
Desde la Antigí¼edad, ver un animal de color negro se ha considerado un mal presagio, símbolo de infortunio; sin embargo, las oscuras bandadas de pájaros que cada día, a la caída del sol, acostumbran regresar al parque Vidal, de Santa Clara, para dormitar en sus árboles, siempre son bienvenidas.

El arribo de estas aves a la vieja plaza llena de alegría la ciudad, que ya no puede vivir sin su canturrear. Todo un espectáculo al que los santaclareños no quieren renunciar, a pesar de las molestias que ocasionan sus deposiciones en bancos, aceras y hasta en las personas que suelen sentarse allí a descansar.
Su atracción por el parque Vidal viene desde tiempos atrás, y ya en la década de los años 40 del siglo xx, el patriota y segundo historiador de Santa Clara, don Manuel García-Garófalo Morales, la mencionaba en uno de sus poemas, en el periódico La Publicidad.
Mas, ¿quiénes son estas avecillas madrugadoras que con los primeros rayos del astro rey desaparecen en el cielo, para volver al oscurecer.
Muchos las identifican como totíes, pero en realidad al parque acuden cuatro especies de la familia de los Ictéridos, como asegura el doctor en Ciencias Biológicas Noel Chirino Flores, especialista de Medio Ambiente en Fauna, de la Empresa GeoCuba.
Junto al totí, cuyo nombre científico es Dives atroviolacea, convive el chichinguaco (Quiscalus niger gundlachii), el mayito (Agelaius humeralis) con plumas de color naranja en el húmero y el vaquero (Molothrus bonariensis)ave parasitaria que abandona sus huevos en nidos de otras especies.
Las de mayor tamaño son el totí y el chichinguaco aves endémicas de la isla; y las más pequeñas, el mayito no endémica, pero autóctona de Cuba y el vaquero inmigrante.
Estos animales, que gustan de andar en bandadas, se habitúan a los ruidos de la vida moderna y a la presencia del hombre. Se les ve por el día en zonas rurales, en campos de arroz, vaquerías y cochiqueras, donde se alimentan, y por las noches dormitan en parques, como sucede en otras ciudades de la nación.
La etapa reproductiva ocupa los meses de la primavera de abril a julio, y fabrican sus nidos en los campos, en los huecos de árboles y penachos de palmas.
Su estancia nocturna en el parque Vidal ha estado acompañada por lechuzas, que por períodos han deambulado por la zona y le imprimían un matiz aún más pintoresco al lugar. Algunos vecinos afirman que se resguardan por el día en el campanario de la Iglesia de Buen Viaje.

También durante un tiempo, aproximadamente en el año 2004, de repente los pajaritos negros desaparecieron. Y hasta los barrenderos de esa plaza sintieron su ausencia, a pesar de que todas las mañanas tenían la misión de limpiar los bancos ensuciados por las aves.
No se supieron los motivos del éxodo, pero ni el pueblo ni las autoridades del municipio permanecieron indiferentes a la sorprendente situación. La espera no se prolongó, y un día retornaron los pájaros negros con sus acostumbrado jolgorio, para continuar compartiendo su alegría con los santaclareños.