Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.
José Martí
«Nunca pensé ser maestro, sino escritor ». Y la vida, a sabiendas del gran pedagogo que Cuba hubiera podido perder, le regaló la profesión por partida doble. Ahora nos confiesa que encontró en la educación el sentido de su vida.
Pablo René Estévez Rodríguez comenzó su camino a los 14 años, lápiz, cartilla y manual en sus manos. Mucho trecho le quedaría por delante: becario, profesor universitario, doctor en Ciencias Filosóficas, profesor titular… A pesar de haber ganado reconocimientos y premios que solo un hombre de su talla podría merecer, aún siente que puede aportar a su pueblo.
¿Pensó que le otorgarían el Premio Nacional de Pedagogía 2018?
Me nominaron en 2016 y 2017. Se podía considerar que estaba en lista, pero uno siempre tiene la duda de cuándo y si lo darán algún día. Este galardón sorprende, asusta, sobre todo al saber que lo han recibido Fidel Castro Ruz, Armando Hart Dávalos, Asela de los Santos Tamayo y José Ramón Fernández (el Gallego Fernández). Ahí está la cumbre de la pedagogía cubana. Y Villa Clara tiene un gran honor, porque de los premios nacionales hay cuatro que son de nuestra provincia.
Usted ahora integra la pléyade pedagógica de la isla. ¿Qué se propone en adelante?
Siempre digo que este premio, más que un reconocimiento, es un compromiso. Después de recibirlo hay que merecerlo todos los días, porque te instaura en un estatus donde la gente tiene expectativas sobre tu trabajo.
«Me siento con una nueva energía y una gran felicidad. Para mí el verdadero premio no es el diploma, sino aparecer en las fotos de los laureados que en la galería de la Asociación de Pedagogos de Cuba rodean a Fidel. Es un honor que uno agradece ».
Autor de 11 libros sobre filosofía de la educación, estética y educación estético-ambiental, y más de 20 obras de literatura para niños y jóvenes, Pablo René Estévez continúa enseñando luego de rebasar los 72 años.
«Soy el coordinador general de un proyecto que se llama Educar para el bien y la belleza, basado en uno de los libros que utilizan mi metodología, mi concepto de la educación estética en Cuba. Este proyecto parte de una concepción transartística, transcultural y transdisciplinar de la educación estética, lo cual es novedoso en el país.
«Por desgracia, hay dificultades en el perfeccionamiento de este componente. Prácticamente no se estudia la estética, y se puede decir que los maestros no están preparados de manera adecuada para visualizar lo estético con el sentido transversal ».

Hacia una estética de la convivencia, uno de los libros del Premio Nacional de Pedagogía 2018, ahonda en la importancia del amor, la armonía y la empatía colectivos para cultivar una sociedad justa y equilibrada.
¿Cómo trabajar la estética para lograr resultados tangibles en la sociedad cubana?
Estas metodologías pueden ser implementadas en cualquier nivel de enseñanza. Una es «El niño bonito », basada en las ideas martianas, donde se explica la belleza humana a través de la bondad. Otra, la de «Medidas y cuidados », que generalmente no se aplica por ser muy antigua, pues Aristóteles ya la utilizaba en su época. Sin embargo, tiene un vínculo muy fuerte con las ideas martianas, cuando el Apóstol le habla a María Mantilla sobre el problema de que el vaso no debe ser más que la flor.
«La primera se está aplicando en la primaria María Dámasa Jova con muy buenos resultados. Nuestra esperanza es hacerla extensible a los restantes municipios de la provincia. Este trabajo debe revertirse; tener un impacto en la escuela, la familia y la comunidad. Como decía Pablo Freire: "Nadie educa a nadie, todos nos educamos por la sociedad". En el problema de la educación, el maestro tiene un papel fundamental porque la escuela es la institución estatal para trabajar y educar a la joven generación ».
¿Qué consejo les daría a los educadores que no se percatan de la trascendencia social de su labor? ¿Qué consejo les daría a aquellos estudiantes que optan por ser profesores sin tener la vocación de enseñar?
Cuando se es joven existe una tendencia a desaprovechar el tiempo, las oportunidades que ofrece Cuba y que no están en otras partes del mundo. Yo les diría a los maestros y a los profesores: Pongan el corazón. Motívense.
«Hago extensiva una idea que he mencionado varias veces en estos días: es necesario vivir de forma que no sintamos pena por los años transcurridos, para, al morir, decir que todas nuestras energías, todas nuestras fuerzas fueron entregadas al bien de la Humanidad ».
Ahora el pedagogo, lejos de presumir del cuadro colgado en la pared de su casa, elogia la frase martiana, humilde pero rotunda, que está en el centro: «El secreto del éxito es dedicarse por entero a un fin ». Y si ese fin es el de educar a un pueblo, no hay más de qué hablar: para Pablo René Estévez la suerte siempre estuvo echada.