Che: Resumen crí­tico de industrias

El Comandante Che Guevara, durante un recorrido por Las Villas, desaprobó mecanismos de indisciplina laboral que dañaban la producción.

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Ernesto Che Guevara en inusual reunión tras recorrer industrias de Las Villas.
El Comandante Guevara en una inusual reunión al cierre del recorrido villareño. (Foto: Cortesía de J. Reyes)
Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
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09 Diciembre 2017

Desagradable sábado villareño. Durante la cuarta jornada de recorrido del ministro de Industrias, las crí­ticas a directivos y los análisis económicos con trabajadores del sector fueron más crudos e insistentes. El 17 de agosto de 1963, último dí­a de travesí­a por la provincia, hubo miradas hacia chapucerí­as. Obvio, enfrentar la vagancia y el burocratismo, y revisar las proyecciones productivas constituyeron puntos para colimar un telescopio con orientación colectiva acorde con los trazados del paí­s.

El Che fue exacto, como dijo años atrás a la Brigada Internacional de Trabajo Voluntario: en la conducción del pueblo «[…] no hace falta saber letras. Si se saben letras está bien […]; hay que interpretarlo ». En Santa Clara, en tal sentido, apreció la urgencia de atajar los excesos de desperdicios de materia prima aprovechable y de combustible, o la imperfección en la calidad de surtidos y la cantidad de reuniones que nada aportaban.

Junto a varios acompañantes, antes del arribo de constructores que ejecutaban la futura Planta Mecánica, amanece en áreas periféricas de la ciudad. Aledaño al lugar estaba en proyecto civil la fundición por arco eléctrico, vital en el desarrollo metalúrgico. El ministro preguntó por los estudiantes que irí­an a Polonia con el propósito de dominar la tecnologí­a de la última entidad, encargada después de tributar piezas al complejo siderúrgico.

Por respuesta conoció que los jóvenes se hallaban en proceso de selección, una diligencia inadmisible entonces, según los cálculos y convenios internacionales. Primer apunte negativo en la agenda.

 

Ernesto Che Guevara en la panaderí­a Brito, de Santa Clara.
En la panaderí­a Brito, en Unión y Martí­, Santa Clara. en agosto de 1963 el Che alertó que la falta de higiene, pésima limpieza y deficiente calidad de un alimento destinado al pueblo, representa un irrespeto al consumidor. (Foto: Cortesí­a J. Reyes).

La fundición de acero resultaba valiosa para la rama siderometalúrgica. Era un requisito esencial para el desarrollo del paí­s, afirmó el ministro en mayo de 1961 en Universidad Popular. Pero la planta villareña tení­a ciertas descoordinaciones. Un lustro después se inauguró.  

Temprano también llegaron los visitantes a la unidad LV-1, empresa Osvaldo Socarrás Martí­nez (antigua Coca-Cola), embotelladora de refrescos y agua mineral en la capital provincial. El Che se interesó por las propiedades quí­micas de la marca Son, una bebida carbonatada y con aditivos edulcorantes. Las quejas de los consumidores eran reiteradas. No hay una explicación convincente a la solicitud del ministro.

El Che en ese instante no solo deseó un esclarecimiento, también preguntó   por qué allí­ no trabajaban los sábados, y le argumentaron que estaban de limpieza. En su respuesta dejó una lección al pequeño grupo de trabajadores allí­ congregados: « ¡Están equivocados! Los sábados son dí­as de producción y pensamiento en fórmulas posibles para entregar excelentes surtidos, y no de limpieza de locales y equipos, como   hacen ahora los técnicos y operarios. Tienen que cambiar los principios ».

La porción suroeste de la ciudad mostraba cimientos y construcción de edificios multifamiliares que después serí­an habitados por obreros vinculados al desarrollo industrial de la ciudad. El Che extendió la vista hacia esa zona, pero no se detuvo en sus inmediaciones. Prefirió continuar camino hacia otras dependencias del sector. La comitiva creció en número de automóviles. De inmediato el ministro invitó a los pasajeros a ocupar asientos vací­os, aunque estuvieran menos holgados, con el ánimo de ahorrar combustible.

