Santa Clara: de villa a ciudad

Durante el siglo XIX hubo tres momentos que revelaron las aspiraciones del Cabildo de Santa Clara de ser reconocido como ciudad, y que, a su vez, permiten documentar la situación de la villa como centro de poder de su jurisdicción.

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Parque de Santa Clara con la Parroquial Mayor
Litografía de la Plaza Mayor de Santa Clara. (Foto: Cortesía del Centro de Patrimonio Cultural)
Ovidio C. Dí­az Bení­tez
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11 Julio 2019

Las denominaciones de villa y ciudad eran una gracia real que se les concedí­a, usualmente, a los lugares más poblados, aunque también se otorgaban por una manifiesta fidelidad a la Corona.

Durante el siglo XIX hubo tres momentos que revelaron las aspiraciones del Cabildo de Santa Clara de ser reconocido como ciudad, y que, a su vez, permiten documentar la situación de la villa como centro de poder de su jurisdicción.

En publicaciones precedentes se ha escrito que la primera solicitud al Gobierno de la isla fue en 18531; sin embargo, esta aspiración se remonta, según fuentes originales localizadas por el autor, a 1833.

En ese año el consistorio expuso las razones por las cuales a Santa Clara debí­a otorgársele dicho tí­tulo, atendiendo a:

«Que todas las circunstancias en que se haya hoy esta villa respecto a su numerosa población, a la riqueza territorial con que cuenta y a su comercio mayor que el que hay en las demás circunvecinas y tanto en proporción a los que se hacen notables en este ramo y en todos los que pertenecen a la clace de industriales y sobre todo por los distinguibles méritos y servicios que ha hecho aquella y a su Ayuntamiento qe le dan un lugar digno de mucha consideración... »2

De manera similar, el reclamo se repite en 1852, negado por el Gobierno General, con el señalamiento de «[...] que dicha villa no cuenta el número de vecinos y demás elementos necesarios para poder entrar en rango y categorí­a de ciudad... »3

Pero si bien los parámetros establecidos por tal otorgamiento no admití­an aún esa posiblidad, no es menos cierto que el análisis del cuadro demostrativo de la riqueza, superficie y población de Santa Clara en 18504 confirma su preponderancia como villa cabecera de la jurisdicción. De las ocho escuelas que existí­an en la región, cuatro estaban en la villa, también las tres oficinas de correos administración, estafetas, carterí­as e igual número de escribaní­as; una parroquial mayor y una auxiliar, tres ermitas; una administración de rentas y una subdelegación de Marina.

Parroquial Mayor, Santa Clara
Parroquial Mayor, demolida en 1925. (Foto: Cortesí­a del Centro de Patrimonio Cultural)
Parroquial Mayor, Santa Clara
Demolición de la Parroquial Mayor de Santa Clara. (Foto: Tomada de Internet)

Toda la riqueza agrí­cola, ganadera, minera y agricultura azucarera se localizaba en el resto de los pueblos o cuartones con una superficie en leguas cuadradas de 139 y 3/4, distribuidas en diez partidos del distrito jurisdiccional, evidencia de su papel jerárquico como centro urbano.

Según un   padrón de 1856, Santa Clara contaba con 275 establecimientos comerciales, de 200 poseí­a 1854, 17 tabaquerí­as, cinco panaderí­as, once carpinterí­as, cinco talabarterí­as, diez tejares, siete caleras, así­ como barberí­as, almacenes, quincallas, puestos de expendios de carne, servicio funerario, entre otros abastecimientos5  necesarios en un conglomerado humano, para su autoabastecimiento y para propiciar el intercambio con poblados circunvecinos, pero, sobre todo, como garantí­a en los servicios internos.

