Martí­, más que roca y lirio

Parece obelisco natural a la muerte porque el Héroe yace tendido mirando al infinito, viniendo al mundo cada de enero.

Compartir

Martí yacente
El Martí yacente ha sido bautizado por su incuestionable similitud con el rostro del Apóstol, y aunque no hay una sola señal que indique su ubicación, la mayoría de los pinareños ha aprendido a divisarlo desde el único punto posible, en la cima de una elevación situada en la carretera que enlaza a la comunidad El Moncada con el poblado de Viñales.
Mercedes Rodríguez García
Mercedes Rodrí­guez Garcí­a
3043
28 Enero 2018

Quiso la Naturaleza más occidental de Cuba hacerle un monumento bello y misterioso al Héroe Nacional.  

Parece a muchos obelisco natural a la muerte, porque tendido mira al infinito, pero en lo infinito siempre lo he visto renacido, viniendo al mundo cada enero.

Formación rocosa de Viñales. Paisaje fascinante, caprichosa geografí­a. ¿Por qué no cuna y sí­ tumba?  

Para divisarlo solo es posible desde la distancia, desde un punto singular donde crecen un pino y una palma. Entonces aparecen la frente, la nariz, el bigote, la barbilla... «Y la alfombra es puro helecho / Y los muros abedul, / Y la luz viene del techo / Del techo del cielo azul ».  

Homenaje natural y magní­fico a Martí­, en una húmeda colina, entre orquí­deas, donde crece un hí­brido que florece cada mayo. íšnico en el mundo, de sus pétalos magnos y de blancura extrema emana una fragancia leve. Cruzamiento de color y olor logrado por un horticultor japonés que vio en la noví­sima flor lo distintivo oriental sí­mbolo de pureza, clarividencia y libertad. Lirio José Martí­, le llamó aquel admirador venido del paí­s del Sol Naciente a tierra pinareña.

¡Lirio perpetuo!

Lirio Martí­
Hí­brido de lirio nipo-cubano que germinó en 1953 y al cual, Kenji Takeuchi, nombró José Martí­, en el centenario del natalicio del Apóstol. La planta atrae por su hermosura, con flores grandes y blancas de olor embriagador, en tanto proviene de dos variedades de la especie Lilium Longiflorum o Lirio Trompeta, considerada en Japón sí­mbolo de pureza, clarividencia y libertad.

Grandioso percibir al Héroe en la coloración-efluvio de la singular flor, divisarlo en las cumbres del   intramontano valle alcanzando su profético deseo. Obvio: «Duermo en mi cama de roca / Mi sueño dulce y profundo / Roza una abeja mi boca / Y crece en mi cuerpo el mundo ».

Espléndido sentirlo en esa comunión botánica-mineral de esencias afianzadas en fincas y cantera, bajo soles distintos de paseo y tormento, de rí­o y caballo, de cadena y grillete.    

Martí­ de Gelabert
Martí­ visto por el pincel del pintor Alexis Gelabert.

Hombre genial, animado por un espí­ritu creador que nunca se detuvo, Martí­ es perdurable, naciendo cada dí­a, más allá del lirio y de la roca, por su condición pura y encendida, por esa humanidad formidable capaz de engendrar y generar unidad en patria para todos y por el bien de todos.  

Él asombra, más allá del lirio y de la roca, por su mundo interno, inmenso y refulgente, universo de vivencias e intuiciones ante el cual palidecen eruditas cavilaciones enjuiciadoras y desdibuja el mejor de los lenguajes.    

Convence a caballo, pero ya es jinete sentenciado. Mejor de niño, en El Abra, sobre el corcel regalo de su padre.

Convence el Martí­, con el brazo acusador extendido al Norte, pero dispuesto a ayudar, a curar, a alertar. En México, en Guatemala, en Venezuela.

Martí­ raigal. Hijo también del Libertador, el de la estatua que visitó el viajero sin quitarse el polvo del camino, sin preguntar antes dónde se comí­a y se dormí­a.

Como todo individuo superior, Martí­, desde el primer grito a la vida, irradiaba luz de faro; luego, su palabra ardiente, en voz y en tinta.

¿Por qué sabí­a tanto este escritor, poeta y orador?

Genio de la polí­tica, de la literatura y del pensamiento universal, bebió y disfrutó, sorbo a sorbo todo lo que en su tiempo le rodeó. Vibraba, temblaba, conmoví­ase ante lo bello y frágil: zunzunes, sinsontes, jilgueros, una hoja de caimito, un pétalo de rosa, una mariposa, un pájaro carpintero, una bijirita... «No hay detalle pequeño en un hombre grande ».

Brillante discí­pulo de la carne propia, este hombre, «el hombre más puro de la raza », ha de seguir naciendo dí­a tras dí­a. ¡Muchos Martí­ nos hacen falta!, y no en los entresijos de las circunstancias.  

Martí­ es uno, en alma y en intento por la fijeza de su idea, por la firmeza de su carácter: umbilical, genético, heredado.

Martí­ de Dausell Valdés
«Martí­ », de Dausell Valdés.

Nada lo detuvo en el trayecto. Ni su Carmen que «no comparte mi devoción a mis tareas de hoy, pero compensa estas pequeñas injusticias con su cariño siempre tierno y con una exquisita consagración a esta delicada criatura que nuestra buena fortuna nos dio por hijo... » Junto a la esposa tejió una vez ensueños del paraí­so, pero su porvenir «es como la luz del carbón blanco, que se quema él para iluminar alrededor ».

Martí­ es perdurable, más allá del lirio y de la roca, porque el í­mpetu de sus ideas y la fuerza de su ejemplo continúan siendo compás de los revolucionarios en su nueva horneada. Martí­ asombra, más allá del lirio y de la roca porque él resume en él, el hálito los que fueron padres paradigmas, y en muchos otros, lo que fuera él, hijo sumo de la historia y de la vida.

El caballo mágico, 2003. Carlos Guzmán
«El caballo mágico », 2003. Carlos Guzmán. Técnica mixta sobre cartón 100 x 80 cm.

En este aciago transcurrir del siglo XXI, tan lleno de temores, de asechanzas y de peligros reales, el conocimiento se transmuta en valor, y urge levantar en la conciencia colectiva el ánimo martiano, los denuedos de Bolí­var. «La frecuencia de los grandes hombres da un deseo invencible de imitarlos. Si no se les ve de cerca, ni se les sospecha. ¿Cómo ha de nacer en el alma el andar que sólo despierta el estí­mulo? Estudiándolos se ve el lugar a que llegamos y la manera con que llegaron a él. Así­ dueños de sus mismas alas ». Dirí­ase que a Bolí­var y a Martí­ todos les debemos.

Y si es tremendo percibir al Héroe Nacional cubano en la coloración-efluvio del singular lirio, o divisarlo en las cumbres del   intramontano valle, envuelto en abedules y helechos, bañado el rostro pétreo de azul iluminado, colosal serí­a legitimar su gloria, no tanto en el acto exuberante de la Naturaleza, sino en un abrazo fecundo de humanidad, que no es el mero sentimiento fraterno de comunidad e idioma...

¡Qué el rostro de José Martí­ se vislumbre desde cualquier punto de su Isla! ¡Qué el Maestro emane de la nación misma!   En cuerpo y alma. En la piedra lanzada al cí­clope imperial por el hace medio siglo David reivindicado. En la flores del «vivir humilde », y el «trabajar mucho », perdurará el Maestro. Nadie nos lo impedirá. Y como a él, nada nos abatirá.

Martí­, más que roca, honda; más que lirio, hombre, Héroe, Apóstol renaciendo a toda hora.

Comentar