El Che decidió que la visita serí­a sorpresiva. Cree en «lo que se tiene para saber entonces qué es lo que se quiere, sacando la diferencia de qué es lo que hay que hacer », según informó a directivos del ramo. « ¿Rumbo, Comandante? », le preguntaron, e indicó: «Carretera del Acueducto ».

Cubierta nacional

La construcción y proyección de la fábrica de sacos ligeros de kenaf siempre tuvo al Che como inspirador. La tecnologí­a no se contrató con paí­ses socialistas. Constituyó una de las pocas, al igual que el centro hilandero Inajiro Asanuma (Gibara), que procedí­a del área capitalista. El ministro hizo referencia en dos ocasiones a la planta de Santa Clara. En otras cuatro, a partir de julio de 1961, recorrió sus talleres, dejó instrucciones y escribió apuntes crí­ticos.

La edificación se ideó desde mucho antes, y contó con el aporte sistemático del 4% de salario de los trabajadores para la industrialización. Una información de Noticias de Hoy, del martes 18 de julio de 1961, recogí­a que el Che, junto al Comandante Juan Almeida Bosque y Arnaldo Milián Castro, presidente y secretario de la Junta Central de Ejecución e Inspección (Jucei) en Las Villas, valoró fechas posibles para el arribo de las maquinarias.  

Ernesto Che Guevara en la industria Sakenaf, de Santa Clara.
No hay explicación para desaprovechar la jornada de trabajo, dijo el ministro de Industrias en la fábrica villareña de sacos ligeros de kenaf. (Foto: Cortesí­a de José R. Sordo)

Esa representó la primera estancia del ministro. Tuvo entonces un conocimiento estricto: entre la agricultura y la industria, en cuanto al suministro de materia prima, hay dudosas exactitudes. Recalcó la urgencia de sembrar 200 caballerí­as de fibra dura y otras 15 de semillas para garantizar los abastecimientos en la arrancada.

Las zonas de cultivo, en lo fundamental, estarí­an alejadas. Un inconveniente. Todo procederí­a de campos del sur de Ciego de ívila. La distancia era un riesgo para los costos. Sin embargo, en las cercaní­as, de ser factible, no comprometerí­an suelos apropiados a otras cosechas.

La corteza de la fibra se someterí­a en territorio avileño a un proceso bacteriológico. También recibirí­a tratamientos de secado, emulsificación y prensa en pacas de 220 kilogramos de peso. A plena capacidad producirí­an 7 045 450 kg al año, monto que enviarí­an a la fábrica villareña. Aquí­ se  demandaba de unos 12 millones de libras de materia prima, aseguró el Che.

De acuerdo con cálculos, la solicitud nacional de sacos superaba los 35 millones de unidades. En Santa Clara se confeccionarí­a un 51.4 % de la cifra.   Con esos pronósticos Guevara se manifestó en contra del conformismo y la rutina, y orientó crear tres turnos de trabajo por dí­a.  

En agosto de ese año llegaron al puerto de La Habana, procedentes de Belfast, Inglaterra, 914 cajas con 99 maquinarias manufacturadas en Irlanda del Norte.

Fue el primer lote de telares Onemack SB, así­ como hiladoras de cintas para secciones de tejedurí­a y terminado. La inversión inicial ascendió a 1 800 000 dólares. La fábrica ocuparí­a una superficie de 30 548 m2, y sus terminados servirí­an  para envasar arroz, azúcar, fertilizantes, pienso y afrecho, surtidos de consumo interno y la exportación.

El jueves 12 de abril de 1962 Noticias de Hoy detalló que el Che hizo otro cruce por industrias villareñas. Una fotografí­a lo ubica frente a una caldera Power Mater, de 100 caballos de fuerza, equipo que montan en la elaboradora de sacos de kenaf. Opinó entonces que volverí­a allí­ con mayor tiempo para valorar los avances productivos. Antes que cierre el año, el jueves 6 de diciembre, el ministro nuevamente estuvo en esa entidad. Ya concluí­an la fase final de construcción. Con Carlos Notario, administrador, y con Enrique Ochoa Serra, el inversionista, sostuvo un diálogo y anotó precisiones.

