«La historia me absolverá »: ideario vivo de la Revolución

A 67 años de que Fidel pronunciara el alegato de autodefensa tras los sucesos del 26 de julio de 1953, sus idean siguen siendo guí­a en las transformaciones revolucionarias a favor del pueblo cubano.

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Imágenes de Fidel Castro y José Martí.
«¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!», expresó Fidel en su autodefensa. (Fotos: Tomada de Internet)
Hebert Obregón Expósito (estudiante de Periodismo)
1990
17 Octubre 2020

«Las ideas no se matan » Estas fueron las palabras del teniente de la dictadura batistiana Pedro Sarrí­a Tartabull cuando sus hombres disparaban constantemente al bohí­o santiaguero donde se encontraba oculto el lí­der revolucionario de la gesta del Moncada.

Luego de que esta frase le salvara la vida, el 16 de octubre de 1953 Fidel Castro Ruz comparecí­a ante un tribunal por los sucesos del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. Lo que no esperaba la dictadura era que aquel joven de tan solo 27 años se alzara con todo el orgullo de la nación cubana y denunciara los crí­menes del régimen de Fulgencio Batista.

En la sala de estudios de las alumnas de enfermerí­a del entonces hospital civil Saturnino Lora, de Santiago de Cuba fue constituido el Tribunal de Urgencia, con la presencia de tres magistrados y un fiscal, para presidir la Causa 37 de 1953, en la que fueron acusadas 141 personas algunas ajenas a los sucesos y finalmente sentenciadas 31.

Aquella mañana del 16 de octubre, apenas habí­a entrado en la sala, el joven Fidel se alzó con el derecho a la autodefensa. Con el espí­ritu de los 61compañeros caí­dos a raí­z de los asaltos y de la posterior represión batistiana, convirtió el podio de los acusados en una tribuna para denunciar cada crimen, tortura y asesinato. Demostró en todo momento el carácter espurio del régimen de Fulgencio Batista, y se hizo heredero de lo mejor de nuestro acervo patriótico y revolucionario.

El joven abogado procedente de una familia rural de clase media-alta acomodada, se colocó al lado de aquellos que sufrí­an todas las desdichas: el pueblo, que, «si de lucha se trata », abarcaba una larga lista de desposeí­dos, que personificó, entre otros, en «los 600 000 cubanos sin empleo »; «los 500 000 obreros del campo que habitan en bohí­os; los 400 000 obreros industriales y braceros cuyos retiros, todos, están desfalcados, cuyas conquistas les están arrebatando », «los 100 000 agricultores pequeños, que viven y mueren trabajando una tierra que no es suya », «los 20 000 pequeños comerciantes abrumados de deudas », «los 30 000 maestros y profesores tan abnegados, sacrificados y necesarios al destino mejor de las futuras generaciones y que tan mal se les trata y se les paga », «los 10 000 profesionales jóvenes: médicos, ingenieros, abogados, veterinarios, pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores, etcétera, que salen de las aulas con sus tí­tulos deseosos de lucha y llenos de esperanza para encontrarse en un callejón sin salida ».  Sobre ellos, concluyó: « ¡Ese es el pueblo, el que sufre todas las desdichas y es por tanto capaz de pelear con todo el coraje! »

Ante el tribunal expuso los principales problemas de la época: la tierra, la industrialización, la vivienda, el desempleo, la educación y la salud del pueblo, y pretendió avizorar las conquistas de las libertades públicas y la democracia polí­tica.

Problemas que pretendí­a solucionar los jóvenes que en honor al centenario del Apóstol José Martí­, asaltaron las fortalezas militares de Santiago de Cuba y Bayamo.

La historia me absolverá, frase final pronunciada por Fidel en el juicio, es el tí­tulo con el que se conoce el alegato que sigue siendo el programa de lucha de nuestro pueblo. Hasta los dí­as de hoy, su esencia  acrisola en nuestra conciencia los conceptos fundamentales de la Revolución.

A 67 años de su histórica autodefensa, Fidel que desde ese momento quedó injertado en las venas de cada cubano es guí­a e ideario de un pueblo que no renuncia a todo cuanto ha logrado, con el sagrado precio de la sangre de aquellos jóvenes de la Generación del Centenario y de los que les  unieron para hacer que el Apóstol de la libertad de Cuba viviera siempre, como quiso Fidel, en el alma de la Patria.

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