El vigía de la presa

Años de historia en el conocimiento de la presa Hanabanilla-Jibacoa atesora Ángel Rodríguez Quintana, un enamorado diario del trabajo. Con 95 años de vida cree que todavía hay mucho conocimiento que ofrecer  a los jóvenes.

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Angeilito el Papa en la margen de la presa Jibacoa-Hanabanilla.
El disfrute inmenso lleva a Ángel Rodríguez Quintana (Angelito el Papa) a convertir el trabajo diario en una fuente de  deleite espiritual. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
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16 Agosto 2024

«¡Nada de bla-bla-bla-bla!», dijo sonriente el hombre, como quien no admite «cuentos chinos» a la hora de conversar. Anda ágil por el recinto que mejor conoce desde aquellos años de la adolescencia cuando comenzó a lidiar con los destinos del agua, un recurso indispensable que la naturaleza lo prodiga como guardián.

Lo llaman Angelito, tal vez por su baja estatura, o quién sabe si por apego familiar.  Creo más en lo segundo. No obstante, al decir Angelito el Papa, o solamente el Papa, nadie se resiste a la identificación del hombre al que buscan.

Años hace que no lo veía y compartía ocurrencias cerca del reservorio que más adora: la presa Jibacoa-Hanabanilla, una joya constructiva en Cuba. El sitio está  enclavado entre lomas del macizo de Guamuhaya, allí en las alturas del Escambray, en el sur, como designan los geógrafos a ese punto que abraca   las tres provincias centrales del país. Muchas veces lo vi, cerca de las colmenas, para que las abejas impregnaran su aguijón en la piel, y así salir bendecido con mayor salud. Tal es la estirpe de un hombre recio y de hablar a otros sin tapujos.

Angelito el Papa en una moto Jawa tres décadas atrás.
Angelito, el Papa, con su moto Jawa, en una añeja imagen con más de tres décadas de existencia. (Foto: Luis Machado Ordetx)

Ya las plantaciones de cítricos, antesala de la casa en los bajos de la cortina, no existen. Las enfermedades y el paso del tiempo en producción agotaron los naranjales, pero en el fondo todavía se percibe el rastro del añejo cafetal y las floraciones y frutos del momento, así como una cochiquera, recinto de cría de animales que ofrecen carne y grasa para autoconsumo familiar e institucional, mientras que las excretas son dirigidas al biogás, uno de los primeros en funcionar hace más de tres décadas en aquella zona.

El 22 de abril de 1950 comenzó a laborar en estudios hidrológicos de la presa, y luego se ubicó como constructor junto con otros trabajadores que venían de Cumanayagua, Lajas, Palmira, Manicaragua, Cienfuegos o de La Habana y Pinar del Río, contratados por la Tecon Corporation Dallas Texas, la empresa norteamericana que asumió el proyecto del embalse.

El propósito de la construcción de la presa y su idea de crear una hidroeléctrica surgió en 1909, pero no se concretó hasta la fecha cercana al comienzo de iniciarse el Papa en misiones de trabajo, y  joven al fin, se unió en ese empeño, «y aquí estoy junto al agua con la mirada pegada a la lejanía del lomerío», dijo hace poco Angelito.

Cuentan que «Hanabanilla», en lengua aborigen, significa «pequeña cesta de oro», y razones sobran cuando de contemplación de paisaje y hábitat natural de flora y fauna perciben los ojos.  Hacia esos puntos dirige la mirada Ángel Narciso Rodríguez Quintana, el Papa, quien es  el más longevo trabajador del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos. Un  hombre de tenacidad y apego a las acciones técnicas que demandan el cuidado y conservación del embalse, primero de su tipo fomentado en la antigua provincia de Las Villas, y eso lo exhibe con satisfacción luego de convertirse un tiempo atrás, por la avanzada edad, en técnico auxiliar de la presa.

El mote cariñoso de Papa, ese que lo distingue, apareció cuando allá en el terruño de Siguanea —poblado que después de surgida la presa fue sepultado por  el agua—, los coterráneos cultivaban el tubérculo. Ángel Narciso, el hombre que sabe a la perfección cada recoveco del embalse, con 4200 metros de cortina y otros 400 de ancho en Jibacoa,  ya alberga en la resistente fisonomía 95 años de existencia, cumplidos el 31 de mayo pasado.