El 13 de abril de 1860 se analizaron en el Cabildo una vez más argumentos que constituí­an razones para que se le confiriera a Santa Clara jerarquí­a como ciudad:

«[...] en prueba de su reconocida lealtad y patriotismo a la altura que se merece entre los primeros pueblos de la Isla [...] por su situación en el medio de una provincia muy favorecida por las ricas producciones de su suelo, es conveniente y a todas luces oportuno que, dirigida “una mirada a su risueño porvenir, se piense en enaltecerla con tí­tulo y de honor que la pongan al nivel de los pueblos mas ricos y protegidos.6

La exposición revela, entre los elementos señalados, dos que manifiestan la posición  jerarquizante de esta localidad en  relación con la extensa jurisdicción de la  que era cabecera oficial. El primero, la  situación en el medio de una provincia, o  sea el reconocimiento de su ventajosa  posición geográfica, rica por sus suelos  negros muy fértiles, y la segunda, la
 importancia de la riqueza de su territorio, desde luego que en términos relativos.  Ambos la reafirman como eje puntual y  administrativo de su jurisdicción y también  en relación con su ubicación equidistante  con el resto de las regiones del paí­s.

Un conjunto de í­ndices permiten avalar  los éxitos de la villa hacia mediados del  siglo XIX. Entre estos se pueden citar la  llegada del ferrocarril en 1860 desde  Cienfuegos, la construcción de varios  edificios, del Hospital de San Lázaro, la  Plaza del Mercado y nuevas casas de  mamposterí­a y tejas, de calles, caminos y  sólidos puentes que facilitaron la comunicación hacia otros pueblos y villas; la  instauración de la imprenta y, con ella, la  aparición y proliferación de la prensa  periódica; la publicación de su primer gran  libro7; el alumbrado de gas; la fundación del liceo; su avance en la economí­a ganadera;  la estabilización del comercio  con La Habana y otras regiones del paí­s, y  la diversificación agrí­cola alcanzada; unido  al sostenido avance económico general  que habí­a alcanzado la jurisdicción, el  crecimiento demográfico y su ventajosa  posición geográfica de centralidad.

Liceo de Santa Clara, 1927
Liceo de Villaclara, 1927. (Foto: Archivo)

Entre los elementos citados resalta la  apertura del ferrocarril de Cienfuegos a Santa  Clara, que abrió posibilidades económicas  insospechadas para Villa Clara. De modo que   «[...] este nuevo ferrocarril no se  limitarí­a a conectar una importante  población interior con la costa sino que,
 además de unir a Cienfuegos y Villa Clara
 establecerí­a comunicación con toda una serie de pequeñas poblaciones intermedias. »

«[...]  Los habitantes de Villa Clara y otros sitios del interior podrí­an, mediante el camino de hierro de Cienfuegos, utilizar el transporte combinado del ferrocarril y los buques de vapor para
 llegar con relativa facilidad a la ciudad de La Habana; en sentido i
nverso, pasajeros y mercancí­as procedentes de la capital por la ví­a de Batabanó, abreviarí­an los lentos viajes carreteros a lo largo de la campiña Villareña e intensificarí­an así­ el tráfico comercial a favor del
 abaratamiento de los precios.
8

Por todas estas razones, Santa Clara considerada villa hasta 1867, con Tenencia de Gobierno desde 1843 fue  declarada ciudad el 12 de mayo de 1867 con  el nombre de Villa Clara, cuyo otorgamiento  por Real Orden de la Reina de España Isabel  II, se dio a conocer, de manera oficial, el 24  de julio del propio año.

Meses más tarde, ante reclamación del  Cabildo santaclareño, el 28 de febrero de  1868, la Reina precisó en una nueva real  orden9   «...que cese desde luego la  denominación que hoy lleva la ciudad de  Villa Clara y se sustituya con la de Santa  Clara que tuvo desde su fundación... »10

A partir de 1868 se le continuó llamando  ciudad de Santa Clara de manera oficial, hasta nuestros dí­as.

En tal sentido, entiéndase que el  nombramiento oficial de ciudad fue algo  que más que un acto jurí­dico, resultó parte de  un proceso natural y oficial que consolidó  a Santa Clara como ente económico,  polí­tico-administrativo y social representativo de toda una región conformada para  ese entonces casi durante dos siglos.

