
Para el prestigioso neurocirujano cubano, profesor Enrique de Jongh Cobo era una especie de sueño mantenido entre sus asuntos pendientes. Partidario de asumir retos y aventuras por difíciles que parezcan, por ello nunca descartó la posibilidad de escalar, algún día, el llamado coloso de América, la cumbre de mayor elevación de los hemisferios sur y occidental, y la montaña más alta de la Tierra, fuera del sistema de los Himalayas.
Había que enfrentar determinadas situaciones en los campamentos de altura. Temperaturas muy frías que pueden llegar a -18 ° C al comenzar la ascensión a la cima antes de que amanezca, y si bien la lluvia es poco frecuente las precipitaciones en forma de nieve son muy comunes con ventiscas blancas, incluso cuando prevalece el buen tiempo.
Siempre albergaba la duda de lo que haría si alcanzaba su propósito, y lo logró el 28 de enero de 2018 en homenaje al aniversario 165 del natalicio de Martí, a pesar de que en él se cumple el precepto de que «a la tercera va la vencida» con dos intentos anteriores fallidos.

«La primera vez fue en la temporada de 2015, en el período de noviembre a febrero al abrirse el Aconcagua durante el verano en el sur. Carecía de la indumentaria necesaria, además de disponer de un boleto que no se podía cambiar. En aquel momento dije «voy a seguir hasta donde las botas me den, que era el principal obstáculo, sin poseer una experiencia conocida de esa área».
El profesor de Jongh Cobo había estado antes en las montañas rocosas de Canadá. En su primera oportunidad aquí llegó hasta los 5000 m. aproximadamente, mas perseverante al fin se lanzó al segundo intento.
«En la siguiente temporada de 2016 iba dotado de mejores condiciones; sin embargo, cuando faltaban 600 m. para llegar a la cima decidí bajar porque consideré que tenía alguna congelación en los dedos al no manejarlos correctamente, sumado a determinadas lesiones que luego fueron recuperándose, pero ya en enero de 2018 sí cumplí mi sueño».
En su peregrinar «aconcaguano» no asegura ser el primer cubano en llegar a su cima. Hay otros, no muchos, de los que tiene referencia, pero viven fuera de Cuba. «Lo cierto es que estuve allí el 28 de enero de 2018».
— Al llegar a la cima le pareció que era un suceso mágico, real, irreal…
— Estaba absolutamente solo. Después arribaron otras personas, Algunos decían que al llegar lloraban, otros que brincaban y, verdaderamente, en ese momento, quizás por la impresión de lograr mi anhelo no fue nada trascendente. Solo dije; «coño, estoy en el punto más alto del mundo fuera del Himalaya. Filme las vistas, y me senté a tomar un poco de té y comer unos frutos secos y algún bocadito.
El científico cubano permaneció una hora disfrutando de su encanto, «allá arriba», como refiere, arribó 60 minutos más tarde de lo que debía. Exactamente a las 2:00 de la tarde.
«Utilice 10 horas y media para llegar. Puedes hacerlo un poco antes o después, en un ascenso que no se hace en un día, vas subiendo gradualmente dentro del permiso establecido para lograrlo de 20 días. Infringirlo lleva a una penalización pagada en dólares. Me paré en el tope el día 18 de la veintena estipulada, y salí del Aconcagua un rato antes de que expirara la autorización».
— ¿Algún tropiezo en esta jornada?
— Hice un intento el día 12, pero el viento estaba muy fuerte y hacía mucho frío, nos aliamos con dos personas del País Vasco que hicimos muy buena relación, por lo que decidimos bajar y emprender la travesía en otro momento.
No tengo ningún recuerdo ingrato. Tampoco me sentí tan cansado y bajé solo.
— Y otra irrupción en el Aconcagua ¿se descarta?
— No, de hecho me están hablando para hacer una especie de pasantía entre los médicos que atienden los campamentos bases de allí. Si lo hago o no, lo desconozco, mas en lo personal el Aconcagua resultó muy interesante y sí quisiera volver a verlo.
Desempeño del profesor Enrique de Jongh Cobo
Pudiera resultar un hombre osado, mas aclara que ello depende de la arista por la que se mire. «Una cosa es serlo en el plano personal, y otra en la dedicación al paciente que lleva una mirada y actuar diferentes desde el punto de vista ético, «aunque para dar pasos de avance a veces en la medicina se necesita cierto grado de osadía, que es tratar de prever cosas que, hasta determinado momento, no se hacían a partir de parámetros a tener en cuenta para evitar daños».
Y su precepto radica en que si se le ocurre algo a realizar que no esté descrito o no existe tanta experiencia recurre al trabajo de mesa, a la consulta colectiva y de pensamientos antes de aplicarla para no dar la espalda a posibles complicaciones que puedan existir.
Su profesión le ha traído múltiples satisfacciones ante una realidad que no pierde de vista: «No somos magos y tenemos que proceder en el lugar donde estamos, en el momento en que estamos, y con lo que tenemos, Muchas veces hay que cambiar planes, estrategias y nos adaptamos a ello».
Según relata su formación ocurrió en el hospital universitario Calixto García, de 1986 a 1990. Ya en 1995 estuvo casi un año en el Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN), luego retornó al Calixto García, después al hospital Hermanos Ameijeiras hasta 2008 en que se integró a la Clínica Central Cira García.
Mantiene sus vínculos con múltiples instituciones de Salud, incluidas las oncológicas y pediátricas, e incluso ha desplegado su sabiduría en las provincias de Pinar del Río, Matanzas, Cienfuegos, Villa Clara, Las Tunas, Sancti Spíritus, Holguín y Camagüey.
Tiene tres hijos. La primera de 36 años, le sigue un varón, de 31, y la más pequeña, de solo cuatro años, que para su papá «todos son extraordinarios».
A sus 65 años sigue practicando deportes con una variedad entre ellos. Prefiere la natación y ha incursionado en el paracaidismo, y no abandona su entrenamiento para escalar posibles montañas que están en su mente.
En el plano profesional, seguir brindando su destreza como neurocirujano, enseñándole a las nuevas generaciones lo que ha ido aprendiendo a lo largo del camino.