
«A ver si Sagua vuelve a ser lo que era », y ríe con alegría de niño viejo. Llegó a la Villa del Undoso con 10 años de edad y allí ha permanecido durante las últimas siete décadas. O sea, no hay quien le haga cuentos sobre las distintas «versiones » de la ciudad.
Antonio León Quintero se hizo hombre entre los bailes del Casino Español «sabrosas y lindas que eran aquellas noches »; recuerda las barredoras mecánicas que pasaban, dos veces al día, y desempolvaban las principales avenidas; añora los bancos de mármol del Parque Central, el teatro atestado para Celeste Mendoza y sus caderas mágicas y la música de las victrolas en los bares de esquina.

La nostalgia es inevitable, ¿verdad?
Sagua no tenía nada que envidiarle a una capital, y cuando oscurecía y se encendían las luces, ¡muchacha!, parecía un sueño. Siempre fue una ciudad importante, en todos los sentidos. Económicamente éramos un tren, y yo dudo que en el país entero haya otras tradiciones comparables a las nuestras.

O sea, que si una ciudad merece que se le dé una oportunidad para renacer, sería esta.
Usted no sabe lo feliz que me hace el haber vivido para ver todo lo que están haciendo.
Por ejemplo, los dos hoteles el Sagua y el Palacio Arenas constituyen parte de las memorias y del patrimonio arquitectónico de los sagí¼eros, el boulevard quedará nuevecito y se abrirán comercios que antes no existían.
Sin embargo, algunos piensan que estas obras solo beneficiarán a los turistas.
Gente desagradecida, que nunca falta. Este es un proyecto que llegará al pueblo entero, y lo sé porque uno habla con las personas y las escuchas contentas, animadas, comentando…
Sagua necesitaba que la “sacudieranâ€, porque el deterioro la tenía dormida y apagada, como en espera.
«Ven en unos meses y ya verás, porque si Dios y la virgen me lo permiten, la veré de nuevo, tan grande y elegante como siempre fue ».
(Foto: SMB)
La gente del Undoso
En la plaza José Luis Robau, o Parque Mausoleo, como todos lo conocen, Luis Sarduy Benavides comparte un banco con tres de sus amigos. «Aquí me siento, bajo la sombra de los árboles, y a ratos se me olvidan los achaques y los problemas, que nunca faltan ».
Con 64 años, labora como auxiliar de producción en la Clorososa de Sagua. Aún le restan 12 meses para jubilarse, «pero quisiera que el tiempo volara, porque trabajar con jóvenes se hace cada vez más difícil. A veces me parece que no le prestan atención a lo que se les explica o que no les importa nada. Es que aquí mismo, en el parque, uno los regaña cuando se ponen a jugar fútbol y estropean el césped y los bancos, y te responden con una grosería ».
Y falta que haría que todos entendieran que el cuidado de la ciudad es una responsabilidad colectiva…
¡Preciosa que va a quedar Sagua! De febrero para acá se armó una revolución constructiva y todos quisiéramos que los arreglos llegaran hasta cerquita de nuestras casas, aunque de una manera u otra así será. Hace mucho que la ciudad demandaba algo como esto, contundente, porque si continuábamos dejándola de lado se nos iba a caer en cualquier momento.
«Sin embargo, lo que más me preocupa es que luego de que nos la entreguen, hecha una princesa, la gente no la cuide. Las indisciplinas sociales están acabando con el patrimonio y pocos se duelen, o simplemente se dan por desentendidos. Yo creo que ese resulta el peor obstáculo a superar, pero de que nos sentimos agradecidos y la gran mayoría quiere ver a Sagua echando palante, no tengan dudas ».
De sentido de pertenencia y pasión por la patria chica conoce y «padece » Francisca Maira Reinoso Rojo, escritora e investigadora, aunque más promotora cultural que cualquier otra profesión. Con las manos como visera sobre los ojos, turbante rojo y mil abalorios dispersos entre el cuello, los largos dedos y los brazos, la encontramos frente al Parque Central ojos desorbitados y labios dispuestos en forma de O mientras una brigada cercenaba en anchos trozos los inmensos árboles que cubrían el área.

