Comandante de la esperanza

«Fidel es un paí­s. Nos hizo grande como nación desde la pequeñez de nuestra geografí­a. Nos guió a la libertad como pueblo y nos hizo fuertes en la unidad». 

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
(Foto: Archivo)
Marelys Concepción Dí­az
2617
14 Agosto 2020

«Hay hombres que sintetizan pueblos, que son su savia y su voz, sus sueños y sus anhelos, su imagen y su espí­ritu.

«Fidel es un paí­s. Nos hizo grande como nación desde la pequeñez de nuestra geografí­a. Nos guió a la libertad como pueblo y nos hizo fuertes en la unidad. Nos enseñó a vencer y nunca ponernos de rodillas; a ser prudentes en el éxito y firmes ante la adversidad. Nos mostró el valor de los principios y el enorme sentido de la solidaridad y la dignidad.

«Ahí­ está lo gigante de su figura, al prever todos los escenarios y saber actuar de acuerdo con las circunstancias », confesó tiempo atrás a Vanguardia el director del programa radio televisivo Mesa Redonda, para quien conocer al Comandante en Jefe fue un privilegio; «acompañarle en varias tareas por algunos años, todo un reto; aprender de sus enseñanzas, un permanente desafí­o ».

Asegura Randy Alonso, en reciente crónica publicada en El Artemiseño, que si algo aprendió bien de él «es que a los combates, de cualquier tipo, se va con la moral alta y la convicción de victoria… y que al enemigo nunca se le da la espalda ».

¡Cambio!, aceptaba Fidel, pero en los Estados Unidos. Cuba cambió hace rato y seguirá su rumbo dialéctico.

Ante las ansias de anexión del imperio voraz y anexionista según lo describió Martí­, la nave de la Revolución sigue su curso imperturbable. Bajo el fuego enemigo, el socialismo cubano nunca ha dejado de trabajar por su perfeccionamiento. El paí­s está en constante ebullición, llamado  a «cambiar todo lo que debe ser cambiado », como nos convocó el lí­der de la Revolución cubana.

Se impone transformar el enfoque burocrático y rí­gido en la solución de los problemas que a diario nos agobian; subordinar las consignas a las acciones que propicien el progreso.

También, desterrar la visión autocomplaciente para que la crí­tica sustituya los aplausos inmerecidos. Y, a su vez, lograr que el trabajo readquiera entre nosotros su verdadero valor e incentive la producción alimentaria en nuestros campos, de modo que esta no quede oculta tras las malas hierbas.

(Ilustración: Linares)

Hemos de cambiar cuanto haga vulnerable y limite la justicia y la libertad conquistadas por este pueblo, que con Fidel de faro y guí­a ha logrado transformarse en poco más de medio siglo en una nación independiente, respetada por su coraje y altruismo.

«Su gran dimensión humana y su extraordinaria humildad, su verticalidad y honestidad sin lí­mites, sus acendrados valores éticos, el sentido antiimperialista y emancipador de todo su gesta, resalta Randy, lo enaltecen para siempre ante los pueblos ».

Quienes lo estigmatizan y deseaban su muerte no comprendí­an que Fidel ya no era solo Fidel, sino su pueblo. «Su gran desafí­o fue el tiempo. Siempre vivió a contrarreloj. Dormí­a poco. Una vida no le alcanzaba para lo tanto pensado y por hacer. Hablaba del tiempo fí­sico, del filosófico, del real. Más de una vez el término está en sus reflexiones. Y el tiempo le agotó sus fuerzas aquel 25 de noviembre, cuatro años atrás.

«Pero, como los seres humanos excepcionales, pudo domarlo con la enormidad de sus ideas. Ellas le trascienden y se multiplican.  Fidel renace cada 13 de agosto, cada 26 de julio, cada 2 de diciembre. Renace en cada médico, en cada cientí­fico, en cada trabajador. Fidel renace en su pueblo, irredento y batallador », escribió Alonso Falcón, reconocido periodista, quien compartió intensas jornadas junto al lí­der revolucionario.

Ahora, como un soldado de la palabra con sus proverbiales lecciones continuará aportándonos sus experiencias para librar la crucial batalla frente al imperio, que ha arreciado su bloqueo económico contra la Isla.

«Lo mejor es que lo tenemos ahí­, alertándonos, enseñándonos, afirma Randy. Muchas generaciones lo recuerdan con admiración y respeto, y sus enemigos nunca han desistido de condenarlo por «haberse negado a agachar la cabeza ante los poderosos, haberse mantenido consecuente con sus principios y creer que otro mundo, menos cruel, es posible ».

Soldado de las ideas, Comandante de la esperanza: en la misma trinchera, junto a Usted, los cubanos ¡Seguimos en combate!

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