulliciosa; no tan extensa, no aglomerada, más bien arrebujada; dibujados árboles y palmas en paredes; traspuestos fuentes, mármoles y bronces en puertas y ventanas.

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Primero de Mayo
(Foto: Carlos Rodríguez Torres)
Mercedes Rodríguez García
Mercedes Rodrí­guez Garcí­a
3226
01 Mayo 2020

Qué desfile tan especial de banderitas blanquiazules y rojinegras pegadas en los muebles; de diminutos carteles dando vivas a Cuba guindando de una esquina a la otra del tejado. Y como ayer, y antes de ayer, música, pelí­culas, juegos digitales. Y pasa un dí­a, y pasa otro, y llega este   viernes de peculiar alboroto.  

¡Vamos a jugar, mamá! … A la rueda-rueda de pan y canela, dame un besito y vete pa' la escuela… ¡Ah, qué ganas tengo de volver a la escuela! ¿Cuándo será de nuevo?

¡Inédito Primero de Mayo!

(Ilustración: Alfreddo Martirena)
(Ilustración: Alfreddo Martirena)

Por primera vez en tantos revolucionarios años no fuimos a la Plaza. La Plaza estuvo en casa. En el tapete y las toallas ondulando en el cordel del traspatio, acompañados ahora de cuadraditos de tela con pares de tiritas a cada lado, especie de antifaces para proteger la vida.

Léeme un poco, papá, mi hermana nunca tiene tiempo, siempre anda enrollada con la laptop, la cama y las almohadas.

No, chico, tranquilo, ella duerme, está cansada, trabaja por las noches, de madrugada, como la tí­a enfermera y el primo panadero.

Y sí­, ¡seguro!, despertará ahorita, y saldrá del cuarto envuelta en cadenetas y estrellas, como si fuera un hada proletaria; o mambisa, como Marí­a Silvia, la de Elpidio; o la Maga Maguí­sima, o Granito de Canela o la traviesa Nené de nuestro Apóstol. Y nos dará su canto, y nos dará su risa para compensar la angustia de todos estos dí­as.

¡Inédito Primero de Mayo!

Festiva congregación de corazones chateando en los portales, en los balcones, por donde mismo suenan aplausos que vuelan por las noches, a las nueve, y recorren la isla y atraviesan los mares hacia naciones donde curan y ayudan los compatriotas de las batas blancas.

No fuimos a la Plaza, la Plaza estuvo en casa. Era la cocina, saturada de olores cotidianos; la sala sin visitas; la mesa puesta, precaria de carnes y ensaladas; el agua fresca almacenada en los cubos, o cayendo tibia desde el tanque a la ducha; el escaparate intocable del abuelo y la abuela, que los queremos y cuidamos mucho…

No fuimos a la Plaza. La Plaza del Che, de Santa Clara. La Plaza estuvo en casa, rinconcito de paz y de resguardo. Es verdad, Guevara, un tantico cansados del encierro, del beso y del abrazo prorrogados, de esta convivencia a distancia por salvar y salvarnos.

¡Inédito Primero de Mayo!

Nunca la fecha tuvo tan grandes desafí­os.

 

 

 

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