
El viernes 5 de agosto de 2022, una descarga eléctrica impactó en el techo del tanque 52 de la base de supertanqueros de Matanzas, y el corazón de Cuba dejó de latir. Veintiséis mil metros cúbicos de crudo nacional ardían irremediablemente mientras el fuego se resistía al agua como si el mismísimo Hades lo hubiese creado. Un día después, el comando n.o 3 del Cuerpo de Bomberos de Villa Clara partió hacia la occidental provincia.
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« ¡Nos quedamos, control! ¡Nos quedamos! »![]() |
La garganta cerrada y reseca; las lágrimas silenciosas en los rostros impasibles y serios; el inevitable sudor frío en el cuerpo; el intenso calor generado por un incendio de proporciones descomunales; la conversación en declive y el panorama desolador. Así recuerda Pedro Enrique Valdés Curbeira su llegada a la Atenas de Cuba.
Con solo 19 años y siendo soldado del Servicio Militar Activo, Pedrito porta en su pecho la medalla «Por la valentía durante el servicio », y rememora los momentos vividos durante la contención del siniestro con la voz entrecortada y la mirada alerta.
«Al terminar mi turno en el muro de contención y regresar al comando, los muchachos me decían: “ ¡Estás rojo!â€, y cuando miré mi uniforme, vi que humeaba de tanto vapor. En el tercer día de labor se les prohibió a los soldados trabajar en la primera línea; sin embargo, mis compañeros del comando n.o 3 sí partieron hacia el lugar del desastre. Esa noche estuve despierto, nervioso y caminando de un lugar a otro hasta que vi llegar a El Pavo ».
El mítico camión cisterna AC 502, la joya de la estación de la calle Gloria o El Pavo, como se le conoce en todo el país, estuvo ahí, «en la caliente », desde el primer momento.
Jorge Michel González Valera, uno de los operadores del vehículo, fue el responsable de transportar a los bomberos al lugar del siniestro y suministrarles las sustancias extintoras. También portador de una medalla por el valor demostrado, recuerda una experiencia en particular.
«Durante una de las jornadas de trabajo, explotó una tubería agregada que abastecía la termoeléctrica Antonio Guiteras, y El Pavo estaba muy cerca del lugar. Le dije al teniente coronel Ernesto Lima Guerra: “ ¡Jefe, vamos a salvar el carro!†y, sin dudarlo, me respondió: “Vamos†».
Cuando las llamas muestran su innegable poder, algunos plantan cara y, a riesgo de su propia vida, pelean. «Los dos corrimos frente al fuego con tal de salvar el auto cisterna. Lo hicimos porque lo sentimos nuestro y lo cuidamos como tal ».

Existen dolores sin consuelo, penas que el tiempo no cura y tristezas que ameritan el acompañamiento respetuoso y solemne. Así lo explica el teniente Frank Jesús González Rodríguez, que, con apenas 27 años, ha consolado, con amabilidad y templanza, a personas heridas de gravedad en lamentables incendios.
Mantenerse estable frente a quienes viven el peor momento de su vida requiere mucha entereza. Apoyar a aquellos que esperan una buena noticia, que ansían el final del desastre y temen por las consecuencias constituye, además de un deber, un acto de humanidad.
Lo expresa con una convicción envidiable y lo demuestra a diario como jefe de carro del comando n.o 3 de Santa Clara. El teniente Jesús Pérez ívalos usó por primera vez traje y casco siendo muy joven, y, desde hace más de una década, esa riesgosa y noble labor forma parte inseparable de su vida. «Si volviese a nacer, escogería la misma profesión. Ser bombero es mi vida ».
Si bien durante algún tiempo las funciones del Cuerpo de Bomberos solo se asociaban con la extinción de incendios, con los años, a las memorables cruzadas contra el fuego se han incorporado otras misiones en las que protagonizan búsquedas, rescates y salvamentos tras derrumbes, accidentes, ciclones u otras catástrofes.
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El operador Raydel Díaz Ortega descubrió la importancia de su faena en los meses más complicados de enfrentamiento a la pandemia de COVID-19 mientras desinfectaba las calles de la provincia con el agua de su camión y transportaba, además del líquido, seguridad y esperanza.
«Por desgracia, trabajamos con los infortunios de las personas. La sensibilidad es fundamental. Nos ven rudos, pero también somos impresionables y susceptibles ». El mayor Modesto íngel Pérez tiene más de 30 años de servicio y ha venerado esta idea durante toda su trayectoria en el Cuerpo de Bomberos de Cuba.
Cuando el 13 de noviembre de 1696 los vecinos de la próspera villa Gloriosa Santa Clara organizaron la primera formación de bomberos voluntarios, la composición del órgano difería bastante de la actual. En aquel entonces, eran esclavos quienes extinguían las llamas. Hoy, a quienes combaten incendios se les llama héroes, por su temperamento corajudo y su tenacidad innata, pero también por su inagotable compromiso.