
El aeropuerto internacional Abel Santamaría, de la capital villaclareña, es el primero en recibir el Reconocimiento Ambiental Nacional (RAM), conferido por las autoridades de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba.
Hasta la institución, que toma la avanzada entre las de su tipo en el país, llegó el Dr. C. Armando Rodríguez Batista, ministro de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, con parte de su equipo directivo, para entregar el distintivo, y consideró la vigencia en la cotidianidad del trabajo en función de resultados, a partir de buenas prácticas ambientales.

El titular sostuvo una conversación sin protocolos con los hacedores de los resultados. Se convirtió en uno más entre el colectivo y sugirió que lo que hacen puede convertirse en ejemplo ante otras instituciones vinculadas al transporte y para la proyección económica y social de la mayor de las Antillas.
A ellos les propuso nuevas metas, normas de gestión de la calidad, sin descuidar otros incentivos en un sector que está sujeto a muchas competencias con altos estándares en el plano internacional.

En su intercambio hizo referencia a los llamados empleos verdes, y preguntó: «¿Por qué no lo promovemos aquí? Una de las tantas maneras de contribuir a preservar y restaurar el entorno por vías tradicionales o los llamados sectores emergentes a partir de las energías renovables y la eficiencia energética».
Razones de un premio
El aeródromo de Santa Clara demuestra que va más allá, y además sus funciones prioritarias de recibir y despedir vuelos, de brindarles atención a sus tripulaciones, o de esmerarse en la atención al viajero, no descuida su conciencia ambiental, que le ha valido para alcanzar el Reconocimiento Ambiental Territorial (RAT) en 2022 y, dos años más tarde, el Premio Provincial de Medio Ambiente.
En reciprocidad por la entrega del distintivo, el ingeniero Lester Roberto Bello Veliz, director de la UEB aeropuerto Santa Clara, aludió a la entrega de más de una década dedicada a las conexiones aéreas, sin descuidar los detalles medioambientales que forman parte de la agenda cotidiana como contribuciones a la vida.

«Prevención, eficiencia y responsabilidad compartidas son las guías en el trabajo, alineadas a los principios de sostenibilidad y adaptación al cambio climático», fundamentó.
La instalación identifica y actúa sobre los residuales sólidos y aquellos considerados peligrosos bajo estrictos protocolos de seguridad que incluye el mantenimiento de las estructuras tecnológicas, la capacitación del personal y la implementación de buenas prácticas dirigidas a una conducta ambiental sólida y participativa que no escapa del cumplimiento de las licencias y permisos ambientales.

Caracterización del agua potable, monitoreo periódico del efluente, los estudios de calidad del aire, el ruido ambiental, el uso de gases refrigerantes ecológicos y la energía solar son algunos de los objetivos que no se descuidan.
De igual manera, la eliminación progresiva de plásticos de un solo uso y la comunicación ambiental con vínculo comunitario forman parte de una cotidianidad que suma avales para conceder el distintivo.

En el afán de romper inercias y asumir mayores retos, este 2025 plantea el montaje de una nueva planta de residuales líquidos, el desarrollo de un parque solar fotovoltaico y el control de fauna por métodos no invasivos, en busca de una gestión aeroportuaria sostenible y aportadora al equilibrio ambiental.
