
Próximamente se hará realidad en Santa Clara otro sueño de la Revolución, otro sueño de Fidel y de Raúl. Ese día abrirá sus puertas una escuela especial para niños con discapacidades físico-motoras de la región central de Cuba, tercera de su tipo en el país, cuya matrícula será de 120 alumnos.
Ubicada exactamente en lo que fuera el internado Marta Abreu, la nueva institución docente ha sufrido una reparación total, embellecidas sus instalaciones y adecuadas a niños y niñas necesitados de un tratamiento diferenciado.

Será un momento de una emoción extraordinaria, pues, entre muchas razones, significa hacer realidad el anhelo de Fidel de contar con escuelas semejantes a la «Solidaridad con Panamá » en otros lugares de la geografía cubana; al tiempo, que ratifica la voluntad del Estado Socialista cubano de apostar por el bienestar de su mayor tesoro: la niñez.
Y entre las tantas personas llenas de felicidad por el acontecimiento estará una educadora santaclareña que rebasa las nueve décadas de vida, quien se consagró en cuerpo y alma a la tarea de dirigir y formar las nuevas generaciones.
Se llama Miriam Meneses García y constituye toda una autoridad en la enseñanza especial en Cuba, con más de cuatro décadas de fructífero trabajo al frente de varios instituciones educativas.
Miriam nació el mismo día del Apóstol José Martí, pero del año 1928 y quizás esa coincidencia fortuita influyera para se diera toda al magisterio, con más de una década como directora del concentrado rural del Yabú, cuatro años en el internado Marta Abreu, que ahora renace, y más de 20 años al frente de la Casita nro 3 de Niños sin Amparo Familiar, en Santa Clara.
Fue de la estirpe de esas directoras austeras, de recio carácter y llenas de bondad que dejaron una huella indeleble en cientos de educandos de diversas generaciones, para muchos de los cuales es simplemente Mami Miriam.
En su caso, con una particularidad consagratoria: vivía prácticamente en las escuelas y solo salía a funciones propias del cargo o algún fin de semana a ver a unos padres maravillosos y comprensivos.
La vida no le dio hijos, pero tiene la dicha de gozar del amor, cariño y respeto de quienes un día fueron sus alumnos y también de los hijos y nietos de aquellos en los que sembró la semilla de la honradez, la bondad y buena conducta.
En la sala de su casa –donde pasa casi todo el día pegada a la radio, oyendo la CMHW, su emisora favorita-, conversamos con Miriam sobre su estancia como directora en el Internado Marta Abreu, que ahora convertido en escuela especial reanuda la senda de la enseñanza, esa obra de infinito amor, como la calificara el Maestro.
- ¿Cómo llega Miriam a la dirección del Internado Marta Abreu?
- «Hubo una visita de La Habana y solicitan una directora para el internado Marta Abreu, pues había problemas, y por el Partido me dan la tarea de ir allí.

«Al saber de mi nueva responsabilidad, un compañero mío, llamado Emilio Morales, entonces funcionario de Educación Municipal, me dijo medio en broma y medio en serio: “Tienes dos caminos: cubrirte de gloria o lo que imaginas, cubrirte de m… »â€
«Recuerdo asumí en 1983, pues hacía dos años había regresado de Nicaragua, donde cumplí misión internacionalista. Al llegar al Internado, aquello estaba fuera de control. Un panorama feo, con niños sucios, despeinados, y los de raza negra, como yo, con las pasas alborotadas.
«Al preguntar, una de las compañeras, me dijo: “Bueno, nosotros no sabemos peinar pasasâ€. Le respondí: “Pues mire, la razón de estar ustedes aquí son esas pasas y si no saben peinar pasas, me piden la baja, que yo con gusto se las doy.
«El internado estaba destruido. Me fui para la fábrica de Traviesas, le pedí una entrevista al director y le solicité apadrinar la escuela. Lo hizo de manera maravillosa y puso todo lindo, con tazas sanitarias nuevas. Hermoso de verdad ».
- ¿Y logró ponerlo en cintura, como decimos en buen cubano?
-Claro. Mejoró mucho la disciplina; al extremo, luego venía mucha gente de la Nacional, pues todas las visitas que se perdían en Santa Clara iban a parar al Internado. Al preguntar la razón, un funcionario del MINED Nacional, de apellido Balmonte, me respondió: “Vienen a aprender de ustedâ€.
«Yo vivía y dormía en la escuela las 24 horas. No salía a nada, o a casi nada. Había más de 200 alumnos. Y si al inicio existía una situación desastrosa, con el apoyo del Gobierno, del Partido, de la dirección municipal de Educación y mis maestros, logré cambiar el panorama.
«Instauramos una buena disciplina, creamos la biblioteca del centro, y montamos varios coros con los estudiantes. También completé el cuerpo de docentes y demás trabajadores de servicio. Igualmente conseguí crear un consultorio del Médico de la Familia, un salón dental y una enfermería, con todas las condiciones ».

