
Piensan algunos que el laboreo con bueyes, ahora en tiempos de carestía y gasto racional de petróleo, representa un castigo para el hombre y también al animal. Todo depende, incluso cuando se habla de ciencia y técnica, del punto de vista de cada cual y de las condiciones y costumbres agrícolas de un territorio en particular.
Allá en General Carrillo, en Remedios, Villa Clara, hay historias y también producciones sostenidas en caña y cultivos varios que sorprenden tanto en el sector estatal como en el privado, en materia de comparaciones. No son menos que nadie: utilizan de igual modo el tractor y sus implementos de arrastres para adecuar la tierra a nuevos sembrados. Sin embargo, no de ahora, y sí de siempre, tienen preferencias por el arrastre animal y por el iuntus (yunta en latín) al narigón, esa cuerda corta que se emplea al igual que la guía en el traslado y control del ganado adiestrado al trabajo.

Creen allí, cosa cierta, que la yunta de bueyes resulta más ventajosa, pero no desdeñan asumir actividades productivas con uno de esos animales, y también con caballos, rareza extrema en la región central del país. Tal vez la cercanía a la tradición campesina y la excelencia de tierras destinadas al cultivo de la caña y el frijol, sin excluir la producción lechera, aparezcan en las más loables conquistas del lugar, y hasta se impongan retos superiores.
En la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) General Carrillo una de las 13 entidades que tributan materia prima al ingenio Heriberto Duquesne, por el valor insustituible que aportan los animales de trabajo, no piensan en los ajustes productivos ante limitaciones con el combustible.
Algo similar ocurre en algunas de las unidades pertenecientes a esa empresa azucarera. Durante el año pronosticaron unas 1100 ha de siembra y solo restan alrededor de 208 para satisfacer el plan.
No obstante, en General Carrillo se va a la delantera. Con 165 trabajadores y tres lotes cañeros cuentan con 14 equipos mecánicos (tractores, picadoras, fertilizadoras y combinadas), y solo los usan en la preparación inicial del suelo, la atención y el corte de la gramínea. Las restantes acciones agrícolas son responsabilidad de hombres y animales. Así obtienen eficiencia.
Tienen 1649, 2 hectáreas de patrimonio terrestre, y el 49% de esa superficie es asistida con bueyes, con sus respectivos arados criollos, otros arrastres y carretones. Son 20 yuntas en activo y a veces contratan a las existentes en el sector privado. Durante el año planificaron 126.75 ha de siembra de caña, y están próximos a cumplir el programa, primera de su tipo en Villa Clara que lo logrará, muy distantes del atraso que acumula en la actualidad la provincia.

A Norberto Paulino González Díaz, jefe de producción de caña en la UBPC, pregunté ¿cómo logran esos resultados? que, al término de los últimos ocho años, posibilitó llevar a la industria más de 30 mil toneladas anuales, excepto en 2012 cuando quedaron por debajo de la cifra. El hombre saca número, y dice que su unidad, una de las 20 con la condición de Referencia en la provincia, siempre va a rendimientos mayores Lo importante es atraer a la fuerza de trabajo, dar la debida atención, con pagos de anticipos por jornada de $ 70.00 pesos y al concluir el mes que cobren más de 1400 por trabajador.
A la «caña va todo el esfuerzo », indicó, donde los hombres ganan de acuerdo con los resultados finales que se obtengan en el surco, de ahí que no sean tan abultadas las utilidades finales. En la mañana a los cañaverales, y en la tarde a los autoconsumos del lote, centro primordial del trabajo diario.
Hasta el momento ya tienen plantadas unas 110 ha de nuevas cañas, y el 81.2% fue con bueyes y carretones, con lo cual no emplearon, argumentó, unos «2 949,98 litros de combustible ». Eso marca un derrotero en el campo. El petróleo no fue necesario para mostrar saltos, admite.
A los boyeros pagan incentivos monetarios por «labor productiva, atención y cuidado de los animales », apuntó Eddy Bencomo Denis, jefe de la UBPC cañera, rentable desde 1993, fecha de su fundación. «Imagínese, precisó, ahí tiene a Yadiel Rodríguez Valdés y íngel Rodríguez Castro, padre e hijo, así como a los hermanos Alberto y Manuel Castro Cabello, quienes en una jornada plantan 0.80 ha, un monto respetable que a veces no se consigue con equipamientos mecánicos. Desde temprano traen la semilla desde los bancos cercanos, y a surcar, regar, repicar, tapar la simiente y siembra lista. Luego queda su atención permanente hasta que el campo cierra con el crecimiento de la gramínea ».
Así se palpan los pronósticos, ya realidad, en los campos.
Abolido el marabú
No entiendo, dije a Bencomo Denis y a González Díaz, los directivos, ¿cómo es eso de multiplicar cosechas? No lo entiendo, realmente, ¿qué dicen ustedes? Una respuesta casi al unísono estremeció en aquella geografía llana que por momentos se rodea de lomas. «Aquí todo es secano, dependemos de la lluvia, y no necesitamos nada más que azúcar, sal y algún sirope para refrescos, pues lo restante sale de la tierra ». De ahí que no existan áreas vacías y tampoco marabú en los campos.


Dentro de la caña se siembra frijol, y en momentos precedentes maíz. Al sumarlas se obtienen tres cosechas al año. Al frijol le aplicamos trueque con otras entidades del sector y garantizamos arroz, y de viandas todas se obtienen aquí al igual que carne de cerdo y de ovejos. ¿De dónde sale eso?, pues del trabajo y el entusiasmo de los hombres.
Dentro de cañaverales en fomento crecen 60 ha de frijol, con tres formas de explotación. Una del trabajador directo que asiste ese campo, otra para el autoconsumo del lote que se vende a los cooperativistas y también una que tributa a la unidad, apunta González Díaz, el jefe de producción.
«Todo en nutrientes que se aporta al frijol queda en la caña, y el cultivo permanece sin hierbas, o daños a las plantaciones y siempre conseguido a menor costo y mayor producción y beneficio colectivo », señaló. En época de recolección de la leguminosa, «al trabajo vamos todos y no se sabe cuántas toneladas se obtendrán aquí porque todo cálculo es imposible, pero garantizamos la alimentación y el aporte estatal. De eso se vive cuando se siente un inmenso cariño por los cañaverales », acotó.
Lo importante es hacer mucho más sin permanecer sentados para ver lo que viene de arriba, ya sea en cría y ceba de toros, los módulos pecuarios, las ventas de leche, y así «laboramos durante años y nada nos detendrá en la producción a partir del uso de la técnica tradicional, el buey », aclaró Bencomo Denis. Entonces, bienvenido el buey tomado por el narigón en muchos de los campos cubanos.