
Parece que los adoquines de las viejas calles la saludan a su paso sobre ellos, porque Marta Josefina Anido Gómez-Lubián no es otra que la propia Santa Clara personificada, la ciudad a la que ama con pasión desmedida casi desde que vino al mundo, cuando sus padres la fueron educando entre el significado irrenunciable de patria y la raigal cubanía.

Así creció. Marta es eso, toda historia, y su vida se nutre de las más versátiles aristas a partir de una familia de intelectuales. Pero esta vez no nos detendremos en su aval como profesora, promotora cultural, investigadora de nuestras tradiciones populares, directora de la EVA Olga Alonso durante una década (1965-1975) y del Museo de Historia cuando sesionó en la casa de cultura Juan Marinello, y vicepresidenta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).
Tampoco, en la trayectoria de aquella bailarina que usó zapatillas de punta y debutó en el vetusto coliseo La Caridad cuando se fundó la primera escuela de ballet en la urbe, a partir del surgimiento del Liceo Marta, una sociedad feminista fundada por la Benefactora, donde se realizaban conciertos, se impartían clases y se conmemoraban fechas de la ciudad y de Cuba.
A propósito del 8.o Congreso del Partido Comunista de Cuba, repasa su filiación política desde que muchos de los vinculados a las disímiles corrientes en su época se reunían en su casa de la calle Maceo, al lado del hoy Banco de Sangre, para analizar, noche a noche, los expedientes de los posibles fundadores del PCC de acuerdo con los parámetros exigidos.
«Fueron más de 33 000 reseñas de todo el país, de las que resultaron aprobadas unas 800 en las instancias correspondientes, luego de un proceso largo de investigación para comprobar la veracidad de los datos », precisa.
Los recuerdos llegan con una nitidez admirable. No hay fallas ni olvidos. Lo demuestra con el relato del día en que recibió el carné de militante frente al monumento erigido al Vaquerito en el Parque del Carmen. Después obtuvo el libro que la acredita como fundadora, pero desde mucho antes se sentía de avanzada, era activista, participó en la clandestinidad y ejerció diferentes cargos en su vida política, que continúa activa.
Hojea el libro y repara en alguna que otra página. No le tiemblan las manos, a pesar de que exhiben el paso de los años. Tampoco se detiene a pensar en ello, porque ha vivido a plenitud y se siente muy feliz por ese legado familiar que, definitivamente, forjó su personalidad para hacerla comprometida con sus ideas.
«Nací un 20 de mayo, podrás imaginar el significado de esa fecha. En el mosquitero de mi cuna mi bisabuelo colocó cuatro banderitas cubanas, y cuando mi madre le preguntó por qué tantas, rápidamente respondió que era para arraigar los sentimientos patrios ».
Habla de sus bisabuelos, vinculados a las luchas independentistas de 1868; también, de lasbi- sabuelas, del abuelo comandante del Ejército Libertador, de las tías, de sus padres. Sin duda, creció en un ambiente de amor infinito hacia Cuba.
Si alguien no se aparta de su vida es doña Marta Abreu de Estévez. De ella tomó su madre el nombre, ya que adoraba la figura y las acciones de nuestra Benefactora.
Entonces le brillan los ojos a la Hija Ilustre de Santa Clara y con sano orgullo dice que no existe mejor nombre para ella, porque cree haber sido consecuente y lo será hasta sus últimos días.
Muestra una emoción sin límites al decir: «Fue una mujer excepcional, revolucionaria para su tiempo por todo su pensamiento y su accionar. Defensora a ultranza de su Santa Clara y de su pueblo ».
Quizás por ello Marta Anido Gómez-Lubián recorría los barrios pobres de la urbe y sitios periféricos. Hasta allí llevaba a sus alumnas con el apoyo de los padres. Con una barra de ballet portátil y un tocadiscos de pila enseñaba a los niños sobre el arte danzario. Aquello resultaba asombroso, pues no habían visto nunca antes algo semejante, y así estuvieron por lo que es hoy la Vigía, el Condado, y llegaron incluso a la comunidad Wilfredo Pagés, a la que llamaban entonces «sin nombre », con el apoyo de otras instituciones vinculadas a la infancia.
Si algo la caracteriza son sus raíces martianas, consideradas de excelencia y de las cuales se nutre a diario. Relee al Maestro, una y otra vez, para encontrar entre frases una enseñanza, siempre algo nuevo, y admira su vigencia, a pesar de la vida tan corta y azarosa que tuvo. Para ella, la poesía y las críticas de arte escritas por Martí resultan inigualables y de una gran riqueza.
Por estos días que traen aires de Congreso, Marta Anido está convencida de que existe una labor muy grande por realizar con los jóvenes. Esa edad en la cual, por su temperamento, parece haber detenido su tiempo y se siente como en los años mozos. «No es saturar con teques que no conducen a nada, habrá que conversar con ellos, buscar anécdotas que los motiven. La historia, siempre que se sepa contar, los involucra; dependerá mucho de la maestría del orador en medio de una lucha ideológica sin precedentes ».
¿Convencida, entonces, del mejoramiento humano?
Claro que sí. Ahí están las enseñanzas de Fidel como grande de la historia. ¿Quieres mejor ejemplo que el de nuestros médicos y científicos? No existe un liderazgo personal entre ellos, es colectivo, y eso debe primar. La espiritualidad hay que desarrollarla más entre los seres humanos para poder ser mejores.
