Marta Abreu en el corazón de Santa Clara

Marta Abreu habita en el corazón de los santaclareños, quienes se sienten orgullosos de que su patria chica lleve su nombre, junto al del Comandante Ernesto Guevara: la Ciudad de Marta y el Che.

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Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
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13 Noviembre 2022
Estatua de Marta Abreu en el Parque Vidal de Santa Clara.
Estatua de Marta Abreu en el parque Vidal de Santa Clara. (Foto: Carolina Vilches Monzón)

¿Dónde está el espí­ritu de Marta Abreu, la dama que puso toda su fortuna a favor de la patria y su adorada Santa Clara?

Para muchos, Marta de los íngeles Abreu Arencibia, nacida el 13 de noviembre de 1845, está convertida en bronce en esa majestuosa escultura situada en el parque Vidal, con su mirada hacia el coliseo que construyó para los pobres de la ciudad.

Para otros, vive en sus obras, esas que aún perduran y nos hacen saber de su bondad infinita y su alma caritativa y dadivosa: el teatro La Caridad, los lavaderos públicos, el asilo de ancianos, la planta eléctrica, el obelisco a los padres Juan de Conyedo y Hurtado de Mendoza, las escuelas para niños pobres, la estación meteorológica...

También la encontramos en la mayor institución académica de Villa Clara, la querida Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas, que se honra con su nombre, y ahora a las puertas de su aniversario 70 de fundada.

Es que está en tantos lugares… porque decir Marta es decir Santa Clara y decir Cuba; su patriotismo rebasó las fronteras de su ciudad y su isla, y fue la mujer que mayores donaciones de dinero hizo a la causa de la independencia.

Pero, sobre todo, Marta Abreu habita en el corazón de los santaclareños, quienes se sienten orgullosos de que su patria chica, la cosmopolita y sin mar, lleve su nombre, junto al del Comandante Ernesto Guevara: la Ciudad de Marta y el Che.

Sus contemporáneos la describí­an con unos hermosos ojos verdes y un gran temperamento. Amó a sus padres con la devoción de una hija buena, y en homenaje a ambos fundó las escuelas Pedro Nolasco para niños pobres y Santa Rosalí­a para las niñas.

Marta Abreu y Luis Estévez.
Marta Abreu y Luis Estévez. (Fotos: Tomadas del periódico Trabajadores y Ecured)

No obstante, no tuvo reparos para enfrentar a sus padres y casarse con el amor de su vida, el abogado matancero Luis Estévez Romero, a quienes sus progenitores rechazaban por su origen más humilde. La boda, efectuada el 6 de mayo de 1874, se celebró sin la presencia de sus ellos, y solo el nacimiento de su hijo Pedro, al siguiente año, vino a reconciliar a la familia.

De un viaje a Suiza trajo la idea de construir lavaderos públicos para las mujeres pobres de su ciudad y mandó a construir cuatro: dos en las márgenes del rí­o Bélico y los otros dos en las riberas del Cubanicay.

El 15 de julio de 1886, en ocasión de conmemorarse el aniversario 197 de la fundación de Santa Clara, tuvo la inspiración de erigir el primero de los monumentos enclavados en la entonces Plaza de Armas, hoy parque Leoncio Vidal:  un obelisco dedicado a la memoria de Juan Martí­n de Conyedo y Francisco Hurtado de Mendoza. Fue construido en Filadelfia, con granito de Boston en color gris, y honra a dos hombres que mucho hicieron por la educación y la salud de la otrora villa.

Estación de Ferrocarril de Santa Clara en el año 1900.
Estación de Ferrocarril de Santa Clara en una imagen del año 1900 aproximadamente. (Foto: Tomada de Internet)

En 1894, doña Marta construyó y habilitó una estación meteorológica, de las más avanzadas de la época, para ser operada por el prestigioso meteorólogo villaclareño Julio Jover Anido.

El 28 de febrero de 1895 inauguró la planta eléctrica y la estación de ferrocarril, y al dí­a siguiente, el dispensario para niños pobres nombrado El Amparo, que suministraba atención médica y medicamentos gratuitos para los infantes.

