Hace varios años que un grupo de estudiantes de la Universidad Central realizó una investigación sobre las costumbres y tradiciones de Santa Clara. De esa amplia indagación, resultaron las historias de personajes, que, por las más disímiles y hasta absurdas maneras, fueron populares en distintas épocas.
Algunos permanecen en la memoria de personas que vivieron aquellos tiempos o sus anécdotas han llegado, de generación en generación, hasta nuestros días.
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También resultó ser muy popular. Frecuentaba los lugares donde hubiera mucha gente. Vestía pobremente y con muchas medallas en el pecho. Era un verdadero «lingí¼ista ». Su léxico hacía reír a todos, con frases como esta: «La mariposa que no se poxsa… ».
El zapatero Cajete
Tenía un establecimiento donde colocó grandes carteles para anunciar las medallas de oro y plata obtenidas en Roma y Milán por sus brillantes arreglos del calzado. Salía a la calle invariablemente con una jaba al hombro. Adquirió tanta notoriedad que fue el tema de un danzón, cuya partitura debe estar olvidada en un rincón de algún coleccionista. Todavía hay quienes recuerdan su pegajosa melodía.
Piqui-Piqui.
Un hombre muy alto y desproporcionado. Se dedicaba a hacer anuncios y propagandas. Montado en unos zancos llegaba a la altura de las ventanas de la planta alta del Gobierno Provincial (Biblioteca Provincial Martí). Cuentan que vendió su esqueleto a un médico norteamericano en 100 pesos; el contrato fue hecho en la notaría de Don Eduardo Domínguez. Después de recibir el dinero, le dijo sonriente al yanqui: «Me gustaría ver qué usted hace con mis huesos después que muera ».
Medina

Siempre andaba con un sombrero de pajilla por los alrededores del Parque Vidal. Los muchachos le gritaban: « ¡Medina!, ¿vas para maternidad? Le complacía que se metieran con él, y cuando no lo hacía, gritaba: «Por qué no me dicen nada? ¡Díganme algo! ».
Wenceslao Terry
Fue un planchador que tenía perturbadas sus facultades mentales, y el estudiantado de la época lo utilizaba para ridiculizar a los políticos de turno. Lo proponían para alcalde, senador, representante, etc. Hacían que tomara un tren en el poblado de Esperanza y a su llegada a Santa Clara, casi siempre en horas de la noche, era esperado por un grupo de jóvenes, quienes al son de una bulliciosa charanga lo llevaban en coche hasta el Parque Vidal. Allí Terry subía a uno de los bancos y pronunciaba sus ardorosos discursos, que nunca terminaban por la intervención de la policía.