Arrastrando los pies y con 100 maldiciones en la punta de la lengua, un mulato viejo se alejaba de la escena, molesto porque ya no podrá leer su periódico bajo la caoba de siempre.



«Mire a ese señor: protesta, pero en el fondo sabe que si no talaban los árboles, acabarían destruyendo el parque, levantando el suelo y los bancos. Creo que en Sagua La Grande se está haciendo historia, y no solo por la magnitud del proyecto de remodelación y construcción, sino debido a que el actual proceso de transformación y socialización sí ha incluido al pueblo en la toma de decisiones. O sea, las instituciones no resultan las únicas protagonistas del cambio, también la población.
«La unidad constituye el elemento aglutinador indispensable para que el programa no se conciba solo como Sagua con todos, sino también para el bien de todos. No obstante, el vínculo colectivo no se alcanzará si los sagí¼eros desconocen el valor de su historia, y esa enseñanza deberá tener sus frentes en la casa y en la escuela. El sentido cívico de pertenencia genera orgullo que se traduce en celo y vigilancia para salvaguardar los tesoros de esta ciudad ».
Adriana de la Caridad Reyes Reinoso escucha a la madre y asiente con énfasis. El arte también es lo suyo, por lo que se convirtió en instructora de danza. Sin embargo, desde mucho antes supo de los valores de la unidad comunitaria y la participación social, pues más de 40 años atrás, Francisca creó el proyecto «Con la luz de su sonrisa », al que se sumarían el «Bonito y Sabroso » propone el rescate de la música tradicional cubana y «Martí entre las artes ».
« ¿Usted sabe por qué nos emociona tanto lo que está pasando en Sagua? Sencillo: la estrategia se elaboró no solo basándose en las prioridades y potencialidades económicas de la ciudad, sino en las necesidades de la población. Al menos para mí, que soy una mujer joven, esta resulta una de las maneras más honestas y efectivas para sentir la cercanía y el calor de la Revolución. Vivimos tiempos muy duros y no todo llega con la prontitud ideal, pero no estamos solos, y esa sensación no tiene precio ».
Alexis Estrada Mestre no llega a los 30 años de vida y nunca ha residido en otro sitio, «porque entonces viviría como un pez fuera del agua ». La locura del asfalto reventado y los andamios colgados en fachadas de siglo y medio le despiertan un no sé qué en el pecho. Ansiedad, pensaba al principio. Esperanza, según leí entre líneas.
«Me encanta todo lo que me cuentan de la Sagua antigua, y cuando veo a la gente con tanto embullo no me queda más remedio que decirme: “oye, esto va en serioâ€. Es decir, no se trata de que construyan porque sí, para inaugurar tres boberías que solo beneficien a unos pocos. Hablamos de decenas de objetos sociales de un impacto tremendo sobre la calidad de vida de los sagí¼eros, lo cual implica más oportunidades laborales y de desarrollo.

«Yo mismo, como trabajador de la Empresa Eléctrica de Sagua, participé en la eliminación de los viejos postes del boulevard, sustituidos por nuevos cables pretensados que eliminan riesgos si pasara un huracán. Uno ve el aporte y siente tremenda satisfacción, además de que también seré un beneficiado, ya que tendré más centros nocturnos, restaurantes y otros sitios para el esparcimiento a los que ir ».
Y a Sagua, por suerte, le sobra lo bueno. Aché para abrirse los caminos y gente con fe en lo divino y lo humano; memorias y luchas para conmover y hacerse del respeto inmediato de quien la conozca, sueños que se parecen al pueblo y personas decididas a cumplirlos. Para ser grande nuevamente, solo le faltaba la oportunidad.