Carlos Alejandro Rodrí­guez Martínez
Carlos A. Rodrí­guez Martí­nez
3502
08 Diciembre 2015

En cierta medida el rey Juan Carlos, exmonarca de España, le debió su corona a una joven sagí¼era: en 1933 Alfonso de Borbón y Battemberg, prí­ncipe de Asturias y heredero del trono, renunció al reinado español por el amor de Edelmira Sampedro y Robato, de la villa de Sagua la Grande ¹.

Grabado de Sagua la Grande de 1841.Sagua la Grande. Vista tomada desde el desembarcadero (1841). (Grabado de Federico Mialhe)

En contra de la voluntad de la realeza el primogénito de Alfonso XIII se rindió ante la cubana, prima menor del ensayista Jorge Mañach e hija de una familia plebeya que poseí­a un palacete ecléctico en la Villa del Undoso.

Entonces aquella ciudad habí­a lucido su máximo esplendor. Las aguas del rí­o Undoso y las fértiles tierras de la llanura boscosa atrajeron desde la primera mitad del siglo XIX a los productores de azúcar del occidente cubano y a otros magnates extranjeros, que la convirtieron, junto con su puerto Isabela de Sagua, en un notable centro comercial de la Isla.

El asentamiento habí­a nacido oficialmente en la ribera del rí­o cuando don Juan Caballero, veterano de la batalla de Trafalgar en las Guerras Napoleónicas, tuvo el instinto de fundación. En el año de 1812 la primera iglesia aseguró la congregación de las almas en El Embarcadero, más tarde Villa de la Inmaculada Concepción de Sagua la Grande.

Sagua la Máxima

El centro histórico de la ciudad que ahora cumple 203 años fue declarado Monumento Nacional en 2011, como reconocimiento a una urbe que aúna historia, hitos arquitectónicos y personajes ilustres.

Iglesia Parroquial de Sagua la Grande.La iglesia parroquial de Sagua la Grande (al fondo) cierra la perspectiva de la calle Padre Varela. (Foto: Carolina Vilches Monzón)

Un breve repaso por los anales de la villa de Sagua la Grande la revela como centro de primicias: «(...) le cabe el honor de ser la única ciudad de Cuba con un alcantarillado construido a mediados del siglo XIX » ²; fue la primera que fabricó un buque de vapor, cuya botadura aconteció en 1849; y según el poeta y ensayista Cintio Vitier Sagua tuvo «(...) el primer gran cielo estrellado de nuestra poesí­a y el primer diálogo del hombre con las estrellas » ³, aparecido en el poema La Ilusión (1853) de Francisco Pobeda y Armenteros.

Parque de la Independencia.Paisaje urbano alrededor del Parque de la Independencia, sitio fundacional de la villa de la Inmaculada Concepción de Sagua la Grande. (Foto: Carolina Vilches Monzón)

La tierra sagí¼era, acaso bendecida por las aguas del rí­o Undoso, también fue pródiga en hijos célebres. A ella pertenecen Wifredo Lam, el más universal de los pintores cubanos; Ramón Solí­s, el mejor flautista del mundo en su tiempo; y Joaquí­n Albarrán, uno de los padres de la urologí­a moderna y posible ganador del premio Nobel de medicina, si no hubiera muerto prematuramente en 1912.

Allí­ nacieron Jorge Mañach, notable ensayista, autor de Indagación del choteo; Rodrigo Prats, artí­fice del teatro lí­rico cubano; el músico Antonio Machí­n, uno de los más grandes intérpretes de Cuba; el compositor, director y violinista de fama mundial Enrique González Mántici; y el escritor Enrique Labrador Ruiz, reinventor de la narrativa cubana del siglo XX.Puente El Triunfo.Puente de El Triunfo sobre el rí­o Sagua la Grande, el más largo de la vertiente norte de Cuba. (Foto: Carolina Vilches Monzón)

Por otra parte, a Sagua también llegaron alguna vez, cumpliendo una invitación, la poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda, los escritores Federico Garcí­a Lorca y Gabriela Mistral; la periodista española Eva Canel; la divina Sarah Bernhardt, una de las mejores actrices de todos los tiempos; y el grabador francés Federico Mialhe, autor de una hermosa litografí­a del puerto fluvial de Sagua en 1841.

En esa misma década aquella tierra también fue alabada por el poeta romántico Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, a quien se le adjudica en medio de algunas discusiones la autorí­a del epí­teto de undoso (ondeante) concedido al rí­o Sagua, el más largo de la vertiente norte de Cuba.

Sin acercarnos a agotar la lista extensa de sucesos ni de hijos ilustres de la Villa del Undoso, debemos consignar finalmente que Sagua fue la patria accidental de Peter Henry Emerson, pionero de la fotografí­a artí­stica mundial; y la última estancia del pintor romántico Juan Jorge Peoli.

