
Este domingo 9 de mayo celebramos el Día de las Madres, y a esas que, como canta la brasileña Denise de Kalafe, nos dieron su vida, su amor y su espacio, y cargaron en su vientre dolor y cansancio, les dedicamos esta hermosa e inolvidable página del deporte.
Hasta los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, habían intervenido en las citas estivales 56 parejas de padre e hijos, e incluso se dieron dos casos de madre e hija; pero Río de Janeiro aportó una novedad el 7 de agosto, pues por primera vez una madre y un hijo compitieron en una Olimpiada.

Nino Salukvadze, quien acudía a su octava Olimpiada desde Seúl 1988, para igualar la marca de asistencias entre las féminas con la piragí¼ista germano-italiana Josefa Idem Guerrine, experimentó esa gran alegría, pues mientras ella lidiaba en pistola de aire 10 metros porfía en la que concluyó en el puesto 47, su hijo Tsotne Machavariani se batía en pistola de 25 metros y finalizaba en el lugar 19. La alegría fue mayor aún porque allí estaba Vakhtang Salukvadze, padre de Nino y abuelo de Tsotne, entrenador de ambos tiradores.
A lo largo de su longeva trayectoria deportiva, Nino había defendido hasta tres banderas: la de la Unión Soviética (Seúl 88), la del Equipo Unificado (Barcelona 92) y la de Georgia (Atlanta 96), acumulaba seis títulos del orbe y una presea dorada olímpica en la prueba de pistola 25 metros en Seúl 1988, además de haber conquistado dos metales de bronce, uno en pistola de aire de 10 metros en los ya mencionados Juegos de Seúl y otra en pistola de aire comprimido en el 2004.
Sobre el hecho que protagonizaron en la urbe brasileña, Nino Salukvadze contó orgullosa a la prensa internacional: «Estoy muy feliz de representar a Georgia, pero un millón de veces más feliz como madre porque mi hijo ha conseguido estar aquí. Está empezando ahora y estoy más nerviosa por él. En la Villa Olímpica soy su madre, pero cuando estamos en el lugar de tiro soy su mentora ».