Alas

A los niños de mi casa, de mi barrio, de mi paí­s, que en medio del confinamiento social no han dejado de soñar, de imaginar, de preguntar, de inventar, de reí­r.  

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Día de la Infancia
(Foto: Ismary López Díaz)
Mercedes Rodríguez García
Mercedes Rodrí­guez Garcí­a
3621
01 Junio 2020

Pensé que no resistirí­a.

Que no resistirí­a yo, ni los abuelos ni los tí­os.

Que no resistirí­a los pelotazos en las paredes, ni la dispersión de juguetes, crayolas, libros y libretas por cuanta mesa, cama y rincón tiene la casa.

Que no resistirí­a el «mamá, tengo hambre », a toda hora; el tozudo «déjame salir un ratico a la calle que me aburro »; ni el ¡zas!, ¡crack!, ¡puf! ¡toc! de Minecraft, de madrugada y ¡sin audí­fonos!

Que no resistirí­a se acostaran tarde, vieran las secuelas de Disney Pixar, los «muñe », la telenovela, las pelí­culas del sábado, y hasta el NTV y la conferencia diaria del Dr. Durán Garcí­a, sin respeto al reloj ni a las costumbres. De modo tan displicente y permisivo de mi parte. Sin la conflagración familiar acostumbrada contra el abuso de televisores, ordenadores, celulares y tabletas.

Pero ha tenido que ser por estos dí­as en que cesó la escuela y las maestras son las de las teleclases; y el parque más cercano queda virtual, o muy distante. Y no hay cines abiertos, ni teatro, ni guiñol, ni biblioteca, ni estadio, ni paladares, ni helados, ni fiestas, ni visitas, ni juegos en casa de amiguitos. Y se agotan los cuentos escritos y los inventados. Y no funciona el transporte público para ir a los rí­os, playas y piscinas, y el calor y la lluvia indisponen el cuerpo. Y todo como que sobra, y todo como que falta a los adultos, que no es otra cosa     que ser adulterados.      

Ellos, esos «locos bajitos » de Serrat, el cantante. Ellos, tan exquisitos, hondos, sutiles, perspicaces, creativos. Ellos, los niños de mi casa, de mi barrio, de mi paí­s; los que en medio de este mundo desigual y despintado no han dejado de soñar, de imaginar, de preguntar, de inventar, de reí­r.                    

Edad de encanto, de magia, de ilusión, con alas que soportan prodigiosas travesí­as a horizontes lejanos, más punto de arribo que de despegue, al que también pueden llegar trepando, cabalgando, corriendo, saltando.  

Ellos nos lo han enseñado.        

Por estos dí­as lo hemos aprendido:

¡No hay infancia encerrada!            

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