El 14 de julio de 1925, en reunión en el local de la Asociación de Estudiantes del Instituto de La Habana, en La Habana Vieja, quedó estructurada la sección cubana de la Liga Antimperialista de las Américas.
Esta organización se había fundado en México, en marzo de ese año, y en Cuba un grupo, fundamentalmente de jóvenes con proyecciones antimperialistas, se había unido para crear la sección en la Isla.
Como parte de ese proceso, el día 6 de julio de ese año habían presentado su Reglamento ante el Registro de Asociaciones del Gobierno provincial y, después del acto en que se organizó y eligió su dirección, el día 17 se presentó el acta de constitución, con lo cual quedaron completos los procedimientos para la legalización de la nueva organización.
De todas estas fechas, sin duda, la de mayor trascendencia, la que marca el momento real de nacimiento es el 14 de julio, pues fue cuando quedó estructurada la Liga.
En la reunión del 14 de julio se eligió la dirección de la nueva organización para la vigencia de un año. Ahí estaban: Julio Antonio Mella, como secretario organizador; José Acosta, como vicesecretario; Alejandro Barreiro, como secretario financiero; y de vice, Francisco Rey Merodio; además de un grupo de vocales, entre ellos, Alfonso Bernal del Riesgo, Carlos Baliño, Rubén Martínez Villena, José Z. Tallet y, entre sus miembros, el estudiante del Instituto de La Habana, Leonardo Fernández Sánchez.
Mediante un manifiesto, publicado el 20 de julio, en Nueva Luz, la sección cubana de la Liga Antimperialista establecía la percepción acerca de la política imperialista, sus vínculos con gobiernos de América Latina y, en específico, su presencia en Cuba.
A partir de haber fijado su posición, planteaban: «No ignoramos los peligros que nos amenazan al ponernos frente al imperialismo, que ni perdona medios ni arte para deshacerse de los obstáculos que se interponen en su camino de perversión, pero preferimos todo, ¡todo!, antes que la vida de esclavos miserables que nos aguarda a los pies del enemigo (…). Sabemos que la guerra está empeñada, que será sin cuartel, y que será guerra a muerte».
A partir de esa posición, manifestaban la convicción del triunfo de la libertad y la justicia social y, en caso de perecer en ese esfuerzo, decían ser como Martí: «de cara al sol».
El 23 de noviembre del propio 1925, en la Sociedad de Torcedores, en La Habana, hubo una reunión de la Sección en la que Mella expuso los objetivos de la Liga, después de terminada la clase de la Universidad Popular José Martí, en el mismo local.
Un informe de miembros de la Sección de Expertos de la Policía, que se infiltraron en esa reunión, expuso que Mella habló de la inclusión de secciones estudiantiles y las demás clases sociales, porque «dentro de la campaña Anti-imperialista, tenían cabida todos los elementos sociales, a excepción del Capitalismo yanqui». Además, planteó como finalidad, en primer término, combatir el imperialismo yanqui que, en Cuba, «a más del poder económico, tiene el poder político», por el apéndice de la Enmienda Platt que «merma la soberanía del pueblo de Cuba».
Según el informe, Mella mencionó intervenciones como la de 1906, las notas yanquis cuando la revolución de febrero (1917), la imposición de un gabinete a Zayas, y afirmó que esos actos demostraban que el «Pueblo de Cuba no tenía su soberanía nacional»; pues al afectar al capitalismo yanqui, venía la injerencia.
Se dice que una petición inmediata sería la reintegración del terreno que ocupaba en Cuba ese país.
Al margen de las posibles confusiones de los «expertos» que redactaron el informe, sin duda había una idea bien clara de los objetivos de la organización y de los posibles métodos y fuerzas que se debían atraer para cumplirlos: abolición de la Enmienda Platt, la independencia de Puerto Rico y Filipinas, internacionalización del Canal de Panamá, la retirada de las tropas estadounidenses que estaban en América Latina, reparto de tierra a los campesinos, y cuestiones específicas de cada país.
Los documentos disponibles permiten asegurar que la Liga nació con una clara proyección y aglutinó, desde su inicio, a un grupo importante de la vanguardia revolucionaria, algunos ya vinculados al naciente Partido Comunista, y tuvo en Julio Antonio Mella a su líder.
