Setenta años de un Moncada que es hoy

Han pasado 70 años de aquellos acontecimientos que marcaron un antes y un después en la historia de Cuba. La Revolución consumó lo prometido por aquellos jóvenes, y la memoria de esos héroes se impregnó en la mente de las nuevas generaciones.

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Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
604
26 Julio 2023

«¡Abran paso al general!», fue la conminatoria orden de los jóvenes asaltantes a los soldados que custodiaban la posta 3 del cuartel Moncada, aquella madrugada del domingo 26 de julio de 1953.

Tomados por sorpresa, fueron rápidamente desarmados. Sin embargo, una inesperada posta de recorrido por las afueras del cuartel hizo que el tiroteo se generalizara y la acción, detalladamente planificada durante meses, fracasó desde el punto de vista militar.

Quince minutos, no más. Un cuarto de hora de combate. Más que suficiente para la clarinada heroica. Era la «carga para matar bribones» que pedía Rubén Martínez Villena en su «Mensaje lírico civil».

Ilustración de Adalberto Linares sobre el asalto al cuartel Moncada.
(Ilustración: Adalberto LInares)

Fue la reivindicación que reclamaba en los años 20 del pasado siglo el joven Julio Antonio Mella, cuando en sus «Glosas al pensamiento de José Martí» afirmaba: «Él, orgánicamente revolucionario, fue el intérprete de una necesidad social de transformación en un momento dado. Hoy, igualmente revolucionario, habría sido quizás el intérprete de la necesidad social del momento».

A decir del propio Fidel, el Moncada era el Yara, el Baire de aquellas circunstancias históricas: el 68 y el 95. Había que reivindicar la memoria del Apóstol en el año de su centenario, pues mucha era la afrenta.

«Ya estamos en combate», declamó el poeta Raúl Gómez García minutos antes de intentar tomar el cielo por asalto y marchar a cumplir el deber patrio:

Por nuestro honor de hombres ya estamos en combate
pongamos en ridículo la actitud egoísta del Tirano
luchemos hoy o nunca por una Cuba sin esclavos
sintamos en lo hondo la sed enfebrecida de la patria
pongamos en la cima del Turquino la Estrella Solitaria.

En los muros del Moncada, como en los del cuartel de Bayamo, peleó y murió lo mejor de la juventud cubana de la época; la mayoría, asesinada por órdenes del tirano Fulgencio Batista.

Allí murió Abel Santamaría, el segundo al mando y alma del Movimiento, como lo calificara Fidel en su alegato La historia me absolverá; el propio Gómez García; José Luis Tassende, quien dejara una hija pequeña y la promesa de Raúl de ayudar a criarla, si moría, lo cual honró el hermano de Fidel; el santiaguero Renato Guitart y el médico Mario Muñoz, el asaltante de mayor edad, que ese propio 26 de julio de 1953 cumplía 41 años.

También cayeron varios villaclareños, que hoy honramos, como honramos al resto: Elpidio Sosa, Roberto Mederos, Osvaldo Socarrás, Pablo Agüero. Sin dejar de mencionar a Haydée, Yeyé, la hermana de Abel, la heroína del Moncada, quien perdió, además, a su novio, Boris Luis Santa Coloma.

El Moncada no significó el triunfo de la Revolución en ese instante; no obstante, señaló el camino y trazó un programa de liberación nacional que abriría a nuestra patria las puertas al socialismo. Sin el Moncada no habrían existido el Granma, la lucha de la Sierra Maestra ni la victoria extraordinaria del 1.o de enero de 1959.

Han pasado 70 años de aquellos acontecimientos que marcaron un antes y un después en la historia de Cuba. La Revolución consumó lo prometido por aquellos jóvenes de la Generación del Centenario que se inmolaron por una mejor nación, y la memoria de esos héroes se impregnó en la mente de las nuevas generaciones.

Hoy, pretenden tergiversar estos hechos, y la guerra mediática de cuarta generación nos quiere vender una Cuba que nunca existió, al menos para la mayoría. Esa Cuba idílica de luces de neón que obviaba aquellos barrios insalubres de Las Yaguas, en La Habana, y tantos otros en distintos lugares del país, como tampoco tienen en cuenta los logros innegables de una obra que sacó de la ignorancia a millones, y dio empleo y mejores condiciones de vida a los cubanos.

En la concepción revolucionaria es un hito. Como le dijo Fidel a Ignacio Ramonet en sus Cien horas con Fidel, al referirse a lo sucedido aquel 26 de julio: «No me iba a entregar, ni a rendir, o algo parecido, no tenía ni sentido, no ya porque te fueran a matar, sino porque la idea de rendirse no cabía dentro de nuestra concepción».

El Moncada fue ayer, pero también es hoy y será mañana.

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