Dice que hay Angelito el Papa, para rato y trabajará en los menesteres hidráulicos «hasta que la muerte lo sorprenda», así comentó. En su historial acumula más de 25 años como Vanguardia Nacional del sector y ostenta, por Decreto Presidencial, la Orden Lázaro Peña de segundo y tercer grados en reconocimiento a la trayectoria laboral.

Sendas familiares

Si el Papa contara el número de canaletas, en lajas,  que ayudó a unir en los 2 kilómetros  de recorrido para el vertimiento de las aguas... Angelillo, el hijo, desde pequeño aprendió a reconocer las encrucijadas del embalse Hanabanilla-Jibacoa, colosal obra hidráulica que se concluyó a partir de abril de 1962, y que resulta definitoria en la generación eléctrica.

Angelito y Angelillo, padre e hijo que laboran en la presa Jibacoa-Hanabanilla.
Angelito y Angelillo, el padre y el hijo, dos celosos de las aguas que almacena uno de los principales embalses del país. (Foto: Ramón Barreras Valdés) 

Ángel Rodríguez Masip, ya con 42 años en Recursos Hidráulicos, y sucesor del padre en la jefatura de Explotación, cuenta sobre las fuentes naturales que alimentan las aguas represadas: Habanabilla, Río Negro y Guanayara, y de sus nacimientos en el lomerío de Cienfuegos. Unos 500 000 habitantes y entidades estatales y de servicios se benefician del líquido a partir de los suministros salidos de la planta de Paso Bonito, centro vital en los abastos a potabilizadoras de la región.

La presa tiene capacidad para unos 286 millones de metros cúbicos, y fue «en 2018 cuando vertió aguas. A 1.60 metros por encima de la contención apareció el aliviadero natural»., recuerda.  Por el contrario, su nivel más bajo debido a la sequía notoria ha sido del 22 % de llenado. «Son cifras históricas jamás vistas aquí», asegura.

Con una primavera tardía, luego de la intensa sequía, la presa, una de las mayores del país, mantiene niveles estables de almacenamiento de agua, y desde junio pasado, como todos los años,  efectúan la preparación para el enfrentamiento a huracanes y la temporada ciclónica: hacen evaluaciones sistemáticas de los recursos tecnológicos, las comunicaciones, el estado de las cortinas y de los pluviómetros.

Barco para recorrer la presa Jibacoa-Hanabanilla.
De Hanabanilla a Jibacoa, con visitas a lugares aledaños a la presa, figuran recorridos permanentes de los visitantes a la serranía villaclareña. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

Junto a sus funciones específicas de generación eléctrica, abastecimiento de agua a territorios de Cienfuegos y Villa Clara, del enclave hotelero, y de turismo de naturaleza, persiste una vigilancia permanente en la zona para evitar la erosión de los suelos en las márgenes del embalse, así como lograr que se preserve y afiance la fauna y la flora autóctonas del lugar.

Hace poco otra opción para el esparcimiento se incluyó en Jibacoa: recorridos en canopy, una dimensión recreativa conocida como zip wire o zip line, caracterizada por la suspensión o deslizamiento por  el aire mediante cables de acero que, de un punto a otro, marcan unos  1200 metros  de recorridos de los viajeros aéreos. «No hay distinción de edades para unirse a la travesía, para algunos riesgosa y para otros emocionante», dijo Angelillo.

Aquí se toman todas las medidas de seguridad, «con medios de protección, y todo resulta emocionante», añadió.

Práctica de canopy en Hanabanilla.
El canopy se sitúa entre las opciones con mayor atracción entre visitantes a la presa. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

Allí, en la presa Hanabanilla-Jibacoa, hay un ritmo laboral que se traduce en bienestar colectivo y prestación de servicios: una observancia que viene impuesta por la calidad del trabajo que legó, de generación en generación, el guardián de la presa…

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