
«Apareció en la pantalla el primer tema de Aventura, y me resultó indiferente. Pero cuando iba por el séptimo hit del grupo dominicano, comencé a sospechar que el viaje prometía ser poco sereno. Al unísono, el sonido del juego Candy Crush de la jovencita a mi lado. Y para llenar la copa, en la bocinita de otro pasajero, Chocolate con su Bajanda, seguido de lo último en el panorama del reguetón y el trap. Así fue mi viaje desde Santa Clara hasta La Habana ».
De esta manera relata Marta el entorno sonoro de la guagua en que viajaba. Una verdadera competencia por la hegemonía musical que vulneraba la amplificación de los audífonos de su teléfono.
Quizá para muchos lo sucedido a esta muchacha sea el retrato de sus vivencias en similares circunstancias. En los últimos tiempos la lucha por imponer el gusto musical de cada cual a las personas que le rodean se ha convertido en cotidiano. Lo mismo comparten espacio Joaquín Sabina con la Arrolladora Banda El Limón; que El Negrito y El Kokito le roban el show al pijama de Natti Natacha y Becky G.
Desde que comenzó la explosión de bocinas portátiles de variado tamaño, color y potencia, vivimos literalmente con una banda sonora a cuestas. Estos dispositivos resultan cómodos cuando de animar determinado ambiente se trata. ¿A dónde ha ido a parar el respeto al espacio público? ¿Se olvidan de que la contaminación acústica es dañina?
Música y salud van de la mano
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay límites aceptables para el ruido: 65 decibeles (dB) por el día y 55 en la noche. La capacidad auditiva empieza a deteriorarse a partir de los 75 dB, y si superan los 85 puede originarse la denominada sordera sensorineural progresiva.
Especialistas alertan de la relación entre la exposición al ruido, y la aparición de otras enfermedades como estrés, ansiedad, insomnio y problemas cardiovasculares; incluso, puede verse perjudicado el proceso de aprendizaje en los niños. Algo que parecen desconocer los DJ ambulantes en su afán por especular con la potencia de sus reproductores portátiles, convertidos ahora en signo del estatus social o, simplemente, tendencia de moda.
Las bocinas portátiles son dispositivos inalámbricos con capacidad para reproducir sonidos mediante la aplicación bluetooth desde un móvil, tableta o una memoria USB. El nivel del volumen depende del modelo de fabricación, de los cuales existen numerosos. En Cuba son adquiridas a través del mercado negro o en portales digitales de compraventa.
A pesar de ser los adolescentes y los jóvenes a quienes más se les achaca el uso de tales potenciadores de ruido, hay que decir que no son exclusivos de este grupo etario; aunque sí los más constantes en la posesión de las populares bocinas semejantes a maletas, las cuales alcanzan altos decibeles.
«Por frente a mi casa pasan niños de 12 y 13 años con música a todo volumen. En ocasiones no son nada jóvenes, he visto a adultos que llevan sus bocinas muy altas, imponiendo a su paso canciones que a ellos les gustan. Me parece una falta de respeto », así piensa Catalina íguila, una señora que se acerca a los 80 años.
«Los que gustan de andar por los lugares públicos con bocinas deberían emplear su tiempo en algo más productivo, molestan a los demás, porque vivimos en sociedad heterogénea en gustos y edades », recalca Melisa Rivas Pérez, peluquera en el salón Ponte Guapa.

Revistas como Science, Journal of Sport and Exercise Psychology y Alcoholism: Clinical and Experimental Research, aportan interesantes datos sobre los efectos de la música en nuestro organismo. Es beneficiosa para la circulación, ya que el diámetro de los vasos medido en la parte alta del brazo aumenta un 26 % al escuchar la música favorita. En cambio, las melodías calificadas como estresantes hacen que los vasos se contraigan un 6 %.
El tener de fondo una canción mientras desarrollamos alguna tarea cognitiva reduce el rendimiento. Asimismo, la música alta en los bares incita a beber más alcohol en menos tiempo, y cuanto más alto es el volumen, más rápido se consume la bebida.
Una conversación normal se encuentra, aproximadamente, a 30 decibeles, la música a elevados niveles en centros recreativos, conciertos o en reproductores de audio también el sonido de las motocicletas y armas de fuego llegan a emitir de 80 hasta 150 dB. Un solo impacto de ruido puede ser el causante de que la persona quede sorda.
