La ciudad de Santa Clara, capital de la región central de Cuba en el tiempo de la colonia, y una de las principales en la historia y economía de la nación, conoció el alumbrado público en 1856, cuando se colocaron lámparas de queroseno en los alrededores de la Plaza Mayor.
Eduardo González Abreu, hermano de Pedro Nolasco y tío de la ilustre Marta Abreu de Estévez (1845-1909), hizo colocar en la década de los 70 del siglo XIX una farola artística de 5 brazos y 12 luces, que fue remplazada cuando la propia Marta mandó erigir el Obelisco dedicado a los sacerdotes Juan de Conyedo y Francisco Hurtado de Mendoza, en 1886.

El 10 de enero de 1894, Marta Abreu solicitó al Ayuntamiento el permiso para establecer una planta eléctrica y así renovar el antiguo alumbrado de queroseno, ya deficiente. Aprobada la iniciativa, se comenzaron los trabajos en las cercanías de lo que sería la estación de ferrocarril. Se construyó un edificio dedicado a las oficinas en la parte próxima a la calle, y, al fondo, se colocarían las dinamos, las calderas y los hornos, y quedaría un espacio para otra caldera, un horno y dos dinamos, y así, cuando la ciudad siguiera extendiéndose pudiera aprovecharse del servicio de la electricidad. La casa Gramme de París construyó los motores, las dinamos y todo el material necesario para la electrificación de Santa Clara, y envió al ingeniero Adriano Antelme para su instalación y la del tendido. Además, se instalaron focos de arco voltaico cada dos cruces de calles, en los puentes sobre los dos ríos de la ciudad y de forma especial en la Plaza Mayor, donde fueron colocados en artísticas columnas de hierro ornamentadas, fundidas en París a petición de Marta Abreu.
Para la inauguración del alumbrado eléctrico en Santa Clara, prevista para el 21 de febrero de 1895, toda la ciudad se engalanó de manera especial, pero la fecha tuvo que ser cambiada para el 28 debido a la agitación provocada por los preparativos del Grito de Baire del 24 de febrero, que marcarían el inicio de la última gesta independentista.
La ciudad fue adornada con colgaduras, escudos, banderas y arcos de triunfo, dedicados a La Benefactora por la Diputación Provincial, los Bomberos del Comercio, la Sociedad de Dependientes, los Bomberos municipales, el Ayuntamiento y otras entidades.

Se comenzaron las fiestas en la noche del 27 de febrero con una serenata que los jefes y oficiales del Regimiento Alfonso XIII le dedicaron a Marta Abreu en su casa, en la Calle del Carmen (actual Máximo Gómez). Luego vendría una gala en el Teatro con la presencia de la poetisa puertorriqueña Lola Rodríguez de Tió, quien le dedicó a Marta el poema «Saludo a Villaclara »; de los poetas santaclareños Antonio Vidaurreta y Manuel Serafín Pichardo; la inauguración del alumbrado; la apertura del dispensario El Amparo para niños pobres; la develación de una tarja de mármol en la Sala Capitular del Ayuntamiento dedicada a Marta Abreu y su esposo, Luis Estévez; el nombramiento de Pedro N. Estévez Abreu como Hijo Adoptivo de Santa Clara, y un sorteo de 20 máquinas de coser que Marta había traído desde París para muchachas pobres.
Los festejos en honor a Marta Abreu duraron hasta el 3 de marzo, y conmovieron a la patricia por la belleza y elegancia con que fueron preparados.
Sin embargo, la iniciativa que más sorprendió a todo el pueblo reunido y movido por el cariño auténtico hacia su coterránea sin par, fue la réplica de la Torre Eiffel que se colocó en el centro de la Plaza Mayor.
La Torre fue proyectada por el ingeniero santaclareño Ramón Cornelio Berenguer, quien trazó con yeso el plano, a escala natural, en el pavimento del atrio del teatro La Caridad, en el costado de la calle Santa Ana (actual Lorda). Tenía unos 28 metros de alto y 7 de ancho en la base, y por la forma en que se ejecutó, no requirió de andamios para armarla, pues la parte que iba quedando construida servía de apoyo y sostén para los carpinteros.
La mitad de la torre hacia abajo fue cubierta con unos 25 metros de flores de papel, empresa en la que tomaron parte todas las damas santaclareñas que sabían confeccionarlas. Al término de cada flor se colocó un foco eléctrico, y quedaba a sus pies, sin interferencia alguna, el obelisco de los insignes sacerdotes Conyedo y Hurtado de Mendoza de 1886.
Las autoridades españolas consideraron la inauguración del alumbrado eléctrico de Santa Clara como una táctica para despistar a las fuerzas militares después del alzamiento del 24 de febrero, por lo que Marta Abreu y su esposo, Luis Estévez, fueron enviados al exilio y salieron para París el 16 de junio del mismo año, en el vapor Le Navarre.
Por la resuelta oposición del público a que fuera desmantelada, la Torre permaneció durante muchas semanas después de las fiestas. Sin embargo, el Ayuntamiento ordenó su demolición a finales de marzo, suceso que inspiró al mambí Ramón Roa a escribir el soneto «Iconoclastas ».