Viaje a la villa

Postal de la estación de ferrocarril.Estación de ferrocarril de Sagua la Grande (1884) en una postal de principios del siglo XX.

Hoy apenas se adentra el visitante en la ciudad de Sagua la Grande y percibe el linaje arquitectónico de un imperio caí­do del siglo XIX, aun cuando la desidia y el tiempo tornan decadente el paisaje. La Estación Ferroviaria, piedra estilizada que evoca el dominio español en Cuba; el Royal Bank of Canada; la iglesia parroquial, considerada por el profesor cubano Joaquí­n Weiss el mejor exponente de los templos neoclásicos del interior de la Isla; el Casino Español y el Palacio Arenas Armiñán, crean al paso la sensación de andar un tiempo que nos antecede.

Detalle decorativo de una fachada sagí¼era.Los vampiros y hombres lobos acechan sobre las puertas de las casas sagí¼eras. (Foto: Maykel González Vivero)En las calles del centro histórico persiste un ámbito decimonónico: el morador habitual no pasa inadvertido, hay en él un orgullo inmanente por el espacio que habita; el visitante atento podrá reconocer las señas de un tiempo en que Sagua la Grande se constituyó como un gran emporio azucarero, ferroviario y portuario, y ese progreso determinó los cauces de la vida común.

Las casas, palacetes y mansiones sagí¼eras dan fe de la dedicación de sus pobladores de antaño. Hay en las rejas variadí­simas, en los parteluces, en los guardapolvos, en los guardacantones... señales de una prosapia muy particular. Lobos y vampiros abundan entre una fauna mitológica que amenaza desde algunas portadas; otorgan un misterio que toda ciudad, dichosa de poseer, debe conservar.

El tiempo a orillas del Undoso adquiere con las campanadas de iglesia parroquial un sentido más sonoro que inexorable. Estas campanas que avisan al caminante «suenan hondo como una cuerda de guitarra; atropelladas como en alarma; optimistas o fúnebres; netas a veces, y a veces como si estuvieran gloriosamente rotas »â´, escribió Mañach.

Desde su fundación la villa habí­a atraí­do a estudiosos y viajeros que la incluyeron en sus libros y memorias: a la ciudad y al paisaje natural dedicaron tiempo de sus jornadas Don Jacobo de la Pezuela, Samuel Hazard, Charles Berchon, Sherwood Anderson, John Wurdermann, Joaquí­n Weiss y Esteban Pichardo. Jorge Mañach la rebautizó como Sagua la Máxima, otros la llamaron la llaman la Magna. Eva Canel la distinguió como la ciudad más limpia entre cuantas habí­a visitado en Cuba.

Escultura de Joaquí­n Albarrán.La escultura de Joaquí­n Albarrán, inaugurada en vida del célebre sagí¼ero, se debe al escultor cubano José Vilalta Saavedra. (Foto: Carolina Vilches Monzón)

Del rí­o Undoso, que antaño mereció el elogio de poetas y cronistas, el erudito español Ramón de la Sagra escribirí­a: «Nada diré de la belleza del rí­o de Sagua, cuyo curso tortuoso parece creado para variar los puntos de vista y multiplicar más y más las agradables sorpresas »âµ.

Aunque abundan en todas partes, uno de los más bellos elogios dedicados a la villa hoy ciudad se debe al escritor mambí­ Ramón Roa. Orgulloso de su cuna, el patriota cubano llegó a asegurar una vez que Sagua la Grande era «la más amada y encantadora de las villas, incluyendo sus cayos adyacentes »â¶.

 NOTAS:

¹ La renuncia de Alfonso de Borbón y Battemberg solo fue el primero de muchos hechos que determinaron el ascenso de Juan Carlos al trono, en 1975.

²Juan de las Cuevas Toraya: Quinientos años de construcciones en Cuba. D. V. Chaví­n, Servicios Gráficos y Editoriales, Madrid, p.135.

³ Cintio Vitier: Lo cubano en la poesí­a. Edición definitiva, Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1998, pp. 114-115.

⁴ Jorge Mañach Robato: Glosario. Ricardo Veloso (Ed.), La Habana, 1925, p. 66.

⁵ Ramón de La Sagra: Historia fí­sica, económico-polí­tica, intelectual y moral de la Isla de Cuba. Relación del último viaje del autor. Librerí­a de L. Hachette, Parí­s, 1861, p. 214.

⁶ Ramón Roa: Con la pluma y el machete. Tomo III. Edición auspiciada por el Ministerio de Educación, La Habana, 1950, p. 255.

 

Comentar