La sinonimia la da la vida misma; se trata de cambio, progreso, futuro, desafíos, creación, oportunidades. Ser jóvenes es vivir para impulsar, para no ponerles ancla a los sueños, para no olvidar y, al mismo tiempo, para no permitir que otros olviden.
Los desafíos globales impuestos por el nuevo contexto han sesgado el futuro. La pandemia del nuevo coronavirus, el cambio climático, la política nacional e internacional median la cotidianidad de una juventud que, paso a paso, se supera a sí misma con la voluntad de salir airosa y con muchas historias por contar.
Pero la palabra juventud no solo debe conjugarse en futuro. Los jóvenes estamos entre los principales agentes de cambio en la sociedad y el progreso, con incidencia manifiesta en el desarrollo económico de la nación. El qué seremos mañana depende de lo que seamos capaces de ofrecer hoy, de nuestra capacidad para aprender y educarnos en todos los aspectos.
Si se pretende hablar sobre el rol de los jóvenes cubanos hoy, no pueden dejar de mencionarse las innumerables tareas de impacto en las que se han involucrado. La UJC se ha encaminado de tal forma que más de 305 contingentes a lo largo del país responden a distintas actividades de los sectores productivos y de la Salud.
Para nuestros estudiantes de Medicina no hay en el tintero más que palabras de gratitud. Para aquellos que menosprecian la pesquisa y ya no se acuerdan tanto de los primeros miedos cuando en marzo del 2020 se les dio esta tarea a miles de ellos, venga el puñetazo febril de nuestras batas blancas que han aguantado los embates del virus. Martí quizás no sabía que también escribía para los de ese calibre cuando dijo: « ¡Ellos son! ¡Ellos son! Ellos me dicen / que mi furor colérico suspenda, / y me enseñan sus pechos traspasados, / y sus heridas con amor bendicen, / y sus cuerpos estrechan abrazados (…) ».

Pero allí han estado, y no solo los futuros doctores, enfermeros, técnicos… Jóvenes de todas partes, incluso, aquellos que no están vinculados a la educación superior o a entidades laborales. Allí se les ve, de mensajeros, activistas, organizadores, en centros de aislamiento, conteniendo el aire, salvándonos de a poco donde podría escribirse mucho.
Pero no todo ha sido coronavirus. El caso específico de la producción de alimentos, prioridad para los cubanos en estos momentos, los ha visto en organopónicos, trabajando de la mano del Ministerio de la Agricultura, en huertas, parcelas, la zafra azucarera, en centros de elaboración y en pequeñas industrias: la movilización ha sido contundente.
La batalla política ha aterrizado en la puerta de nuestras casas, y aquí también han estado los cubanos con menos edad, una generación conectada con su historia. Portazo rotundo, defensa de pasiones, ejército de libertades; todo está sobre la mesa, para dar la tángana cuando haya que darla, para que nadie dude de un futuro ya garantizado. Esta es la juventud que queremos, la que pidió Fidel.
Protagonistas, no de una peli de ciencia ficción ni de disparatadas historias a lo George Lucas. Protagonistas de la cotidianidad cada vez más cambiante, de la realidad cada vez más adversa, del futuro en que cada palabra se vuelve más impredecible que la anterior. Protagonistas, sí, que no se escriba superhéroes donde dice superhumanos, que no se diga que no estamos ante la juventud que queremos.