
Ella habla a través de la mirada. No esquiva los ojos y las palabras le salen del corazón. Lleva 29 cursos frente al aula y siempre trata de usted a sus alumnos. «Eso es respeto », dice Deysi Caridad Nodarse Rodríguez.

Entonces esta mujer que tengo frente a mí suspira hondo. Comienza a narrar su largo periplo por varios centros educacionales de la geografía villaclareña, sobre todo en Santa Clara, Ranchuelo específicamente en el poblado de Esperanza y ahora en Calabazar de Sagua, en Encrucijada. Mientras la escucho se me eriza la piel al pensar que inició el camino del magisterio justo cuando la economía cubana tocó fondo. Cuando muchos pedagogos abandonaban el sector porque el salario no les alcanzaba.
Sin embargo, Deysi no se amilanó ni se dejó vencer por los apretujones del bolsillo, los apagones y los graves problemas en el transporte. En el curso 1989-1990 dejó el uniforme color verde de la Escuela Formadora de Maestros, y con dos meses de embarazo se puso por primera vez ante el pizarrón, con tiza y borrador en mano.
«Era un grupo de 24 estudiantes de 2. º grado rememora, y no niego que me puse muy nerviosa. Ha sido el momento más difícil de mi carrera. Contaba con la asesoría de una maestra de mayor experiencia que me visitaba cada clase, hasta que un buen día me dejó sola porque consideró que ya tenía el valor y los conocimientos necesarios para enfrentar a los estudiantes sin su ayuda. Lamento no recordar su nombre, pues le estoy muy agradecida ».
Durante esa etapa, y a la par de la gestación, Deysi inició la Licenciatura en Maestra Primaria, en la modalidad de curso por encuentros. Todavía no se explica cómo pudo vencer cada materia, entre los viajes al Pedagógico, la barriga creciendo, atender la casa y asistir cada día a la escuela Olga Alonso, de Santa Clara.
«Fueron seis años viajando. Ya vivía en Esperanza y con la niña chiquita. La licencia de maternidad fue de solo tres meses. No puedo olvidar el apoyo incondicional de mi esposo, Pedro Antonio Noya Calcines, graduado de profesor de Educación Física y ahora trabajador del Inder de Encrucijada. Otros miembros de la familia también me ayudaron mucho. Mi mamá, sobre todo, pero al fallecer ella tuvimos que venir a vivir para Calabazar a cuidar a mi papá ».

Corrían los años 90. La situación económica se tornaba cada vez más tensa, pero a la vez crecía mi amor por el magisterio. Durante dos cursos, cada madrugada exactamente a las 4:00 a.m. Deysi se levantaba para llegar a tiempo a la escuela José Martí, en Santa Clara, porque todavía no había conseguido el traslado. El esposo la acompañaba hasta las calles más iluminadas de Calabazar, con la preocupación de haber dejado a su niña, Yanet, durmiendo sola en la casa.
Más tarde, y desde hace 20 años, comenzó a trabajar en el seminternado Antonio Maceo, en Calabazar de Sagua.
«Aquí he vivido momentos inolvidables. Todos los niños me han enseñado a amar cada día más lo que hago. Me supero y no le temo a las dificultades. Por eso me considero una persona fuerte ».
Tan fuerte que en el 2000 decidió tener otro hijo. Y nació Yoandry mientras el padre cumplía misión en Venezuela.
«Otra vez me sentí en una encrucijada, y no justamente en el pueblo donde vivo, sino algo muy personal. Alegría por mi hijo, pero congojas por saber a mi esposo lejos. Entonces volví a sobreponerme. A los ocho años el niño empezó a padecer de epilepsia. Una situación que enfrenté sola y sin dejar de asistir al aula, porque creo que los problemas personales no pueden interferir en los laborales ».
De tal manera, entregando un poco de sí a la familia y otro tanto a los alumnos, Deysi cuenta con un reconocido aval en el magisterio. Su mayor satisfacción es ver cómo el estudiante se apropia de los conocimientos impartidos. Para ello busca todas las vías posibles. Crea medios de enseñanza, se prepara todos los días.
«Hoy soy maestra de 6. º grado, pero en dos ocasiones he transitado todo el ciclo, desde 1. º. Me gustaría repetir esa experiencia, pues es muy enriquecedora. Te compenetras mejor con el alumno y su familia ».

De todas las asignaturas que imparte, la más complicada para esta educadora es Historia de Cuba, porque según ella: «No puede ser un monólogo. Hay que transmitirle al alumno vivencias de hechos que él no conoció. Hace falta acudir mucho al libro de texto, al laminario, las películas y los softwares educativos. Me auxilio mucho de la bibliotecaria y del profesor de Computación ».
Por su consagración y entrega a la educación, además de su humildad, sensibilidad y serenidad, Deysi Caridad Nodarse Rodríguez mereció en 2018 el Premio Especial del Ministerio de Educación. Se trata del mayor reconocimiento a quienes día a día alcanzan los mejores resultados en el desempeño profesional.