Asilo para ancianos de la calle San Miguel, en Santa Clara.
Asilo para ancianos de la calle San Miguel, en Santa Clara. (Foto: Centro Provincial de Patrimonio de Villa Clara)
Lavadero público en la calle Nazareno, en Santa Clara.
Lavadero público en la calle Nazareno, en Santa Clara. (Foto: Tomada de Internet)
Colegio San Pedro Nolasco.
Colegio San Pedro Nolasco. (Fotos: Centro Provincial de Patrimonio de Villa Clara)
Colegio Santa Rosalí­a.
Colegio Santa Rosalí­a. (Fotos: Centro Provincial de Patrimonio de Villa Clara)
El Amparo, dispensario para niños pobres, en Santa Clara.
El Amparo, dispensario para niños pobres, en Santa Clara. (Foto: Centro Provincial de Patrimonio de Villa Clara)
Planta Eléctrica donada por Marta Abreu a la ciudad de Santa Clara.
Planta Eléctrica donada por Marta Abreu a la ciudad de Santa Clara.    (Foto: Centro Provincial de Patrimonio de Villa Clara)

En 1899 le obsequió los instrumentos a la banda de música del Cuerpo de Bomberos; ello, además de prestigiarla, ofrecí­a la posibilidad de utilizarlos en actividades que permití­an incrementar los ingresos para su sustento.

Contribuyó a las reformas que se hicieron en la iglesia del Buen Viaje y en la de Encrucijada.

Pero, sin duda alguna, su obra cumbre fue el teatro La Caridad, inaugurado el 8 de septiembre de 1885, y convertido en la principal institución cultural de Santa Clara y la provincia.

Teatro la Caridad, de Santa Clara, en 1885.
Teatro La Caridad en 1885. (Foto: Centro Provincial de Patrimonio de Villa Clara)

Marta fue una dama toda bondad y, también, la patriota inma ­culada que rechazó el tí­tulo nobiliario de condesa de Villaclara que le quisieron conceder  en 1895 las autoridades españolas.

Fue, además, la cubana que, desde el exilio en Parí­s, hizo los mayores aportes monetarios para la independencia de Cuba: «Dejadme. Mi última peseta es para la Revolución. Y si hace falta más y se acaba el dinero, venderé mis propiedades, y si se acaban también, mis prendas irán a la casa de venta, y si todo eso fuera poco, nos irí­amos nosotros a pedir limosnas para ello y vivirí­amos felices, porque lo harí­amos por la libertad de Cuba ».

Marta Abreu.
Marta de los íngeles Abreu Arencibia.   (Foto: Tomada de Juventud Rebelde)

Máximo Gómez ponderó sus virtudes patrióticas  cuando en visita a Santa Clara, el 13 de febrero de 1898, expresó: «No saben ustedes, los villareños, los cubanos todos, cuál es el verdadero valor de esta señora. Si se sometiera a una deliberación en el Ejército Libertador el grado que a dama tan generosa habrí­a de corresponder, yo me atrevo a afirmar que no hubiera sido difí­cil se le asignara el mismo grado que yo ostento ».

Acompañó a su esposo en su condición de vicepresidente de la República durante el gobierno de Tomás Estrada Palma, y al renunciar Luis Estévez al cargo, regresó a Parí­s, donde falleció el 2 de enero de 1909 a consecuencia de complicaciones derivadas de una operación de apendicitis. Tení­a, apenas, 63 años cumplidos.


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El 20 de febrero de 1920, los restos mortales de Marta y Luis, quien se quitara la vida un mes después de la muerte de su idolatrada esposa, llegaron a Cuba a bordo del vapor Flandres. Desde entonces, ambos descansan en la tumba de la familia Abreu Arencibia, en la necrópolis de Colón.

Esa fue Marta, y mucho más que lo que estas pocas lí­neas pueden recoger de su paso por el mundo. Evocarla en el aniversario 177 de su natalicio es un deber de cubano, de villaclareño y, sobre todo, de santaclareño. Recordar sus obras, su altruismo, su pasión y amor por la patria y el terruño natal, nos es necesario, pues alimenta el espí­ritu y fortalece sentimientos y convicciones.

Hablar de Marta es importante, pero aún lo es más, ser como Marta. A eso aspiramos.

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