Háblame de amor, amor, que me vuelve el espejismo, no me rompas la esperanza. Es que me quieren arrancar lo más real que soy que es este verso con sus trece heridas, me quieren silenciar la voz desprendiéndome la vida… Vamos a rompernos corazón los labios, hay tanto que decir para que calles, hay más de una versión sobre el abismo y vida no es vivir, aunque te salves.
Jorge García (Kamankola)
«Lo normal » sería que las personas no estuviesen hechas de heridas, que las marcas solo fueran para la ropa y los carros.
«Lo normal » sería no tener que volver a tocar estos temas, sino ponerles un punto final.
Pero, hemos normalizado conductas dañinas. Ahora, «lo normal » es lo socialmente aceptado, aunque lastime a personas, amigos, familias.
La violencia, ya sea deliberada, aprendida o imitada se suma a «lo normal » y se incorpora a la cotidianidad. Quizás por ello, las tan mencionadas relaciones tóxicas hasta se ponen de moda.
Los episodios violentos durante los amoríos entre adolescentes y jóvenes representan un dilema de salud pública importantísimo.
Además, constituyen un problema social y una violación de los derechos humanos de la víctima. Se trata de un tema tan complejo que se debe abordar con un enfoque transdisciplinar.
Víctimas calladas y victimarios inconscientes
Demasiado se habla sobre violencia en edades adultas. En este sentido, tanto los medios de comunicación como las investigaciones que se realizan desde el ámbito académico se encuentran disponibles en repositorios bibliográficos y también de forma online. Sin embargo, el tratamiento que se le ha dado al tema de la violencia durante el noviazgo de adolescentes y jóvenes resulta incipiente.
Los investigadores que ha abordado la problemática aseguran que la violencia en el noviazgo no es una expresión menor ante la violencia en la pareja adulta o la de género. Pero, sí podría considerarse un precedente de la violencia conyugal; por tal motivo, se considera que esa etapa de la vida podría resultar fundamental para intervenir y prevenir la continuidad de la espiral de la violencia.
«Mis amigas intentaron hablar conmigo varias veces cuenta Saily, sin ningún tipo de temor a que su nombre sea escrito, pero yo nunca quise escucharlas. Me distancié prácticamente de las personas más importantes de mi vida, y mi único miedo era que mi padre se enterara y me obligara a separarme de mi novio. En aquel entonces yo me creía mi propio cuento y pensaba que si él me agredía o se enfurecía cuando me veía con un short corto o hablando con otros hombres, lo hacía porque estaba muy enamorado y yo le provocaba celos ».

Esta intervención de Saily se presenta como un patrón siempre que se habla con jóvenes que han transitado por estas traumáticas experiencias. Frases del tipo «yo no sabía lo que estaba pasando », «lo entendía como su forma de demostrar su amor por mí », o «en aquel momento no creí que fuese para tanto », se repiten una y otra vez en discursos femeninos y masculinos.
La violencia durante el noviazgo no es más que todo acto, omisión, actitud o expresión que genere o tenga el potencial de generar daño emocional, psicológico, físico o sexual en la pareja afectiva con la que se comparte una relación íntima, sin necesidad de convivencia ni vínculo marital.
«Estábamos juntos desde que yo tenía 14 años. Julio César me llevaba cuatro años, y al principio fue un poco difícil que lo aceptaran en mi casa. La primera vez que me sentí violentada fue a los 16, habíamos quedado en ir juntos a una fiesta, pero yo no pude, ni recuerdo el motivo dice, mientras ríe. Se presentó en mi casa como a las 2:00 am., estaba lloviendo mucho, él estaba borracho, lo dejé entrar. Cuando llegamos a mi cuarto me tomó por el cuello y me tiró contra la pared. Anterior a eso había usado la fuerza muchas veces, pero nunca como aquella noche.
«No sé si decir que me forzó a acostarme con él, porque como era mi novio ya yo había accedido antes, pero nunca la había pasado tan mal. Luego de eso, estuvimos juntos durante dos años más y no fueron pocas las veces en las que tuve que revivir noches como aquella ».
Quizás, una persona que nunca haya presenciado o sufrido uno de estos episodios pueda asegurar con frialdad que «esas cosas ocurren porque una las permite ». El nivel de permisibilidad que los seres humanos concedemos ante distintos sucesos viene dado por una serie de factores psicológicos contextuales que no son los mismos para todos. En la violencia durante el noviazgo se pueden identificar elementos esenciales: la amenaza o la provocación de un daño real, el control o el dominio de uno de los miembros de la pareja, así como las tácticas coactivas/coercitivas. Dichos elementos desencadenan en violencia física, psicológica y sexual.
Disímiles procesos de carácter biológico, conductual, psicológico, relacional, vinculados al entorno físico, histórico, familiar, económico, social y comunitario median este fenómeno.
