José Martí­ en la familia Garcí­a Caturla

Detalles de cómo la familia del juez y universal músico remediano Alejandro Garcí­a Caturla respetó y contribuyó a preservar el legado del Apóstol José Martí­.

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Casa Museo Alejandro García Caturla.
La casa de la familia fue convertida desde 1975 en el Museo Casa Alejandro García Caturla. (Foto: Luis Machado Ordetx/Archivo de Vanguardia)
MsC. Marí­a Aleyda Hernández Suárez
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28 Enero 2019

En 1920 la casona colonial ubicada en la manzana limitada por las calles General Carrillo, Alejandro del Rí­o y Santiago, en plena Plaza Isabel II, recibirí­a al matrimonio formado por Silvino Garcí­a Balmaseda y Diana de Caturla y Garcí­a y a sus hijos Alejandro, Laudelina, Berta y Othón. A partir del 31 de mayo de 1975 en ese edificio abrí­a sus puertas el Museo Casa Alejandro Garcí­a Caturla para rendir tributo de recordación al más universal de los remedianos.

 

Silvino Garcí­a Balmaseda.
Silvino Garcí­a Balmaseda. (Foto: Tomada de Internet)

La familia Garcí­a Caturla se inserta en la memoria histórica de San Juan de los Remedios. El Comandante Garcí­a Balmaseda descendí­a de patriotas por lí­nea paterna, los Garcí­a-Conde y Carrillo, y por la materna, de una antigua estirpe remediana, los Balmaseda. Procurador de profesión, se dedicó también a la administración de bienes. El 24 de marzo de 1905 contrajo matrimonio con su prima Diana Victoria de Caturla y Garcí­a-Conde, con familiares relacionados con las altas esferas polí­ticas y financieras del paí­s y de posición económica desahogada.  

Silvino Garcí­a Balmaseda (10 de febrero de 1879-2 de septiembre de 1959), hijo de Alejandro Garcí­a-Conde y Carrillo, junto a sus hermanos Juan, Joaquí­n y Francisco, formó el grupo patriótico que la historia local define, por su destacada participación en la Guerra de los Diez Años, como los Hermanos Garcí­a. Apenas un adolescente, se unió a las fuerzas independentistas en 1895 y llega a ser uno de los más cercanos colaboradores del brigadier José González Planas. En el periodo republicano, como otros tantos oficiales del Ejército Libertador, se dedicó a realizar obras en beneficio social como fueron: la donación de territorios de su propiedad en Punta Brava para la construcción del hospital de Caibarién,  integrar el Patronato fundador del Museo José Marí­a Espinosa hoy Museo Francisco Javier Balmaseda y el Comité Gestor para la fundación de la Biblioteca Pública José Martí­ de Remedios.

La luminosa frente, obra de Conrado Massaguer.
La luminosa frente, obra de Conrado Massaguer.

En el Museo Caturla, en la primera habitación de la derecha entrando, aún se conserva el despacho que ocupara Silvino Garcí­a cuando a partir de 1911 se hizo procurador público. En este espacio pueden apreciarse fotos, muebles, libros y otros objetos, tal y como se encontraban cuando eran usados por su dueño. En este ambiente se respira una fuerte presencia martiana: la copia impresa de La luminosa frente, de Conrado Massaguer, enmarcada y colgada en la pared, un busto de medianas proporciones sobre un librero giratorio y diversas publicaciones relacionadas con la obra del Maestro que constituyen una parte de la voluminosa biblioteca. Entre estos libros, pertenecientes a la Sección de Publicaciones y debidamente protegidos a través del sistema de documentación de los museos, se encuentran: José Martí­. Ideario de Isidro Méndez, Epistolario de José Martí­, de Félix Lizaso, Martí­ periodista, de Gonzalo de Quesada y Miranda, Martí­ en España, de Emilio Roig, Código Martiano, de Carlos Alberto Martí­nez Fortún, y otros hasta completar la cifra de 35 que demuestran la admiración que este patriota sentí­a por el apóstol de la independencia de Cuba.

Alejandro Garcí­a Caturla, músico y abogado, tuvo una corta vida (7 de marzo de 1906-12 de noviembre de 1940) pletórica de actividades tanto en el ámbito cultural como en el de la jurisprudencia. El 15 de julio de 1933 Alejandro y Othón Garcí­a Caturla, con la colaboración de Nicolás Guillén, José Antonio Portuondo, Juan Marinello, Manuel Navarro Luna, José Ardévol y Eugenio Florit, entre otros intelectuales cubanos, editaban el primer número de la revista Atalaya, publicación progresista de influjo martiano. «José Martí­ será nuestro guí­a. Quien mejor que él, Maestro excelso, puede fijarnos los derroteros a seguir, él que oteó en todos los horizontes y en cada uno dejó muestra de su genio proteico. Atalaya será un vocero de la actualidad infinitamente proteiforme, de las manifestaciones artí­sticas y literarias […] Atalaya: sección depurada de la producción intelectual en devenir, en favor de la liberación y el progreso del espí­ritu colectivo […] ».

En el número inicial se hace una valoración del libro Martí­, de Jorge Mañach, donde se destaca la humanización que realiza el autor de una figura que se habí­a convertido en «dios tropical de verbo cálido y florido », y en la sección «Divulgación martiana » se reproduce un fragmento del discurso pronunciado por el Apóstol el 26 de noviembre de 1891 en la velada ofrecida por el Club Ignacio Agramonte en Tampa.  

Alejandro Garcí­a Caturla.
Alejandro Garcí­a Caturla.
Othón Garcí­a Caturla.
Othón Garcí­a Caturla.

Othón Garcí­a Caturla (6 de febrero de 1912 -Puerto Rico, 6 de agosto de 1981) fue abogado, escritor, músico y funda, al frente de un Comité Gestor, el 28 de enero de 1936, la Biblioteca Pública José Martí­ de Remedios. En la inauguración de esa institución, a la que asistió Dulce Marí­a Borrero, directora de Cultura de la Secretarí­a de Educación, Othón Garcí­a pronuncia un discurso en el que subraya: «El Comité Gestor de la Biblioteca, que ha trabajado cinco años, ve hoy su esfuerzo coronado por el triunfo. Aquel iluminado que se llamó José Julián Martí­ y Pérez dijo en ocasión memorable que “hacer es la mejor manera de decir”. Ningún homenaje mejor a su memoria pudiéramos rendirle hoy que se conmemora su natalicio, que la apertura de la Biblioteca: sus palabras tienen fiel cumplimiento: su pensamiento es interpretado y una realidad perpetuará su nombre, y la difusión de su vida, su personalidad y su obra perpetuará su espí­ritu. El también dijo que “saber leer es saber andar, saber escribir es saber ascender”. ¡Y a la Biblioteca se va a venir a leer y a escribir! »

Entre legajos reclamatorios, libros de leyes, novelas, poesí­a e infinidad de partituras se deslizaba imperecedera la figura del cubano infinito, inspirando a toda una familia. Silvino, Alejandro y Othón lo asumieron como paradigma en cada una de sus disí­miles obras; porque, como señala el precepto martiano, «El que no sabe honrar a los grandes no es digno de descender de ellos ».

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