El alma pilonga de Marta Anido: «Santa Clara es mi vida »

Vive y respira por Santa Clara, ciudad donde nació hace más de 80 años y a la que dedica todas sus energí­as.

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Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
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11 Julio 2019

Si alguna persona pudiera personificar el alma de Santa Clara, esa serí­a Marta Anido Gómez-Lubián, una santaclareña de estirpe que con orgullo lleva el mismo nombre de la Benefactora.

Marta Anido
En su hogar, en la calle Maceo esquina a Céspedes. (Foto: Freddy Pérez Cabrera)

Nació Marta Anido en un dí­a significativo de la Patria: el 20 de mayo del año 1931, fecha en que se celebraba el advenimiento de la República, por lo que su llegada al mundo vino impregnada del patriotismo que le inculcaron desde la cuna sus padres y abuelos.

Por su sangre corre la savia de los pilongos de pura cepa, y desde pequeña  adquirió lo mejor del arte y la cultura de Santa Clara. Ha forjado una sapiencia que brinda por doquier, no solo por su condición de vicepresidenta de la Unión Nacional de Escritores y Artista (Uneac) de Villa Clara, cargo que desempeña con diligencia y efectividad, sino, y sobre todo, por ser una excelente promotora cultural y puntal invaluable en la defensa de las genuinas tradiciones santaclareñas.

Marta fundó la primera escuela de ballet de Santa Clara, y ya de por sí­, ese mérito hace que sobresalga en el panorama citadino; pero además, educada en un seno familiar revolucionario, colaboró de forma activa en la lucha insurreccional contra la dictadura de Fulgencio Batista.

A sus 88 años cumplidos, no ha dejado ni un solo dí­a de consagrarse al trabajo,  y para nada resulta fácil localizarla, pues se mueve indistintamente de un lugar a otro, siendo la sede de la Uneac el sitio donde pasa una buena parte del dí­a, y el resto de su tiempo lo comparte entre su familia y las tantas otras ocupaciones y responsabilidades que tiene.

En medio de las actividades por el aniversario 330 de la fundación de la Gloriosa Santa Clara, Vanguardia conversó con ella sobre la ciudad de sus amores y desvelos, acerca de su familia y de los sueños que atesora en su afán de ver una Santa Clara cada dí­a más bella, culta y revolucionaria.

¿Qué significa Santa Clara para Marta Anido?

Mi vida. Desde que nací­ respiré el primer aire de Santa Clara, aire que sigo respirando cada dí­a con el amor a esta patria grande donde vivo y a esta patria pequeña que es nuestra ciudad, a la que he querido tanto y querré hasta el final.

«Bebí­ esto desde el seno familiar. Todos amaban a Santa Clara, todos habí­an nacido en Santa Clara: mis padres, mis abuelos e inclusive mis bisabuelos. Toda la familia formada aquí­, con amor a la ciudad, luchando por la independencia de la patria grande y combatiendo en la patria chica. Es decir, desde siempre Santa Clara corre por mis venas como corre mi sangre, pues la siento viva en mí­. Agradezco haber nacido aquí­, porque vivo orgullosa de eso.

Marta Anido y su familia
Marta Anido en primera fila, extremo izquierdo. En el extremo derecho su primo Chiqui Gómez, mártir de la Revolución. Fotografí­a tomada en Varadero, en agosto de 1945. (Foto: Cortesí­a familiar)

«Aprendí­ a amar a Santa Clara desde muy pequeña. Recuerdo que cada 13 de noviembre, natalicio de Marta Abreu, todas las instituciones sociales, las organizaciones, los centros de estudios, las logias, los centros de trabajo, hací­an siempre el homenaje a la Benefactora. Con apenas tres años, como viví­amos aquí­ mismo, a pocas cuadras del parque Vidal, mi abuelo me decí­a: “La flor de Marta hay que llevársela ahora”, y me agarraba de la mano e í­bamos a ponerle una flor.

«Casi mis primeros pasos los empecé a dar en el parque. Tarde por tarde, el grupo de las mismas amiguitas, entre las cuales estaba Aida Ida Morales, Teresita Fernández, Lolita de la Torre, nos poní­amos a jugar a la rueda, al chucho escondido, a los agarrados, a la candelita. En ese parque Vidal, que para mí­ es tan querido, aprendí­ a montar patines, a montar bicicleta. Después vino la otra etapa, ya de adolescentes y jóvenes, con las noches de la retreta, los paseos alrededor de la Glorieta, viendo los muchachitos que nos gustaban; el espectáculo tan lindo de los pajaritos, los carnavales de la ciudad. Para mí­, el parque  es el corazón de Santa Clara.