Ahí­ alertó sobre la importancia del Comité de Piezas de Repuesto, y los elogió por la adaptación de dispositivos mecánicos que, de «adquirirse en el extranjero aumentarí­an los costos, y de aguardarse por la llegada retrasarí­an el montaje de la planta », relató el corresponsal del rotativo habanero.

Una estancia relámpago localizó al Che, ocho meses después, en resumen crí­tico del 17 de agosto de 1963, cuando llegó a la fábrica de Santa Clara. Se trataba de la cuarta visita, y la planta ya era nombrada Sakenaf. En la entrada lo recibió Elio Raimundo Moya, jefe de producción. El hombre intentó disculpar al administrador, ausente por enfermedad. El ministro le respondió de inmediato: « ¡No justifique! Son los trabajadores, la calidad de la producción y los controles económicos los que ahora interesan. Ya el jefe se pondrá bien y el catarro pasará. De lo contrario, avisen », aclaró.

Un tránsito por los talleres bastó para apreciar el flujo de terminado. Ante el escaso número de operarios, Raimundo Moya explicó que no trabajan los sábados. «En este paí­s parece que no se han enterado de que la productividad es fundamental para el socialismo », argumentó el Che. Y sin dar respiro al administrador en funciones, indagó: « ¿Por qué no se hace producir esta empresa los sábados también? ». A lo que Moya respondió: «Comandante, solo lo hacemos a media unidad debido a la falta de materia prima ».

En diálogo con un técnico, el ministro encontró el argumento: dificultades en la recolección y corte de kenaf debido al desgaste y la carencia de equipos agrí­colas. El Che precisó: «Nunca he escuchado tres opiniones coincidentes en una semana en relación con fibras duras ». Son de los errores existentes en el «concepto del desarrollo de la industria y la agricultura, y en el balance de nuestra economí­a », aclararí­a el año anterior en un encuentro con dirigentes sindicales. Al menos fue un llamado reflexivo a que «seamos capaces de hacer cada dí­a algo que perfeccione lo que hicimos el dí­a anterior », aseguró meses antes a portuarios habaneros.

En marzo de 1964, ví­spera de la arrancada de fábricas decisivas para el desarrollo del paí­s, durante el homenaje a vanguardias del trabajo en el Ministerio de Industrias, Guevara comunicó que disminuyen «los problemas, pero todaví­a no hemos podido cambiarlos de calidad; todaví­a dependemos del abastecimiento importado, dependemos de la tecnologí­a, de las materias primas, de la dificultad de los planes de abastecimiento, de los problemas del bloqueo, de nuestra falta de capacitación técnica, de nuestra indisciplina laboral, del desconocimiento de muchos de los medios básicos que tenemos y de su correcta calificación, del desconocimiento de las inventivas que les impiden una correcta administración. Esos problemas permanecen ».

Era, como dijo, una realidad persistente en nuestra economí­a y sociedad, hecho que apreció el ministro de Industrias en aquella estancia en fábricas y centros de producción y servicios villareños durante agosto del año anterior.

La última mención del Che a la fábrica de sacos ligeros de Santa Clara fue en julio de 1964 durante la inauguración de la Industria Nacional Productora de Utensilios Domésticos (Inpud), donde resaltó que la planta de bolsos de kenaf «ya funciona con un turno y podrí­a funcionar con dos turnos también; y funcionará este año, cuando llegue la cosecha ».

En ese perí­odo produjo  4 millones 117 mil envases, y al siguiente se alcanzaron 3 millones 843 unidades. En 1966 notificó otros 3 millones 275 sacos para envasar azúcar, granos, así­ como óxido, sinten de niquel y fertilizantes, y terminó 130 000 m2 de tela arpillera destinada a jabas y 15 000 metros de telas para literas. Un año después registró 10 millones 005 mil, el triple de la producción, según reportes de prensa. La prédica del Comandante Guevara quedó compensada.

