
Del Peñón, allá en Cayo Hueso, «yema de nuestra república », como denominó Martí el resplandor que difundieron los emigrados cubanos para afianzar la naturaleza insurrecta contra el colonialismo español, siempre persiste un encuentro con la historia y la cultura villareñas.

Confines ilimitados. Van desde Carolina Rodríguez Suárez, la que «manda al Club Cubanacán » o «El Alma Cubana », según dijo el Apóstol después que arribó por primera vez el 25 de diciembre de 1891 al pequeño islote del sur de la Florida, hasta el signo del «meritísimo »; así llamó Juan Gualberto Gómez a quien sustentó labor secreta, de espionaje, a Gerardo Castellanos Lleonart, patriota oriundo de La Esperanza.
Otras menciones que sujetan un punto con otro son reiteradas. No olvido al reverendo Manuel Deulofeu Lleonart, y sus Héroes del destierro. La emigración. Notas Históricas (1904), y la devoción por Cuba, la patria y San Juan de los Yeras, lugar en el cual guarda sepultura.
¿Por qué hablar del San Carlos?, pues como dijo Martí, allí «han ido con las manos llenas de joyas nuestras mujeres, a vaciarlas en la caja de la guerra, y los hombres con las manos llenas de sus ahorros ». En Cayo Hueso se presentó al pueblo, y se redactaron las Bases del Partido Revolucionario Cubano, proclamado el 10 de abril de 1892.


En ese territorio norteamericano, más próximo a Cuba, de la cordialidad se propagó patria en un ideal común desde noviembre de 1871, fecha de constitución de la Sociedad de Instrucción y Recreo San Carlos, uno de los centros más prominentes y de carácter extraterritorial dentro de nuestra historia nacional.
Después de la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos en 1961, ya el «San Carlos » jamás tuvo el aliento del patriotismo de antes. Los vínculos quedaron truncos. Ya no es, como en Misión a Cuba. Cayo Hueso y Martí (1944), una «catedral », según apostilló Gerardo Castellanos García.
En aquel anhelo de fundir a los cubanos de adentro y de afuera, y crear una república independiente, Martí en el Instituto Patriótico y Docente San Carlos desplegó sus dotes oratorias y organizativas. En Hardman Hall, en febrero de 1892, lo declaró «casa del pueblo », sitio de la unión y la confianza donde, desde el tabaco, se hizo Revolución.

Estamos en diciembre y, hace seis décadas, aparecen acontecimientos definitorios que de una manera u otra relacionan a las dos pequeñas regiones geográficas. El informe noticioso no está recogido en el estudio de detalle que aparece en El Club San Carlos: la casa del pueblo cubano en Cayo Hueso (2017), de Yenifer Castro Viguera. Todo tiene que ver con Santa Clara, arrasada entonces por la aviación batistiana, que se ensañó contra la población civil.
Un suceso altruista, de dimensión patriótica, tal vez de los últimos que hubo entre un sitio y otro, está incluido en la edición del periódico El Villareño correspondiente al lunes 16 de febrero de 1959, cuando desde el «San Carlos », emigrados de la estirpe de los tabaqueros generosos que junto a Martí extendieron historias llegaron a la capital de la central provincia cubana para hacer donativos.
El titular de primera plana dice: «Envió el Club San Carlos de Key West una rastra de víveres y ropa para damnificados de Las Villas », y el periódico en amplia nota especifica: «171 cajas de ropas y víveres con un peso total de quince mil libras […] fueron trasladadas a La Habana y desde allí a esta ciudad ».

Todo se entregó de manera gratuita en campos y centros urbanos, y al frente de la comitiva vino Julio Cabañas Jr., presidente de la institución, así como Martín León y Donato Miquel, miembros de su directiva. En lo visible, ese fue uno de los capítulos finales del fermento patriótico que siempre existió en el «San Carlos », una institución que siempre tuvo historia inclaudicable.