- ¿Puede usted explicar cómo consiguió esas transformaciones?
-Siempre he sido una enamorada de mi trabajo, pues no hay mejor obra que la hecha con amor. Como directora, me encantaba trabajar con la juventud, con los maestros jóvenes, para enseñarlos a mi forma.
«He sido siempre partidaria del entusiasmo juvenil, de su embullo, de su espontaneidad, incluso hasta de su risa, por eso ganaba todos los chequeos de emulación que se hacían entre escuelas y centros internos.
«Cuando había algún problema de salud en horas nocturnas, le decía a mi enfermera: “Mira, regresa al Internado, tu eres más importante allá de noche que yoâ€. Y me quedaba en el Infantil con mi alumno ingresado.
«Realmente no me gustaba salir del centro, ni a reuniones ni a nada. Acostumbré a mis alumnos a vivir en el respeto. Eran incapaces de entrar a un lugar, sin antes pedir permiso: “No dire, no entro, porque usted no me ha mandado a pasarâ€, me decían ».
- ¿Y, anécdotas en este recuento?
-Entre tantas, recuerdo la de dos jimaguas de apellido Acosta, varón y hembra, quienes quedaron a mi custodia con apenas cinco años de edad, pues el padre había renunciado a la Patria Potestad. No se me olvida mi fuerte discusión con ese hombre, cuando vino a entregármelos, pues no concebía cómo esas cosas pudieran suceder, pero lamentablemente pasan.
«Los Jackson, como se les conoce, por el nombre del varón, crecieron unos años bajo mi tutela y hasta la adultez en una de las Casas sin Amparo Familiar que fueron creadas en Santa Clara a partir de 1984: la Casita 2; dirigida por Eneida García, también ya jubilada. Hoy, ambos hermanos tienen casi 40 años de edad y son un hombre y una mujer plenamente realizados en la vida.
«Tampoco olvido la fuga de un alumno para ir a ver el Motocross en el Arco Iris. Ya eran como la una de la madrugada y el muchacho aquel no aparecía. Imagínate, yo preocupada, sin dormir, esperando llegara. Al rato, la policía me lo trajo, pues lo habían encontrado deambulando por las calles a esas altas horas de la noche.
«Le di tremendo regaño, y para que veas las casualidades: ese mismo muchacho, ya hombre, vino a mi casa en funciones de constructor, y enseguida me reconoció: “Usted es Miriam, mi directora en el Internado Marta Abreuâ€. Buen reglazo por las canillas, me dio esa nocheâ€. Y se reía del incidente, que no repitió más.

-Estuvo cuatro cursos como directora en el Internado. ¿Recuerda cómo fue la despedida?
-Había ido como directora con el compromiso de estar dos años. Ya habían pasado cuatro cursos y la encomienda estaba cumplida, y solicité regresar de nuevo a mi Concentrado Rural del Yabú.
«Fue muy emocionante. Al decirles adiós a mis alumnos, les pedí me excusaran si alguna vez había sido fuerte con ellos, pero había sido para que fueran hombres de bien, del mañana, de la Revolución. Tanto ellos, como yo, acabamos llorando.
«El entonces director municipal de Educación, me aclaró que ya el concentrado rural del Yabú no estaba como lo había dejado cuatro cursos atrás: “No se preocupe, le dije, yo lo vuelvo a poner como estaba antes, y lo hiceâ€. »
- ¿Será feliz Miriam cuándo el otrora Internado sea una escuela tan especial y llena de amor, como augura ser?
-Mucho. Es parte también de mi obra. Un sueño de Fidel y Raúl realizados. A lo largo de mi existencia he aprendido lo que significa amar y darse a amar por los demás.
«La vida no me dio hijos propios, pero estoy rodeada del cariño de decenas de hijos, nietos y hasta de bisnietos postizos que me aman y adoran, y yo a ellos. A esta casa viene mucha gente todos los días para saber de mí e interesarse por mi salud, y otros muchos me llaman por teléfono. En el cariño de todos ellos me veo multiplicada. Ese es mi legado ».