En marzo de 1896, al regreso de una incursión por los predios habaneros, el Generalísimo Máximo Gómez estableció campamento en las proximidades de Santa Clara, donde recibió unos planos que mostraban la posibilidad de vulnerar las defensas de la capital provincial y penetrar con una fuerza armada hasta el centro urbano, sin mayores contratiempos.
El documento fue confeccionado por el ingeniero José Joaquín Machado, a petición de los patriotas locales Rafael Lubián, Diego Velazco y Enrique Cañal.

La idea agradó a Gómez, quien solicito al brigadier Juan Bruno Zayas la designación de un jefe capaz de acometer con éxito la empresa. Sin pensarlo mucho, este propuso a su amigo, el teniente coronel Leoncio Vidal Caro, como oficial más aguerrido para ejecutar la difícil operación.
De acuerdo con el plan de ataque concebido, la noche del 22 de marzo, tres columnas iniciarían las acciones por distintos sectores de la ciudad, para coincidir en la Plaza de Armas. Provocaría esta hazaña tal golpe de efecto, que obligaría al enemigo a dividir su atención, concentrada por entero sobre Maceo en Occidente.
En la Plaza de Armas, según lo acordado, debía producirse el encuentro de Vidal ascendido ya a coronel con el viejo mambí, que entraría posteriormente, pero eso no puedo ser posible debido a la muerte de Leoncio, quien cayó en pleno corazón de la ciudad, cuando trataba de rescatar bajo el fuego el cuerpo inerte de su ayudante Brito.
Una vez concluida la guerra, el 23 de septiembre de 1898, llegó Máximo Gómez al campamento del general Carrillo, en Rojas, próximo a Caibarién, hasta donde acudieron muchos vecinos para saludar al insigne insurrecto.
En conversación con Justo Ledesma, Gómez inquirió sobre su lugar de procedencia, y al saber que era de Villaclara (nombre que entonces tenía Santa Clara), manifestó satisfacción:
« ¡De Villaclara! », exclamó complacido, y a seguidas añadió: «Yo quiero mucho a Villaclara y Villaclara me quiere a mí. Y os diré por qué es esto. Cuando me propuse entrar por asalto en dicha población, contemplaba yo desde un alto a Villaclara, extasiado ante el aspecto de la liberal población. Cuando yo suponía que los míos estaban dentro, me enteré de lo ocurrido, que habían matado al “guapetón†Leoncio Vidal y me traían 15 heridos.
«Un ímpetu continúo Gómez me asaltó súbitamente y hubiera entrado a sangre y fuego a Villaclara con mis dos mil y pico de hombres que tenía apostados en el camino; pero hubiera tenido que atropellar aquel pueblo, sumiendo quizás en el luto a muchos de sus vecinos. Y no, no quise. En aquel momento sentí que quería mucho a Villaclara, y por eso, hoy creo también que Villaclara me quiere a mí. Los villaclareños eran y son de los míos. Por eso nos queremos ».
Poco después el Generalísimo tuvo ocasión de visitar la ciudad, y desde los portales del Palacio de Gobierno saludó a su pueblo, que aún le guarda afecto, respeto y admiración, por todo lo grande y bueno que hizo por los cubanos en los tiempos de combate o bajo la frustrada independencia.