Cada encuentro con Marta constituye una clase magistral, un ejercicio constante de la memoria, para no perder facultades y seguir regalándonos su tesoro histórico, cultural, y ese amor infinito por su Santa Clara querida.
El privilegio de Iris
Tiene el don de ser maestra de profesión y en la vida, porque a Iris Maura Menéndez Pérez le ha correspondido educar desde la inmensidad de un aula, cuando integró el Destacamento Pedagógico Manuel AscunceDomenech, hasta en las múltiples organizaciones que ha tenido la dicha de dirigir.

Desde la organización de los pioneros, la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), como cuadro profesional del Partido en Santa Clara, y en la actualidad al frente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP).
Tiene el privilegio de haber asistido al cuarto y quinto congresos del PCC e integrar el Comité Central. En ese momento fungía como secretaria general de la organización de las mujeres en Villa Clara, y en una tarde de este abril caluroso comparte los recuerdos vividos.
Sin duda, el 4.o Congreso la impactó. Fue en 1991 y sus sesiones inauguraron el teatro Heredia, en Santiago de Cuba. «Nos preparábamos para enfrentar un crudo período especial y estábamos organizando el nuevo sistema electoral de Cuba; sin embargo, no faltaron debates tan agudos como el de la inclusión en las filas del Partido de personas que profesaban creencias religiosas y que por error habían sido excluidas, al no tenerse en cuenta su dimensión humana y sus aportes al país ».
A pesar de enfrentar una compleja etapa, recrudecida por la caída del campo socialista y por las fórmulas a aplicar en aquellas circunstancias, prevaleció el optimismo inspirado por Fidel.
«Era el momento en que nuestros científicos comenzaban la producción de importantes vacunas, se lograban avances en la biotecnología y surgían nuevos protocolos para abordar distintas enfermedades ».
Si en una palabra tuviera que resumir el impacto y los contrastes del cónclave, Iris diría que resultó medular, tanto en ideas como en pronunciamientos, ya que todos los documentos estaban dirigidos a reforzar las acciones de los diferentes actores para enfrentar, resistir y vencer el período.
Por entonces ejercía como dirigente femenina; resultaba esencial que la FMC abandonara las oficinas y se volcara a las calles, a las comunidades, en busca del contacto directo con las féminas que asumían el día a día. «Dimos un enfoque mayor al cuidado de la familia, que la mujer se involucrara con igualdad de posibilidades, sin subestimar su aporte social y los valores en la educación de los hijos ».
Surgió uno de esos proyectos renovadores que Iris no puede apartar de su vida. Su rostro muestra satisfacción con solo recordar la creación de la primera Casa de Orientación a la Mujer y la Familia (COMF) en Cuba, que tuvo su origen en la barriada santaclareña de la Vigía allí permanece actualmente.
«Tuvo antecedentes en la Conferencia de Nairobi, Kenia, donde se valoraron las estrategias para el avance de las mujeres en el mundo, y en la Cátedra Mujer y Desarrollo, en el Instituto Superior Félix Varela, presidida en aquel momento por Mercedes Piñón Jareño, quien era la máxima representante del centro. Fue un paso de suma importancia, con investigaciones precisas sobre temas femeninos, de igualdad de género y del ámbito familiar ».
Iris Menéndez sabe que esta fue una iniciativa democrática, inclusiva, resultado de un trabajo colectivo. Expertos del Pedagógico y colaboradores de otros sectores contribuyeron a la concreción de sus objetivos. Así surgieron las COMF en el resto de los municipios y provincias del país, adaptadas a las particularidades de cada territorio.
«Se estableció una retroalimentación constante apoyada en todo momento por Vilma. Una etapa de integración y compromiso de todos. Algunos de los especialistas y colaboradores ya no están, pero el resto recuerda la iniciativa con mucho cariño, aunque se ha ajustado a los nuevos tiempos ».
¿Hablamos del 5.o Congreso?
Fue diferente al anterior, sin obviar las limitantes de todo tipo prevalecientes en medio de un período complejo, pero creativo. Pienso que resultó la base para enfrentar las insuficiencias. Corría 1997 y se centró en definir cómo continuar progresando en las diferentes etapas de la vida, al tiempo que participaron muchas delegaciones extranjeras que manifestaron su apoyo solidario a la isla.
«Ya existían lineamientos económicos para que el país siguiera avanzando, a pesar del recrudecimiento del bloqueo, y no nos pudieron doblegar. Fue el congreso para demostrar que no nos rendiríamos ».
Como toda cubana, la delegada del ICAP en Villa Clara está a la expectativa del octavo evento partidista. A su manera de ver, cada uno tiene sus particularidades. Este se realiza en medio de una coyuntura económica muy difícil, de pandemia, con restricciones severas por parte del gobierno norteamericano.
«Muchos lineamientos se han dilatado; sin embargo, lo que más nos mueve es la esperanza de que este congreso definirá la forma de materializar proyectos referidos a la seguridad alimentaria, el desarrollo de las empresas y el fomento de la economía, sin obviar los esfuerzos para seguir dándole al ser humano la mayor satisfacción que puede tener: la garantía de vida que tanto necesitamos ».
Así son Marta e Iris, dos mujeres de generaciones diferentes, pero con raíces de un mismo árbol.