Pocos años después, en 1879, se constituirí­a en capital de la nueva provincia que  adoptó, precisamente, el nombre de Santa  Clara, hecho que terminó por convalidar a la  ciudad como eje de ese rico entramado  policéntrico regional que es el centro de Cuba.

Respuesta al expediente promovido por el Excmo Sr Capitán General de la Isla respecto a la denominación que debe usarse en la localidad denominada Villa Clara, en correspondencia con la solicitud realizada por el Cabildo de Santa Clara de reconocer de manera oficial su patroní­mico original.
 
 Por el ministerio de ultramar se comunica al Excmo Sor. Gobernador Superior Civil la Real Orden sigte.
 
 Excmo Sor. Enterada la reina -q.a.g- de la carta oficial de V.E. No. 576 de 26 de junio último en que da cuenta de haber dispuesto cese desde luego la denominación que hoy lleva la Ciudad  de Villa Clara y se sustituya con la de Santa Clara que tuvo desde su fundación; S.M teniendo presente las razones espuestas por V.E. en su citada carta y el informe evacuado acerca del caso por el Consejo de Administración de esa Isla ha tenido a bien aprobar la expresada determinación de VE. De Real orden lo digo á V.E. para su conocimiento y efectos  correspondientes. Dios guie a V.E. ms as. Madrid.

9 Sept 1868.
Rdguez Rubí­11

Referencias:

1 En este año el Gobierno de la Isla niega el  otorgamiento; la solicitud fue hecha en rigor  en el año 1852.

2 Archivo Histórico Provincial de Villa Clara,  Fondo Ayuntamiento de Santa Clara, Tomo  XIV, Actas del Cabildo, correspondiente al  dí­a 15 de mayo de 1833, p. 265. Se ha respetado el texto original.

3 Archivo Nacional de Cuba, Fondo Junta de  Fomento, Leg 88, No. 3672.

4 Archivo Nacional de Cuba, Fondo Gobierno  General, Legajo. 335, no. 16087.

5 Garcí­a Angulo, Jorge: « Las primeras formas  de organización de la clase obrera villaclareña »,  Islas (81) 116, Universidad Marta Abreu de  Las Villas, mayo-agosto de 1981.

6 Archivo Histórico Provincial de Villa Clara, Fondo Ayuntamiento de Santa Clara, Actas  de Cabildo, 13 de abril de 1860.

7 Se  refiere a la Memoria Histórica de la villa de Santa Clara y su jurisdicción, de Manuel Dionisio González.

8  Zanetti Lecuona, Oscar y Garcí­a ílvarez, Alejandro: Caminos para el azúcar, Editorial
 de Ciencias Sociales, La Habana, (59) 1987. Dicen estos autores que las condiciones especí­ficas de Villa Clara, a la que suponí­an beneficiaria  del ferrocarril, fueron expuestas por los  proyectistas Lanier y Segebién en su informe  publicado en 1847: «Aislada así­ en medio de
 aquel gran territorio se puede recibir de sus
vecinos marí­timos los beneficios que trae consigo, como resultado inmediato las breves comunicaciones, el crecimiento de las transacciones  mercantiles y del comercio marí­timo » Ver obra  citada. p. 59
 
9 Antes de recibirse la Real Orden de la Reina, el  Gobernador Superior Civil de la Isla de Cuba decretó el 3 de julio de  1868, que, sin perjuicio de lo  que resolviera el Gobierno de Su  Majestad, a  la  naciente ciudad se le llamara de manera oficial  Santa Clara, que era su nombre legí­timo y, de  hecho, el que correspondí­a.

10 Archivo Nacional de Cuba. Fondo Gobierno Superior Civil.

11 Archivo Nacional de Cuba. Fondo Gobierno General. Legajo 79, Expediente  3272.
 
 En  todas las referencias citadas se ha respetado el texto original.

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