El mundo en una sonrisa

Urge pensar en los más pequeños como parte esencial de las sociedades, como un fruto que alberga la esperanza para los hombres y el antídoto para la Tierra. 

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Niños en una casita infantil en Santa Clara.
(Foto: Ricardo R. González/Archivo de Vanguardia)
Lety Mary Alvarez Aguila
Lety Mary Alvarez Aguila
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01 Junio 2025

Hay que empuñar todas las espadas posibles para que un niño sea feliz. Hay que pintar, con siete colores, todas las heridas del planeta y curarlas con pequeños toques de polvillo de hadas, para que la sanación venga limpia, inocente, vestida de infancia ¿Una urgencia? La vida ¿Una prioridad? Los seres místicos que, a pocos metros del suelo, tienen el superpoder de crear un caos de amor.

Proteger la niñez constituye una misión primordial de las Naciones Unidas. Cada 1.o de junio, varios países ratifican la necesidad de obrar en función de aquellos que saben querer. Hoy, más que nunca, el cumplimiento de sus derechos y garantías requiere corazón y conciencia. Difícilmente encontremos una pureza comparable con el rostro de un niño. Ellos tienen el don de proporcionar esa pizca de fe en una realidad mejor. Ahora no lo saben, tal vez ni lo sospechan, pero las manitas suaves que acarician una flor o empinan un papalote, tendrán mañana el difícil reto de batirse ante reinos y monstruos, así como en sus libros de cuentos. Mas no habrá chance al temor si, desde la infancia, se forjan escudos de bienestar y valores.

Resulta imprescindible volcar esfuerzos y acciones con el propósito de garantizarles la plenitud desde edades tempranas. Urge pensar en los más pequeños como parte esencial de las sociedades, como un fruto que alberga la esperanza para los hombres y el antídoto para la Tierra. Que nada ni nadie los desampare. Que no exista discriminación ni odio hacia la expresión más genuina de un alma de cristal. Que fluyan con la certeza del respaldo, el apoyo y la comprensión desde cualquier ámbito

Alcemos la voz, este y todos los días, a favor de un entorno global pacífico. Soñemos, al menos por un instante, con esa dimensión alternativa de ciudades y regiones intactas, donde jamás cayó una bomba ni un niño permaneció debajo de los escombros.

Según la UNICEF, 2024 resultó uno de los peores años en la historia del organismo para infantes que viven en zonas de conflicto. Millones de niños se han visto sometidos al desplazamiento, la violencia y los efectos de la guerra ¿Acaso no queda claro aún? ¿Se puede normalizar tamaña crueldad? Las respuestas están al interior de nosotros mismos, en la sensibilidad, en el deseo de verlos caminar descalzos sobre un terreno seguro.

Históricamente, Cuba ha batallado bajo la consigna de una infancia alegre y sana. Desde políticas gubernamentales, hasta la participación activa de familias e instituciones, se han trazado estrategias y alianzas en busca de la satisfacción íntegra en cuanto a educación, salud, recreación, alimentación, desarrollo, inserción en diferentes círculos sociales, entre otros aspectos. Asimismo, el apego a la equidad y la justicia hace que nuestros «reparadores de sueños» se erijan sin temor ante sus proyectos y decisiones.

En espera de su aprobación parlamentaria, el anteproyecto del Código de la Niñez, Adolescencias y Juventudes aboga por la protección, la educación sobre diversos temas y la inclusión. De eso se trata, de mostrarles el universo y darles el manubrio, de arroparlos como lo que son: el tesoro de la humanidad. Todo sacrificio será bienvenido y válido para que quepa el mundo en una sonrisa.

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