Resortes de vegueros

Del pálido periplo, por las crí­ticas y alertas, que hizo el Che en agosto de 1963 por Las Villas hay otras apuntaciones que paso por alto ahora. Sin embargo, existe un hecho puntual perdido por la historiografí­a, y hasta mal contado por otros.

Por Ranchuelo, tráfico hacia Cruces-San Fernando de Camarones-Cienfuegos-Rodas-Abreus, parajes de interés, anduvo el Comandante Guevara en diferentes ocasiones.

En esa localidad agroindustrial apareció en dos momentos diferentes, cuando en julio de 1961 y abril de 1963, respectivamente, transitó por las fábricas 401 José Luis Chaviano y la LV-2, ambas pertenecientes a la Empresa Consolidada del Cuero.   Las operaciones laborales de ese sector con maniobras productivas casi ancestrales figuraban entre las  más atrasadas del Ministerio de Industrias. Era evidente la evaluación del curtido de pieles y hechuras de zapatos rústicos, lugares en los cuales predominaban medios insalubres por la existencia de una obsoleta tecnologí­a. Al decir del Che,   junto a la obtención de fósforos, esas entidades constituí­an «una de las vergí¼enzas más grandes que tenemos en el Ministerio », recalcó.

Una nota de Vanguardia, correspondiente al domingo 24 de mayo de 1964, situó al Che en la fábrica José Luis Chaviano, mejor de su tipo en el paí­s durante el año anterior. Viajes al extranjero y urgencias de dirección polí­tica y económica impidieron al ministro entregar el galardón.

A la cigarrera 4-A, Vegueros, de Las Villas, llegó el Comandante Guevara en una sola ocasión, según los reportes de la prensa cubana. Es dudoso también, como afirman, que estuviera en 1963, y hasta que por su iniciativa se creara un comedor obrero. La historia tiene diferencias y la contiene Noticias de Hoy del domingo 15 de marzo de 1964, cuando en los jardines de la cervecerí­a La Tropical, en La Habana, premian a trabajadores, empresas y ramas más destacadas del ministerio que dirige.

El Che está presente. El informe que leyó recoge: «mejor fábrica del Ministerio fue la Vegueros, de cigarros […]; se ofreció un cí­rculo infantil, pero ellos tienen allí­, y entonces han solicitado que se les ponga un comedor para poder realizar mejor el trabajo, para poder vivir en mejores condiciones […]; también han solicitado un local para aula y biblioteca. Para poder desarrollarse allí­ ».

Nada más transparente: el comedor fue el estí­mulo material por el esfuerzo productivo. El ministro fue a Ranchuelo porque esa empresa trascendí­a entre otras homólogas por los resultados en la disciplina financiera, la gestión de las finanzas, los contratos e inventarios, y la recuperación de piezas de repuesto en una fábrica con marcado atraso tecnológico.

El hecho ocurrió, según Emilio Cruz Pérez, corresponsal de Vanguardia, el sábado 23 de mayo de 1964.   El Che está en Vegueros 4-A, recorrió departamentos y se interesó por la eficiencia de una máquina conformadora de ruedas de cigarros a la cual le hicieron una adaptación técnica para ampliar la producción diaria. Añadió que «si se quiere repartir más es necesario producir más », y llamó al control de las materias primas, a elevar la calidad de los surtidos y evitar desví­os inescrupulosos de los terminados.

Según reportes de prensa, es el único lugar, excepto en el periplo por la cayerí­a Francés-Fragoso en agosto de 1963, donde el ministro de Industrias, ante un tablero de ajedrez, solicitó contrincantes y emprendió un duelo amistoso para desplegar inteligencia y creatividad. En el área del salón de actos, ante curiosos testigos, jugó tres partidas de ajedrez y salió victorioso.

En la despedida alentó a no desaprovechar el tiempo, y a apuntalar la producción y la economí­a.

Otros recuentos del Che quedan pendientes, pero no hay espacio para más. Un alto se impone por el momento en historias casi olvidadas.

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