El Museo Azucarero en la vida del batey Constancia

Esta noche reabrirá el Museo Azucarero en el antiguo batey Constancia, un homenaje al aniversario 90 de Abel Santamarí­a.

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Fachada del Museo Azucarero, con tarja identificativa que precisa que allí vivió la familia Santamaría Cuadrado. (Fotos: Ramón Barreras Valdés)
Fachada del Museo Azucarero, con tarja identificativa que precisa que allí vivió la familia Santamaría Cuadrado. (Fotos: Ramón Barreras Valdés)
Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
2627
19 Octubre 2017

La vida del batey del antiguo central Constancia, hoy Abel Santamarí­a, gira en buena medida alrededor del Museo Azucarero que esta noche tendrá su reapertura y reanimación con una gala dedicada a quien fuera calificado por Fidel, como el más generoso, querido e intrépido de los jóvenes que participaron en las acciones del 26 de julio de 1953: Abel Santamarí­a Cuadrado, quien este 20 de octubre arribará a su natalicio 90.

Allí­, donde radica el Museo Azucarero desde 1980, vivió la familia Santamarí­a Cuadrado desde mediados de la década de los años 30 del pasado siglo y por las polvorientas calles del ingenio caminó, jugó y marchó en busca de nuevos horizontes el joven Abel, quien le debe mucho al batey azucarero en su formación como revolucionario y segundo jefe del Movimiento que liderado por Fidel Castro asaltarí­a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.

Sala principal del Museo, con juego de sillones y fotos de la familia Santamarí­a Cuadrado. Al fonde se revela una pared que perteneciera a un antiguo barracón de esclavos que allí­ existiera.  (Fotos: Ramón Barreras Valdés).

Felina Ruiz Rodrí­guez, presidenta del Consejo Popular Abel Santamarí­a, no duda en afirmar que el logro de la reanimación del Museo Azucarero es de gran importancia para sus 3831 pobladores, pues constituye prácticamente la vida del batey:

«Un orgullo, del que todos nos sentimos comprometidos. Allí­ vivió tan destacada familia, que tuvo en Abel a la figura más relevante, pero también hay que hablar de Haydée, Aldo, Ada y Aida, sin olvidar a Joaquina, quien murió en esta casa, pues nunca quiso irse para La Habana, ni a ningún otro lugar ».

Un gí¼ira hermosamente tallada con el nombre de Haydée Santamarí­a y el año del regalo (1952), obsequio de Boris Luis Santa Coloma a su novia. (Fotos: Ramón Barreras Valdés).

Para disponer del Museo Azucarero rejuvenecido, con sus cinco salas expositivas reanimadas y listas para el cumpleaños de Abel, hubo que trabajar mucho; y en los últimos dí­as, de manera intensa, apenas sin descanso.

La inversión, según su directora Yarilí­n Núñez Perera, rebasó los cuatro millones de pesos MN, pero valió la pena; como también fue valedero el esfuerzo en trabajo voluntario de muchos de los pobladores del batey.

El inmueble que fuera casa patrimonial de los Santamarí­a Cuadrado estaba en pésimas condiciones cuando se decidió cerrarlo y su estado constructuvo y museí­stico no le hací­a honor a la historia de la industria azucarera que atesoraba, ni a la ilustre familia que habí­a albergado.

Por allí­ habí­an pasado figuras relevantes de la vida polí­tica y cultural del paí­s, como Vilma Espí­n, Roberto Fernández Retamar, el asaltante del Moncada  Pedro Trigo, entre otros; pero su estado semiruinoso no admití­a más demora.

Ahora todo reluce. En la sala principal un juego de sillones pertenenciente a los Santamarí­a Cuadrado la preside, acompañado de un reloj de mesa, regalo de Haydée Santamarí­a a un matrimonio amigo, y fotos familiares de los ilustres inquilinos de antaño.

En otra de las salas expositivas está el uniforme de gala del vicealmirante Aldo Santamarí­a y, en especial, una blusa de Haydée, donación reciente de Isabel Serrano, quien acompañara a Joaquina en los últimos años, hasta su fallecimiento, el 16 de octubre de 1977, hace ahora 40 años, y que será exhibida por vez primera.

Jesús Ménendez, el encrucijadense General de las Cañas, tiene por derecho propio un espacio entre los objetos museables, con una pluma estilográfica que le perteneciera.

Reloj de mesa, regalo de Haydée en 1964, a un matrimonio amigo. (Fotos: Ramón Barreras Valdés).
Locomotora a vapor, construida en Filadelfia, y otros hierros y piezas de ingenios y centrales de antaño, situados a la entrada del Museo y que también forman parte de él.  (Fotos: Ramón Barreras Valdés).

Sin que falten objetos de la floreciente industria azucarera en los siglos XIX y XX: una sumadora manual del antiguo central Resulta; sacapunta de mesa del central Adela, hoy Heriberto Duquesne, y un fechador y matasellos del propio Adela. También existe una bella campana de bronce, hecha en 1867, que perteneciera al ingenio San Agustí­n, hoy refinerí­a Chiquitico Fabregat.

Y frente al Museo, anticipo de la historia de la agroindustria azucarera que atesora, una locomotora a vapor y masas y hierros viejos de los ingenios y centrales de antaño.

Pero para que la historia no quede apresada en cuatro paredes, en el Consejo Popular Abel Santamarí­a existe un proyecto comunitario destinado a fortalecer la formación de valores en las nuevas generaciones.

Se llama Creando y transformando en la tierra de los hermanos Santamarí­a, y dentro de sí­ se subdivide en otros 15 subproyectos; entre los que destacan: Sueños de Abel, con niños de edad prescolar, Abel entre nosotros, que radica en el mismo Museo Azucarero, y Girasoles que crecen, dedicado a la vida de Haydée, la Heroí­na del Moncada, al ser la flor preferida de Yeyé.

A un mes del paso del huracán Irma, imbuí­dos con el espí­ritu recuperartivo de los villaclareños y motivados por el cumpleaños 90 de Abel, la reapertura del Museo Azucarero es un hecho consumado.

Atrás quedaron las horas amargas de la destrucción. En el batey del antiguo central Constancia todo renace. Abel tiene allí­ el onomástico que merece.

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