La dificultad de muchos jóvenes y adolescentes para reconocer que han sido violentados por sus parejas se manifiesta con mayor peso sobre los varones. « ¿Quién se va a creer el cuento de que una muchachita le mete el pie a su novio? Yo sé que ahora se habla mucho de igualdad de género y esas cosas, pero es puro cuento. Yo siempre fui de noviecitas serias, aunque la mayoría de las veces me duraban poco, y cuando llegué a la universidad me hice novio de una chiquita que se llamaba Sandra, estuvimos juntos como ocho meses. Ella era muy posesiva conmigo, y a mí en parte me gustaba eso, pero poco a poco la cosa iba a más. Cada vez que quería salir a hacer algo con mis amigos se ponía a pelear, hasta para ir a hacer ejercicios por las tardes me daba problemas. Cuando se ponía así me agarraba fuerte por las manos y siempre me soltaba una galleta, hasta que un día lo hizo delante de un amigo mío y me gané el nombrete de “puntoâ€, y la verdad yo era un punto, así que la dejé ».
Minimizar este tipo de comportamientos ha llegado a ser algo tan común que en nuestro discurso conciliador le hemos nombrado «relaciones tóxicas », cuando en realidad hablamos de violencia, maltrato…, pero decirle así haría que el asunto fuese mucho más serio y, quizás, aún no estamos preparados para asumir ciertas realidades y sus consecuencias.
Si acudimos a informes policiales que refieran actos violentos en estas circunstancias las cifras son sumamente bajas comparadas con los casos de violencia en edad adulta. Ello no significa que este tipo de incidentes se presenten en menor medida, sino que las victimas de estas edades casi nunca solicitan ayuda. De esta forma se naturaliza e invisibiliza el fenómeno.
Aunque detectar cuándo nos encontramos ante una situación de violencia en el noviazgo puede presentarse como un ejercicio complejo muchas veces, ni siquiera quienes la sufren se identifican a sí mismos como seres violentados, saber distinguir la violencia a tiempo resulta importante para intervenir y así evitar o reducir posibles consecuencias negativas.
No se puede pasar por alto que la violencia suele presentarse en las relaciones de forma gradual y, una vez iniciado su ciclo, tiende no solo a continuar, sino a agravarse con nefastas consecuencias y con un pronóstico nada favorable para la pareja.

Los adolescentes y jóvenes que están involucrados en relaciones de esa índole, por lo general sienten miedo a pedir ayuda, guardan silencio y con ello cierran las puertas a la ayuda. En el contexto de la pandemia por COVID-19, la Federación de Mujeres Cubanas, con el apoyo del Fondo de Población de las Naciones Unidas, diseñó un mapa nacional de servicios telefónicos para atender las necesidades de las sobrevivientes de la violencia y, de manera especial, de la que se ejerce contra las mujeres y las niñas. Con ese objetivo, se desarrolló una apk para dispositivos móviles que contiene estos datos y que puede ser descargada desde el sitio www.apklis.cu del Centro Cubano de Aplicaciones Android: https://www.apklis.cu/application/com.mahostudios.directoriovbg
Esta aplicación Directorio VGB (Violencia Basada en Género), creada por Marcos Henrique Pelegrino Infante y Tomás Amaury Abreu Quintana, contiene los teléfonos de la policía, la fiscalía, las casas sociales de la Unión de Juristas, las sedes municipales de la FMC y la Dirección provincial de Promoción de Salud, espacios en los cuales las personas afectadas por la violencia en la relación de pareja pueden encontrar atención.
Es importante que quienes viven en noviazgos violentos conozcan que también cuentan con el servicio de la Línea 103 para atender las demandas que se originen a partir de la ocurrencia de actos violentos en el escenario familiar.
Debemos estimular la reflexión acerca de los estereotipos sexuales existentes, para dejar de justificar la violencia en la pareja como algo natural e inevitable que los hombres deben ejercer. Así se deconstruyen los roles de género de una cultura patriarcal que determinan que el varón es el dominante, mientras a la mujer se le coloca en el lugar de la sumisión. Ello tiene mucho que ver con la pertinencia de fomentar el conocimiento de los derechos, enseñar el autocuidado, e incentivar el aprendizaje de habilidades sociales, comunicacionales, el manejo de sentimientos y diferencias, la resolución de conflictos, la negociación y la búsqueda de ayuda.
Para enrumbar los pasos de la sociedad hacia ese derrotero resulta esencial cultivar, enseñar el arte de amar, la disposición a ser y estar en pareja desde la libertad, el respeto y la responsabilidad.
Un paso efectivo en esta senda de combate contra las marcas visibles e invisibles de la violencia en los noviazgos se resume en trabajar para visibilizar las situaciones vejatorias, muchas veces escondidas en vínculos abusivos y controladores asumidos cotidianamente como normales, cuando lo único normal es poder vivir.
*Máster en Psicología Médica, Profesora e Investigadora Auxiliar de la Universidad de Ciencias Médicas de Cienfuegos, doctorante de Ciencias Psicológicas en la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas.