Me hago un selfi, luego existo

En la era de los selfis, la superficialidad invade el terreno juvenil como peligrosa plaga. Pero, ¿qué se esconde tras esa maní­a egocéntrica y narcisista?

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Grupo de jóvenes tomándose un selfi.
(Foto: Andrés A. Castellanos Díaz)
Yinet Jiménez Hernández, Leslie Dí­az Monserrat, y Niurys Castillo Hernández y Yadira Mena Luis (estudiantes de Periodismo)
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23 Enero 2019

En la era de Internet, el éxito de la vida se cuenta por la calidad de los selfis. Tal vez el espí­ritu del joven Narciso, el protagonista del viejo mito griego sobre el amor excesivo por la belleza propia, encarnó en una generación que gusta de lucir bien y mostrárselo al mundo.

Tirarse una autofoto de vez en cuando no tiene problemas. Lo malo está en asumir como himno aquella canción del grupo Karamba y andar de foto en foto presumiendo, como la letra del tema: «Qué bonito estoy, qué rico estoy, cómo me quiero, nunca me voy a olvidar, sin mí­ me muero ».

Las redes sociales se convierten en una especie de espejo mágico, como el de la bruja de Blancanieves, donde muchos quieren ser los más bellos entre los bellos, y si la anatomí­a no ayuda, existen un montón de filtros para arreglar los pequeños detallitos que impiden la perfección. Tal parece que una nueva ola de narcisismo llegó junto a las nuevas tecnologí­as.

¿Dime, Facebook mágico, quiénes son los más bellos entre los bellos?

Según el sitio web www.significados.com, el vocablo selfie es neologismo del inglés empleado para referirse a una autofoto o autorretrato hecho con un teléfono inteligente u otro tipo de cámara digital y que se socializa a través de las redes sociales para llamar la atención o alardear de algo. En 2013 fue asumida como palabra del año por la editorial Oxford University Press, y en 2014  la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) la eligió como el término más popular en su versión castellanizada, selfi, que en 2018 apareció como una nueva entrada en el   diccionario de la Real Academia Española (RAE).

Joven haciéndose un selfi.
(Foto: Andrés A. Castellanos Dí­az)

Dentro de los tipos de selfis (esta es su plural en español) más populares se encuentran: boca de pez, trompa de pato (duck face), lengua fuera, mandando beso, alzando una ceja… y casi todos, para no absolutizar, pueden verse en los perfiles de jóvenes cubanos.

Según especialistas del Centro de Bienestar Universitario de la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas, el fenómeno de los selfis parte de una realidad tecnológica. Si las redes sociales no existiesen, tampoco este comportamiento se hubiera instaurado en la psicologí­a de los internautas.  

¿Son nuevos los selfis?

Aunque la modelo Paris Hilton aseguró que fue la pionera de los selfis, estos tienen una larga historia. Se dice que el primero data de 1839, cuando Robert Cornelius, empresario estadounidense y precursor en el campo de la fotografí­a, se tomó una imagen en su tienda de lámparas en Filadelfia, Estados Unidos.

Momento en que Bradley Cooper tomo uno de los sefis de los Oscar 2014.
(Foto: Tomada de Internet)

En 2014 la red social Twitter colapsó con el selfi más retuiteado de la historia. En medio de la ceremonia de los premios í“scar, la presentadora Ellen DeGeneres subió una foto posando junto a Bradley Cooper, Jennifer Lawrence y Meryl Streep, entre otros.

Momento en que Bradley Cooper tomo uno de los sefis de los Oscar 2014.
(Foto: Tomada de Internet)

Varios jóvenes de los preuniversitarios santaclareños conversaron con Vanguardia. Una de las entrevistadas comentó sobre la popularidad que una amiga ha conquistado al conseguir 839 likes en pocos dí­as. «Casi siempre lo consigue enseñando partes del cuerpo y ropas llamativas, como trajes de baño, chores vaqueros, etc. Los varones se retratan haciendo de malos, fumando y con gestos obscenos ».  

Tomarse un selfi puede estar impulsado por querer agradar a los otros. «Ello traspasa diametralmente los conceptos de autoimagen, autovaloración y autoestima; se sustenta en la idea obsesiva de la imagen personal, de construirla y socializarla », explica el máster en Psicologí­a Reinier Martí­n González.

