La vida de una fábrica contada por su gente

La UEB Embotelladora Calabazar emergió de una profunda crisis hasta convertirse en insignia en Villa Clara.

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Embotelladora Calabazar en Encrucijada, Villa Clara
UEB Embotelladora Calabazar de Villa Clara. (Foto: Carlos Rodríguez Torres)
Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
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15 Marzo 2019

Luis Zanetti Navarro conoce al dedillo la historia de la fábrica desde su nacimiento hasta hoy, y sabe lo que costó sacarla de la crisis de los años 90 del pasado siglo, cuando quedaron solo 15 trabajadores y una insignificante lí­nea productiva cuyo cierre parecí­a inminente.

Sin embargo, esta industria se sobrepuso a las circunstancias del perí­odo especial y ahora es una floreciente fábrica con producciones diversificadas que van desde el apreciado ron refino Decano de 34 grados hasta el gustado refresco Coral de bolsa.

Embotelladora Calabazar en Encrucijada, Villa Clara
Llenar los envases de ron Decano, sellar su tapa y ponerle la etiqueta identificativa es parte del proceso productivo. (Foto: Carlos Rodrí­guez Torres)

Allí­ laboran 134 trabajadores, y Zanetti, el sagí¼ero devenido calabaceño, los sigue dirigiendo desde que en 1994 le dieron esa encomienda y la indicación expresa de que cualquier cosa podí­a suceder, menos el cierre de la fábrica.

Ahora, el centro Vanguardia Nacional del Sindicato de la Industria Alimentaria y la Pesca por cuatro años consecutivos produce cada dí­a unas 1600 cajas de ron, de seis pomos cada una; 1400 de sirope, y entre 50 000 y 60 000 bolsas de refresco Coral.

La estabilidad de sus obreros es alta, poseen una elevada capacitación profesional, y al cierre del 2018 el salario promedio se comportó en 862.00 pesos por trabajador.

Soplar y hacer pomos

Ya no se trata de soplar y hacer botellas, como el consabido dicho, sino de soplar y hacer pomos plásticos de 1,5 litros para envasar sirope o ron refino Decano.

Son tres turnos de trabajo y un flujo ininterrumpido de 24 horas. En cada máquina, de procedencia china hay dos, aunque   una está fuera de servicio, deben hacerse 3200 pomos en ocho horas de trabajo. Realmente promedian a razón de 3800, lo que representa un sobrecumplimiento diario del 120 %.

Embotelladora Calabazar en Encrucijada, Villa Clara
La fiscalización de la calidad es clave dentro del proceso productivo. (Foto: Carlos Rodrí­guez Torres)

Al frente de la brigada está Duniel López Quintanal, quien con 28 años tiene la responsabilidad de velar por la calidad. Y confiesa estar enamorado de su trabajo y sentirse orgulloso de pertenecer a un colectivo laboral unido, con un jefe ejemplar y entusiasta.

«La máquina lo hace todo, pero cada obrero tiene la responsabilidad de que los pomos salgan sin defectos, parte importante para garantizar la máxima eficacia ». Y la consiguen.

Embolsar el «Coral »

Realmente es un refresco que apetece la población y puede ser degustado en diferentes sabores, aunque los de melón y naranja tienen mayor aceptación.

El lí­quido viene en bolsas de 250 mililitros, y cada una de las dos máquinas existentes envasa 40 bolsas por minuto, a razón de 19 200 por turno de trabajo de ocho horas.

Se trata de un proceso dinámico, pero requiere pericia del operario para acomodar bien los rollos de nailon, y luego regular la cantidad exacta de refresco para cada bolsa.

También se debe estar atento por si alguna bolsita se rompe o el lí­quido se agota y/o disminuye su intensidad, algo que se adquiere con la experiencia, refiere Sandy Sánchez Reyes, quien hace 16 años se inició como embolsador del refresco Coral.

Según nos explica Sandy ahora cumple funciones de jefe de las tres brigadas existentes, hay que estar a la viva para no desperdiciar la materia prima y ajustarse a los parámetros de calidad establecidos.

«Vengo a cualquier hora, incluida la madrugada, para comprobar que todo marche como corresponde, y de oí­do sé cuándo algo en la máquina no anda bien ».

Donde la calidad se verifica

Ningún proceso productivo puede estar ajeno al control de su calidad, mucho menos aquellos destinados a satisfacer necesidades humanas.

De ahí­ la jerarquí­a del laboratorio de la UEB Embotelladora Calabazar, que lleva el nombre del mártir Oscar Ví­ctor Carvajal Calderón, un joven natural de El Santo, Encrucijada, quien murió en EE. UU. como miembro de los í“rganos de la Seguridad del Estado.

Embotelladora Calabazar en Encrucijada, Villa Clara
La prueba del alcoholí­metro garantiza que el ron Decano salga de la fábrica con los 34 grados establecidos. (Foto: Carlos Rodrí­guez Torres)

Allí­, donde se le realizan rigurosas pruebas a cada producto, sobresale la labor de Lisey Franco Herrera, de 26 años, para quien su trabajo «es de los más importantes, pues evalúa la calidad de todo lo que acá se elabora. Medimos olor, sabor, grado alcohólico, acidez, niveles de sólidos solubles (azúcar) y, además, velamos por que el agua tratada para hacer el ron y el sirope cumpla con los parámetros establecidos ».

Y como vista hace fe, a instancias nuestras realizó la prueba del alcoholí­metro para medir si el ron Decano poseí­a los 34 grados de alcohol requeridos.

«La muestra debe enfriarse a 20 grados, para no falsear el grado alcohólico », dijo Lisey.

También conocimos a otro de los veteranos, considerado por Zanetti su brazo derecho: Juan Artiles Rangel, quien desde 1994 ocupa la responsabilidad de jefe de producción.

Con humildad, Artiles nos comentó que su jornada laboral nunca es de menos de 12 horas, y la cumple con satisfacción:

«Esta fábrica tocó fondo en 1994, pues su tecnologí­a, de procedencia búlgara, era alta consumidora de petróleo y estuvimos a punto de desaparecer; pero gracias a Zanetti, a Joaquí­n Ruiz (Quino) quien por entonces dirigí­a la empresa provincial de Bebidas y Refrescos (Embeli) y, sobre todo, al compromiso de los trabajadores, supimos sobreponernos, y mire ahora cómo estamos. Seguiremos adelante, no lo dude ».

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