Marta Anido
(Foto: Freddy Pérez Cabrera)  

«Pero la ciudad tení­a otros tantos encantos, como la loma del Capiro, adonde í­bamos cuando niñas a tirarnos en yaguas y salí­amos con las rodillas peladas; los antiguos terrenos de la Boulanger Park, adonde acudí­amos a volar papalotes; asistir al espectáculo del circo cuando vení­a a la ciudad, como también montar los caballitos, los carros locos, las sillas voladoras, aquellos equipos que tanto nos gustaban.

«Era una vida tan rica, tan de pueblo, que incluí­a tertulias, reuniones familiares. A ese teatro La Caridad vinieron figuras maravillosas, incluidas las nuestras, pues Santa Clara siempre ha tenido muy buenos artistas.

«Por eso, ese eslogan del 330 que afirma que Santa Clara crece con su historia es muy cierto. Vivimos en una ciudad muy llena de hechos, figuras y acontecimientos que nos hacen grandes en toda Cuba ».

¿Cómo ve el 330 y cómo quisiera que fuera?

Se han hecho y están haciendo muchas cosas, pero quedan otras muchas por hacer. Desde hace años existe un proyecto presentado al Gobierno de la ciudad para el rescate de la pérgola del parque Vidal, que existió hasta la última transformación realizada a inicios de la Revolución, en 1960. Allí­ se reuní­an los jóvenes revolucionarios del Instituto de Segunda Enseñanza, los alumnos de la Normal de Maestros y del Instituto de Economí­a para conspirar contra la dictadura de Batista.

Marta Anido
Asomada al balcón de su hogar, situado en Maceo esquina a Céspedes. (Foto Freddy Pérez Cabrera)

«Dicha pérgola no solo tení­a valor ornamental, sino este otro histórico. Le daba belleza al parque, pues todo vení­a en lí­nea: la pérgola, el monumento a Marta Abreu, el obelisco a los padres Juan de Conyedo y Hurtado de Mendoza, el Niño de la Bota, y al fondo, el teatro La Caridad.

«También desearí­a se pensase en lo que fuera el Liceo de Villaclara, luego escuela Cubanicay y hoy convertido en un almacén. Un sitio hermoso que se encuentra a la salida de la ciudad, en la Carretera Central banda a Placetas, que cuenta con un edificio maravilloso, inmenso y lugar asequible para pasar un fin de semana o un dí­a campestre. Creo que para el futuro pudiera tenerse en cuenta.

«Inclusive, ahora que nuestro parque Vidal se embellece, no podemos olvidar que si bien la mariposa es nuestra flor nacional, acá en Santa Clara la flor nuestra es el embeleso, esa florecita azulita pálida que siempre estuvo bordeando todos los canteros que habí­a en el parque, y que ahora pudieran resembrarse.

«También se deberí­a rescatar  el Himno de Villaclara, así­ como una olvidada canción que hicieron los jóvenes santaclareños que estudiaban en la Universidad de La Habana, llamada India Hermosa. Una composición dedicada a Santa Clara, que dice en una de sus estrofas: “India hermosa que desnuda, al sol parece gritar  /  Yo soy el centro de Cuba, jamás vi de cerca el mar  /  Rodeada de montañas, que guardan bien mis bellezas  /  Y mis hijos que me aman, demuestran bien su entereza”.

« ¿Por qué no escenificar en un mural la hermosa leyenda del Puente de la Cruz?, un lugar tan importante y por el que pasan a diario cientos de personas, incluidos extranjeros que van a visitar el Monumento de la Acción contra el Tren Blindado. Ellos ven la cruz, y les llama la atención, pero no les dice nada ».

Marta Anido
«Llevo con mucho orgullo el nombre de nuestra Benefactora ». (Foto: Ramón Barreras Valdés)

¿Ha sido usted consecuente con esa persona a quien le debe el nombre de Marta?

Llevo ese nombre porque mi madre adoraba a la figura de Marta Abreu. Ella, con un grupo de mujeres muy jóvenes, fundó el Liceo Marta, una sociedad feminista donde se daban conciertos, clases, veladas y  se conmemoraban determinadas fechas de la ciudad o de Cuba. Allí­ empezaron a darse en Santa Clara las primeras clases de ballet, impartidas por una rusa que vino a vivir a la ciudad.

«Pero, además, porque mi abuelo por parte de madre era muy patriota. Habí­a sido comandante del Ejército Libertador, y como nací­ precisamente el 20 de mayo del año 1931, y fui su primera nieta, me contaban que ese dí­a cogió cuatro banderitas cubanas y las puso en la cuna. “Papá, con una basta”, le dijo mi madre, pero él respondió: “No, tiene que ser patriota”.  

«Por eso llevo con mucho orgullo el nombre de nuestra Benefactora. Creo haber sido consecuente con Marta Abreu y lo seré hasta mis últimos dí­as ».  

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