Otro entrevistado comentó que se toma un selfi «cuando me compro alguna ropa nueva ». De lo contrario, no se atreverí­a a subir más de dos selfis con un vestuario de varias puestas. Su amiga asegura que siempre se los toma de cerca «para resaltar el color azul de mis ojos ». Por supuesto, no olvida detalles de maquillaje, filtros y calidad de las fotos. Porque, quieras o no, hay leyes inalterables en esta práctica: usar Snapchat (aplicación con filtro de realidad aumentada, por ejemplo, que te hace   orejas y nariz de gatos), teléfonos iPhone de 7 u 8 plus o Samsung S9, pero ¡ojo!, ¡en modo retrato!

«Nos tiramos selfis por estar a la moda. Me tomo de cinco a seis a diario, dependiendo de si voy o no a subir alguno. Todo el mundo quiere pegarse a las personas que más likes tienen para ganar popularidad en Facebook », agregan varios adolescentes. Y revelan que la clave del éxito para sus autorretratos modernos es etiquetar a los popularí­simos, aunque no hayan cruzado palabra nunca en la vida.

Cuelo un selfi y moveré el mundo

Ante la arista sui generis de las relaciones interpersonales, el psicólogo Reinier Martí­nez González contempla la naturaleza social que impulsa a las personas. «Por un lado, está el fenómeno social por contagio tí­pico de los jóvenes, de estar a la moda, de sentirse atractivos en su contexto grupal, sea cual fuere su orientación sexual. Por otro, el comportamiento “patológico”, enfermizo de base, que puede llegar a niveles absurdos ».

Antiguamente, los adolescentes se empeñaban en potenciar sus relaciones sociales en su ámbito de acción; ahora, con las nuevas realidades, se suma el reforzar las relaciones sociales en las redes.

Los estudiantes más populares, «selfí­ticamente » hablando, se organizan en grupos. Aquellos que no corren con suerte en esta empresa parece que no existieran: «Casper, el fantasmita », me revelan los entrevistados. Y peor aún pudieran ser juzgados aquellos que no tengan perfil en Facebook o Instagram; en el argot de los adolescentes, un «cheo » o descoordinado.

Jóvenes tomándose selfis.
(Foto: Andrés A. Castellanos Dí­az)

Más allá de las poses trilladas y repetitivas, sensuales y eróticas por naturaleza, existen otras que exponen las rutinas diarias cronométricamente. Dichos selfis rozan el terreno de lo superficial e irrelevante: «yo, en la escuela o trabajo », «yo, en mi casa comiendo », «yo, haciendo ejercicios »: el yoí­simo personificado. La exposición desmedida de la intimidad convierte la vida personal en un diario público.

Martí­nez González añadió que en muchas ocasiones, a estos comportamientos se asocian bajos niveles de autoestima. Asimismo, las personas con complejo de su imagen y no hablamos de personas con defectos fí­sicos y que se sienten en soledad necesitan compañí­a así­ sea en un mundo virtual.

Otros efectos causa el captar incesantemente las experiencias de vida con la cámara del celular. Lo asegura Giuliana Mazzoni, profesora de Psicologí­a de la Universidad de Hull en Inglaterra, en entrevista a BBC Mundo. «Cuando sabemos que todo queda registrado “para verlo después”, no solo prestamos menos atención, sino que puede disminuir la codificación de esos eventos en la memoria ». Las experiencias se vuelven menos memorables porque los recuerdos son menos accesibles.

Ilustración de Alfredo Martirena sobre los selfis.
(Ilustración: Alfredo Martirena)

Mazzoni agrega la falta de espontaneidad, causada por poses artificiales establecidas por el canon del momento. Como consecuencia, la imagen de la persona se distorsiona y crea un falso concepto de identidad. En pocas palabras, en las redes sociales no somos quienes somos: una antí­tesis peligrosa.    

Superficialidad aparte, Yohandra Rodrí­guez Martí­nez, también especialista del Centro de Bienestar de la casa de altos estudios, insiste en que, a pesar de la novedad de la «selfitis », existen estudios que patentizan el carácter patológico de la compulsiva maní­a fotográfica. Alimentándose de comentarios y likes, estas conductas egocéntricas y narcisistas son condiciones imprescindibles para la plena realización personal.

«Al final nadie va a ser mejor persona por tener más o menos likes. Voy a seguir siendo yo mismo. Los likes no definen la personalidad. Pero sé que en mi escuela es importante, y uno lo hace por seguir la moda », comenta uno de los jóvenes entrevistados, quien debe seguir el canon para no ser la nota discordante.

Mas la vida, a la larga, va mucho más allá de la moda. Los selfies de hoy pueden ser la vergí¼enza de mañana. Por eso, una foto de vez en cuando está bien, pero tú, existe, vive, aunque no queden fotos para constatarlo.

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