Quienes estuvieron cerca de él durante la campaña libertadora y luego el triunfo revolucionario así lo atestiguan. El entonces capitán Ramón Pardo Guerra confiesa que, muchas veces, descifraban por la intensidad de sus ojos el secreto de los mensajes: «Él se quedaba observándote con detenimiento, y según pusiera la cara, ya sabías si había aceptado o no lo que decías. En honor a la verdad, muy pocas veces se equivocó, y con solo mirarte ya sabía lo que tú dabas ».
No fue el azar, sino esa virtud guevariana de escudriñar la gente y el peligro, la que atrapó con su lente para la eternidad el artista Alberto Díaz Gutiérrez (Korda) aquella tarde-noche del 5 de marzo de 1960: «Cuando tuve aquella imagen tan cerca me estremeció la expresión de austeridad y coraje que reflejaba en ese momento, y en un gesto casi instintivo disparé el obturador ».

Sin proponérselo, había captado una emblemática foto, considerada una de las más famosas del siglo xx, que encierra el silencio masivo y solemne de una ciudad estremecida por la vil explosión del vapor francés La Coubre, apenas catorce meses después de que Cuba estrenara su única libertad.
Más de medio millón de cubanos, que hacían suyo el dolor de esposas, hijos y familiares de las víctimas del sabotaje, se agolparon en la esquina de 23 y12, desde donde, en improvisada tribuna, Fidel reafirmaba la decisión de luchar por la Cuba nueva, por la libertad: «Libertad quiere decir Patria, y la disyuntiva será Patria o Muerte ».
Mientras el Comandante en Jefe alentaba a continuar inquebrantablemente la marcha de la Revolución, desde la multitud una cámara Leica tan lúcida como selectiva se movía con su lente de 90 milímetros en busca de cada expresión, hasta que, por profesionalidad y sorpresa, logró captar ese inigualable rostro del Che.
Posteriormente, el propio Korda reveló a Granma: «Le pregunté a su amigo Alberto Granados qué sentimiento embargaba al Comandante Guevara en ese momento, y me dijo: ‘Seguro pensaba que si veía a un yanqui, se lo comía vivo’ ».
«No fue fácil para Alberto Díaz retratar al guerrillero de América; al argentino le “dolían†las fotografías. Suerte tuvo en la concentración de 23 y 12 en que casualmente dibujó el más grande ícono de la era moderna. Esa imagen no es su único legado, pero ella sola bastaría para situarlo entre los profetas de su tiempo », reveló en exclusiva para el sitio web Cubadebate el cineasta cubano Roberto Chile.
«El vio entonces lo que nadie: el rostro del futuro, la rebeldía de los pueblos, la irremediable lucha de los revolucionarios de todo el mundo por conquistar el porvenir ».
Alberto, fotorreportero audaz, aquel 5 de marzo de 1960 corrió a su estudio y reveló las tres fotografías que consideró serían las mejores; entre ellas, la de Ernesto. No apareció publicada, pero la imprimió y la colocó en la pared de su local de trabajo. Tan pronto la descubrió Haydée Santamaría, le solicitó una copia.
Luego ella le envió una nota con su amigo Gian Giacomo Feltrinelli, dueño de una poderosa casa editora en Milán, para que le facilitara a este una muestra. Por su perspicacia profesional, el italiano supo predecir que el Che se convertiría en un ídolo universal. Justo al mes de anunciarse el asesinato de Ernesto Guevara, lanza en Italia un afiche de un metro por 70 centímetros, y en menos de tres meses logran vender un millón de ejemplares.

De esta gráfica paradigmática, que ha tenido una reproducción millonaria, se apoderó el mundo para defender las causas más nobles de la humanidad. De manera espontánea los universitarios de Milán se tiraron a las calles con el afiche, y la frase «Che vive » estuvo en las barricadas parisinas en mayo del 68, junto a los insurgentes de Tlatelolco y acompaña a cientos de miles de terrícolas en camisetas, pulóveres, grafitis, llaveros, postales; mas el artista siempre se opuso a que reprodujeran su entrañable obra para anuncios publicitarios.
Presidió el tributo que le rindió, en la Plaza de la Revolución, el pueblo cubano al Guerrillero Heroico, cuando se conoció que era dolorosamente cierta su muerte. También, el 17 de octubre de 1967 el periódico Granma dedicó una edición especial, con una tirada de más de un millón de ejemplares, en homenaje póstumo al héroe, cuyos textos fueron escritos, en su mayoría, por nuestro prestigioso colega Aldo Isidrón del Valle (ya fallecido), Premio Nacional de Periodismo José Martí.
Nunca antes en la historia del periodismo latinoamericano hubo suceso editorial semejante, nos confirmó Aldo, pues ese día se consolidó la era del póster en la prensa continental, al imprimirse a página completa la impresionante foto, que atesoraba Korda.
Pero esta no fue la primera vez que circuló en un diario cubano. Revolución la había utilizado años antes para anunciar una conferencia de Guevara sobre temas económicos en la televisión. Nunca se supo, ni al prestigioso fotógrafo le constaba que el Che la conociera, aunque se supone que él había visto ese anuncio, pues todos los días leía la prensa revolucionaria.
De seguro que si la miró, el mismo Ernesto quedó impresionado por la instantánea, pues él también dominaba los secretos del arte fotográfico. Lo cierto es que, gracias a un disparo de la vieja Leica, los valores estéticos y morales de su extraordinaria personalidad quedaron detenidos para siempre en la magia de una imagen, que logró apresar la inmensidad de sus ojos, resguardados solo por su boina de la estrella solitaria.
Un retrato único del Guerrillero, considerado según la revista Photo una de las cien fotografías más importantes de la historia, y la más difundida y popular entre distintas nacionalidades y generaciones.
Korda no trató de endiosarlo, sino de humanizarlo, aunque asegura la crítica italiana Giuliana Sciné que hay algo místico que emana de ese rostro, como si la propia imagen canonizara al Che. Es quizás el lenguaje misterioso de sus ojos o, tal vez, parafraseando el poeta: ¿Su mirada? Su mirada era el más perfecto modo, de decirlo todo, todo, aunque no hubiese dicho nada.