Orden al desorde
El fenómeno no resulta nuevo. Los dispositivos portátiles actúan como detonantes. Mas, la realidad es que los hábitos bullangueros, que transitan desde el molesto antipregón, capaz de levantar a todo el vecindario a las seis de la mañana, hasta la pareja cincuentona con el radio de la motorina «repartiendo » noticias por doquier, están arraigadas en la sociedad cubana donde casi todo se grita y muy poco se susurra.
Cuando revisamos el significado del término contaminación acústica, vemos que hace referencia al ruido excesivo y molesto provocado por las actividades humanas como el tráfico, las industrias, los locales de ocio, aviones, que produce efectos negativos sobre la salud auditiva, física y mental de los seres vivos.
«Eso no está bien, nunca iría por la calle con una bocina o con mi celular con el altavoz conectado », afirma Thalía Meneses, alumna de preuniversitario.
En cambio, Leandro Castellón también estudiante piensa que «cada cual escucha la música que le gusta, hay que medirse en dependencia del espacio y la hora, pero si estoy en el parque pongo la música que yo quiero, es mi forma de expresarme ».
No obstante, la población se queja, y para valer sus razones cuenta con el amparo de regulaciones de los ministerios de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), Salud Pública, de Trabajo y Seguridad Social, y del Interior, que reglamentan el uso y proscriben los excesos.
«Las cuestiones relacionadas con el ruido constituyen indisciplinas sociales. Y para enfrentarlas están los agentes de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). Corresponde a la Fiscalía trasladar las quejas a las autoridades competentes rectoradas por Salud.
«La mayoría de los reportes se originan en centros recreativos estatales como El Sandino, o en locales de cuentapropistas. No hemos recibido, ni por la vía presencial ni por la línea única, quejas referentes a las bocinitas, tampoco contamos con una ley específica para este tipo de aparatos », destaca Yaidenys Pérez Romero, jefa del departamento de Atención al Ciudadano de la Fiscalía Provincial.
Un tema poco abordado es el de la contaminación acústica. En la actualidad, regida por la Ley 81 del Medio Ambiente, el decreto ley No. 200, aprobado en diciembre de 1999, y el No. 141, de 1988, que regula las contravenciones del orden interior. Entre las medidas establecidas figuran las sanciones monetarias, el decomiso de los medios utilizados para cometer la contravención, hasta la suspensión temporal o definitiva de licencias y permisos.
No importa si es el claxon de un auto, el grito de un vendedor, las fiestas populares o las bocinas inalámbricas. Los ruidos estridentes, además de constituir indisciplinas sociales, atentan contra el desarrollo pleno de las personas.
No hay porqué «musicalizar » la sociedad al gusto de cada cual ni mucho menos amplificarla más allá de lo permisible. Y si de volumen se trata, lo correcto y deseable sería bajar a cero los malos hábitos.
Regulaciones legales:
Ley 81/97 de Medio Ambiente, dictada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), que en su precepto 147, señala: «Queda prohibido emitir, verter o descargar sustancias, disponer desechos, producir sonidos, ruidos, olores, vibraciones y otros factores físicos que afecten o puedan afectar la salud humana o dañar la calidad de vida de la población ».
Decreto Ley 200/99 para Contravenciones en Materia de Medio Ambiente, que en su artículo 11 expresa que se consideran contravenciones los ruidos, vibraciones y otros factores físicos, y se impondrán las multas que para cada caso se establezcan; así, infringir las normas relativas a los niveles permisibles de sonido y ruidos, conlleva una multa de 200 pesos para las personas naturales y de 2 250 pesos para las jurídicas.
Ley 81/97 del CITMA, que establece que es esta entidad la facultada para realizar inspecciones e imponer medidas correctivas de adecuación a las disposiciones ambientales, fijar el plazo para cumplirlas y poner en conocimiento de la Fiscalía General de la República las acciones u omisiones que puedan constituir delito.
Decreto Ley 141/1988, que regula las contravenciones del orden interior y precisa en su Artículo 1: «Contraviene el orden público quien perturbe la tranquilidad de los vecinos, especialmente en horas de la noche, mediante el uso abusivo de aparatos electrónicos, o con otros ruidos molestos e innecesarios; celebre fiestas en su domicilio después de la una de la madrugada turbando la tranquilidad de los vecinos sin permiso de las autoridades competentes ».