
Cuentan que cuando Leonid Brezhnev, entonces presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), llegó a Cuba en su primera y única visita y se encontró con el Comandante en Jefe e intentó besarlo, costumbre generalizada por aquellos lares, el líder rebelde trató de evitarlo a toda costa. Porque eso, con los cubanos, sencillamente, no va, o mejor dicho, no iba.
No obstante, el asunto de besarse entre los varones criollos desde hace un tiempo se ha vuelto moda más que extendida, sobre todo entre los jóvenes.

Cuando nací en la década de los 70 y desde que tuve uso de razón, en Cuba se besaban las mujeres entre sí, y los varones ¡solo! si eran familiares muy cercanos. Recién conocidos, amigos, vecinos, compañeros de estudio o de trabajo se daban la mano o, cuando más, un abrazo. Nadie sabe cómo surgió la costumbre de besarse los hombres no consanguíneos, pues no es propio de nuestra cultura, bastante machista.
Una de las hipótesis quizá se relaciona con las películas de mafiosos que comenzaron a influir en el público, sobre todo varonil. La saga de El Padrino, de Francis Ford Coppola, y filmes similares de alguna manera encontraron fervientes seguidores e imitadores hasta el día de hoy.

No obstante ser personajes negativos, los representantes de la Cosa Nostra mostraban en los filmes una actitud «ejemplar » de machos alfa, poderosos y triunfantes, que muchos en la vida real quisieron aparentar.
Inolvidable aquella escena en que el joven Michael Corleone (Al Pacino) agarra por el cuello a su hermano Fredo (John Cazale) y lo besa en la boca, para acto seguido repudiarle su traición. «Lo sabía, Fredo, fuiste tú. Rompiste mi corazón. ¡Rompiste mi corazón! », le espeta Michael mirándole directo a los ojos.

Pero, no todos se dejaron «embaucar » y han mantenido el tradicional saludo de manos, o reservan el beso solamente para las personas más queridas. Sobre el asunto, el mismo Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad de La Habana, opinó en la entrevista concedida a Amaury Pérez, en el programa televisivo Con dos que se quieran:
«Lo que pasa es que hay ciertas cosas que se han vulgarizado. Por ejemplo, se ha vulgarizado darle la mano a todo el mundo; es algo terrible. […] Porque dar la mano es un acto de amistad, es un acto de fraternidad y de hermandad. Igual que un beso. Aquí han proliferado los besos. A mí esa besuconería no me gusta para nada.
«Yo beso al que quiero, al que me extiende la mejilla, le beso, pero no los estoy prodigando ni tampoco me gusta ese besuqueo. Porque me recuerda, además, el de Judas; eso no puede ser, todo tiene que tener una escala de valores. Tiene que responder a sentimientos reales y lo demás es cortesía, buenos hábitos, educación, que es tan importante. Es lo que creo ».

Ahora, con la amenaza del nuevo coronavirus, el tema cobra actualidad, y se vuelve más complejo y peligroso; aun más cuando no se tiene percepción de riesgo. De todos modos, los besucones han de tomar conciencia y ante cualquier alarma, detener sus impulsos, porque el «bicho » sí que no cree en «mafiosos ».