Una reciente serie de televisión británica, transmitida por la plataforma Netflix, se ha convertido en tema de debate durante los últimos meses. Bajo el título Adolescencia (Adolescence en su idioma original), la propuesta ha captado la atención de los espectadores por el desempeño actoral, la narrativa envolvente y el interesante rodaje de las escenas; pero, sobre todo, por una trama que aborda complejos fenómenos sociales en tiempos de red de redes.
Este drama psicológico gira en torno a un niño de 13 años que fue arrestado tras ser sospechoso por el asesinato de una compañera de clase. En el desarrollo de los episodios emerge un asunto escasamente tratado en otras producciones: los incels. Si bien el término se ha popularizado gracias a la entrega audiovisual, su existencia no resulta tan novedosa.
Tras la esencia del fenómeno
La expresión incel surgió en la década de los 90 para referirse a los célibes involuntarios (involuntary celibates en inglés), personas que se consideran incapaces de tener pareja y una vida sexual aun cuando pretenden construir una relación.

Según confirma un reportaje de BBC News Mundo, el concepto fue acuñado por una joven canadiense, creadora de un blog que ofrecía apoyo a usuarios en situaciones de soledad o abandono y los animaba a compartir sus experiencias.
Con el paso de los años, las creencias e ideologías de este grupo se han transformado y hoy muestran una realidad diferente. Según refiere a Vanguardia Maylen Villamañan Alba, Dra. en Ciencias Sociológicas y en Criminología, y profesora del Departamento de Psicología de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas (UCLV), los incels son reconocidos como un grupo de la manosfera; es decir, integran la red de foros y sitios digitales que promueven la masculinidad enfatizada, la hostilidad hacia las mujeres o misoginia y el rechazo al feminismo. Además, constituyen una categoría autoimpuesta: se definen a sí mismos como tal, aunque todavía existen varios debates sobre sus elementos aglutinadores.
De acuerdo con la Lic. Marena Hernández Lugo, también docente e investigadora de la UCLV y especialista en atención psicológica en el Centro de Bienestar Universitario de la casa de altos estudios, «desde una perspectiva clínica, los incels presentan rasgos como baja autoestima, distorsiones cognitivas (pensamiento polarizado, victimización) y dificultades en habilidades sociales. Suelen ser hombres jóvenes, aislados, con acceso a Internet y expuestos a discursos que refuerzan su resentimiento».
Una pregunta frecuente está relacionada con la posible incidencia de trastornos mentales entre sus miembros. Al respeto, la Lic. Hernández Lugo añade que no todos tienen patologías, aunque existen comorbilidades frecuentes como depresión, ansiedad y, en casos extremos, rasgos paranoides o narcisistas. «La ideación violenta —precisa— aparece en una minoría, pero refleja una desadaptación grave; sin embargo, el núcleo del problema es psicosocial».
La presencia mayoritaria —casi exclusiva— de hombres se encuentra mediada por múltiples razones. Así lo consideran Carlos Miguel Valdés Rodríguez y María de Fátima Agudo Delgado, estudiantes de Psicología en la UCLV e investigadores del tema. Ambos coinciden en la influencia de las estructuras sociales de género, los espacios de intercambio masculino en línea, los procesos identitarios que privilegian la masculinidad sexual como eje central de sentido y las frustraciones compartidas por metas varoniles no concretadas.

Según la Dra. C. Villamañan Alba, las conductas misóginas obedecen a que «entre los incels —particularmente, los más extremos— prima una culpabilización externalizante. Lo anterior se refiere a que culpan de la incapacidad o imposibilidad de tener relaciones sexuales no a ellos mismos, sino a las mujeres y a las condiciones de jerarquía social prestablecidas, en las cuales ocupan los escalones más bajos de una especie de sistema social basado en patrones de belleza, aceptación y acceso al sexo». La también máster en Psicología Social y Comunitaria asegura que este movimiento defiende una estructura en la cual los primeros puestos son para las stacys y los chads, términos usados para denominar a las mujeres atractivas y a los hombres que ellas escogen.
Además, los célibes involuntarios se rigen por «la regla del 80-20» —abordada en la serie Adolescencia—, supuesto de que el 80 % de las mujeres se sienten atraídas solo por el 20 % de los hombres, lo que elimina las posibilidades de los restantes.
Por un cambio de mentalidad
En las últimas décadas, el desarrollo de las redes sociales digitales y el surgimiento de nuevas plataformas han condicionado el auge de los incels. En tal sentido, María Alejandra Armas González, también estudiante de Psicología en la universidad villaclareña, afirma que las formas en que se manifiestan y sus elementos identitarios están mediados por la virtualidad.

«El lenguaje agresivo, las ofensas hacia las mujeres y la incitación a la violencia son expresiones que se maximizan en la red. No resultan comportamientos que se tienen comúnmente cara a cara», declara a Vanguardia Armas González. Si bien los entornos virtuales constituyen, fundamentalmente, los nichos donde se legitima y radicaliza este movimiento, existen ejemplos de incels que han rebasado tales dimensiones. Entre ellos destaca el caso de Elliot Rodger —a quien algunos de ellos consideran un héroe—, autor del asesinato de seis personas en una localidad de California; así como el del británico Jake Davison, quien mató a cinco ciudadanos en el norte de Inglaterra.
Cambiar estas mentalidades extremistas e intoxicadas por los discursos de odio deviene prioridad para las ciencias sociales. En consonancia con la Dra. C. Villamañan Alba, resulta necesario modificar las actitudes mediante la reconfiguración de representaciones sociales; no desde perspectivas impositivas, sino a través de prácticas promotoras de un pensamiento diferente.
Por su parte, la Lic. Hernández Lugo comenta la importancia de la temprana educación afectivo-sexual para evitar que jóvenes vulnerables se identifiquen con estos grupos. Además, señala la pertinencia de las terapias cognitivo-conductuales para transformar distorsiones, así como la validez de los programas de reinserción social. En tal sentido, el estudiante Carlos Miguel Valdés también considera oportuno el diseño de «campañas psicoeducativas en plataformas juveniles que promuevan modelos alternativos de masculinidad y habilidades relacionales».
La popular serie Adolescencia ha abordado un tema que aún constituye reto para especialistas e investigadores. El análisis de los incels demuestra la necesidad de desintoxicar muchos entornos digitales para alejar a los jóvenes del odio, la violencia y los extremismos. Aunque pudiera considerarse una utopía, urge convertir las redes sociales en verdaderos espacios de intercambio dialéctico y crecimiento personal.