De alcance continental, la Liga desarrolló acciones importantes, como la defensa de Augusto César Sandino en su lucha en Nicaragua; la campaña en favor de la vida de Sacco y Vanzetti, ejecutados en Estados Unidos en 1927; y fue muy significativa su participación en el Congreso Mundial contra el Imperialismo y la Opresión Colonial, en 1927, en Bruselas.
En Cuba, la Liga nació en un contexto muy especial. La década de los años 20 del siglo xx marcó el inicio de la crisis estructural en la Isla y el desgaste evidente de los partidos que habían dominado el escenario político: el Liberal y el Conservador. Entonces emergieron expresiones de cuestionamiento al sistema, desde diferentes tendencias, pero que creaban un ambiente de acciones que superaba el sentido de frustración y lamento que había prevalecido hasta entonces.
Por ejemplo, en diciembre de 1922 había surgido la feu, y en 1923 se habían celebrado el Primer Congreso Nacional Revolucionario de Estudiantes y el Primer Congreso Nacional de Mujeres, se había producido la Protesta de los Trece, se había creado la Universidad Popular José Martí, y habían nacido la Agrupación Comunista de La Habana y la Falange de Acción Cubana.
En 1925, cuando se fundó la Liga en Cuba, hubo acontecimientos como la creación del Partido Comunista, la Confederación Nacional Obrera de Cuba (cnoc), así como la toma de posesión de Gerardo Machado como presidente, y los primeros asesinatos de este Gobierno.
La feu, con el liderazgo de Mella, enfrentaba las muestras de gratitud del gobierno de Alfredo Zayas a Estados Unidos, por haber reconocido la cubanía de Isla de Pinos, un asunto pendiente desde el inicio de la República, por entender que era una humillación. Ese año Mella también había publicado el folleto Cuba, un pueblo que jamás ha sido libre.
La situación revolucionaria que se forjó en la Isla, a partir de las circunstancias, delineó posiciones, y la Liga Antimperialista, en su sección cubana, estuvo en la primera fila en aquellos combates contra el imperialismo.
En el caso de Mella, muy perseguido por Machado, ante el peligro real que significaba para los intereses que su gobierno representaba, debió salir al exilio y, desde México, mantuvo la presencia en la Liga a nivel continental, y también en los asuntos específicos de Cuba, hasta su asesinato, en enero de 1929.
Cuando cayó Machado, y después del 4 de septiembre de 1933, se instauró un Gobierno Provisional que generó expectativas positivas. Las cenizas de Mella se trajeron a Cuba y se velaron en el local de la Liga, en La Habana. El local fue asaltado por fuerzas represoras, pero ya se habían llevado las cenizas y se mantuvieron ocultas hasta después del triunfo de la Revolución.
Cuando se firmó un nuevo Tratado de Reciprocidad Comercial, en 1934, entre Estrados Unidos y Cuba, la Liga emitió un manifiesto en el que analizó su contenido y su relación con la Ley de cuotas azucareras (la Costigan-Jones), pues era una adaptación a las «nuevas necesidades de la explotación y opresión del pueblo de Cuba por el imperialismo yanqui».
La composición de la sección cubana de la Liga Antimperialista de las Américas muestra una presencia de estudiantes, de algunos obreros y de miembros de la vanguardia intelectual de aquel momento, unidos en esa posición antimperialista. Desde esas fuerzas se hicieron también actos públicos, como el mitin antimperialista del 10 de septiembre de 1933, en el Parque Central de La Habana, contra la intervención yanqui en los asuntos de Cuba.
El cierre del ciclo revolucionario, sobre todo con el fracaso de la huelga general de 1935, y luego el asesinato de Antonio Guiteras, cambió el contexto temporalmente, y la Liga, de hecho, dejó de funcionar.
Algunos de sus líderes más connotados como Mella y Villena habían muerto, y las condiciones cambiaron en aquel momento, pero su impronta, su presencia y devenir quedarían para la historia de los movimientos revolucionarios de Cuba. (Francisca López Civeira)