El individuo –el sujeto diría un policía de telenovela– retorció la lengua y con tono de despistado me lanzó su carnada al oído: «Mira, brother, acabo de hacerte una transferencia equivocada, te pasé ocho cuc y necesito que me los devuelvas ». Y luego, con una humildad que conmovía, casi me suplicó: «Tírame un cabo, por favor ».
Navegué con suerte por dos razones elementales: la primera, porque había sido testigo hace algunos meses de un intento de estafa muy parecido; la segunda, porque tengo muy claro que la línea telefónica que uso no permite enviar ni recibir transferencias de dinero.
A esas alturas todavía estaba por aterrizar en mi dispositivo la presunta «transferencia », un timo que llegó justamente a las 11:45 a.m., del pasado martes 2 de julio: «Cubacel. Usted ha recibido 8,00 cuc del número 59075862. Línea activa hasta 2020-4-26, vence 2020-5-20 ».
El mensaje en realidad no venía de Cubacel, como anunciaba, sino del mismo número del que, un minuto antes, me había llamado el estafador para que yo le devolviera el saldo que en realidad no había llegado ni llegaría nunca a mi móvil.
La modalidad, denunciada más de una vez en medios de prensa del país, se ha puesto de moda de un tiempo a esta parte con diferentes maneras de aparición, pero con una singularidad que la hace peligrosa: los autores pueden ser sus vecinos más cercanos o estar a cientos de kilómetros de usted.
Consultadas a propósito, fuentes de la Policía Nacional Revolucionaria alertaban el pasado año que, ante la aparición de este delito, las mejores vacunas están al alcance de todos: conocer los diferentes modos de operar y, si se consuma el acto, proceder con la denuncia correspondiente.
Más de un incauto ha caído en la trampa de devolver un saldo que en realidad no ha recibido; más de un agente de telecomunicaciones ha visto cómo se vacían sus tarjetas en un santiamén; más de una víctima ha recargado a algún «amigo con el carro roto », que está por llegar y que por llegar sigue hasta los días de hoy.
Poco les importa a los malhechores que la Ley No. 62 Código Penal contemple sanciones contra quienes incurren en el delito de estafa, que van desde tres meses hasta diez años de privación de libertad y multas de varias cuantías, si a fin de cuentas ellos se sienten muy seguros desde la sombra de su transgresión.
Muy poco o nada representa para ellos el empeño nacional por sacar adelante la informatización de la sociedad por cauces seguros, ahora reforzada con las nuevas normas jurídicas que entraron en vigor el pasado 4 de julio.
Etecsa ha confirmado que, lamentablemente, la entidad conoce y ha tramitado estas y otras modalidades de robo a los usuarios, un mal que también aparece, pero con otros ropajes en las zonas públicas de acceso a Internet.
Las estafas en línea parecen diseñadas exclusivamente para ingenuos, pero, cuidado, pueden asomarse a cualquier puerta y con cualquier pretexto, tal y como prueban muchos ejemplos conocidos.