
Las necesarias riendas para el ascenso de la ganadería vacuna en Villa Clara no aparecen, y tal parece que vamos por «más pérdidas de animales en nuestros campos», según las últimas cuantificaciones.
En los primeros meses de año, en una reunión del sector, se dijo sin muchos tapujos que de seguir el número de muertes de reses y faltantes en nuestros campos —sin contar con los volúmenes persistentes de robo y sacrificio ilegal—, llegaría el día que, al hablar de bovinos, todo tendería al recuerdo.

Una década atrás la provincia disponía de unas 519 000 cabezas, y se parangonó, después de Camagüey, como la segunda con más animales en el país. Entonces había menos fincas privadas que ahora, y se disponía desde las empresas estatales de brigadas de reproducción y de mayor vigilancia veterinaria que ahora.
Al cierre de agosto actual hay un panorama desolador que incide, incluso, en la producción de leche, con menos vacas en ordeño, y también de carne, ya inexistente la última en centros de expendio normados para la población.
La mortalidad galopa a sus anchas: el mes culminó con menos de 15 081 animales adultos en los registros. En 2024 se computaron unas 4000 más que en similar fecha, y ese fue una año de récord en descensos, con unos 33 372 animales en relación con el año anterior.
Durante los primeros ocho meses ocurrieron unos 31 000 nacimientos de terneros, el futuro de la ganadería, pero los fallecimientos llegaron a 8887, con un índice que un excelente matemático declararía en alarma por su abultada cifra. Eso también ofrece menos leche que la debida.

Las causas son variadas: unas objetivas y otras de la competencia de los criadores. Van desde la primavera tardía hasta la ausencia de pastos y forrajes, y agotamiento de fuentes de abasto de agua para paliar los embates de la sequía, así como carencias de insumos necesarios al sector y el abultado precio que alcanzan en el mercado informal. Hoy muchos son los potreros desiertos, con infestaciones de marabú y otras plantas invasoras, y persisten deficientes manejos de los rebaños.
También hay ausencia de mejoramiento genético de la masa animal. Todo a monta directa, a la antigua, sin inseminación artificial, y vientres vacíos que tampoco sirven para procrear: ni dan leche y solo muestran animales enflaquecidos.
Las carencias de medicamentos veterinarios, de insumos necesarios para alcanzar una estabilidad en el sector, y de motivación en muchos criadores, con ganado y tierra en usufructo, también lastran los empeños de salir adelante con la implementación de tecnologías que impulsen la productividad de las recrías.

Por obra y gracia de no sé qué decisión muchas vaquerías, excelentemente ubicadas y diseñadas, con fuentes renovables de energía, desaparecen. Los animales se trasladan de un lugar a otro, y se habla de leche y carne, tan necesarias, sin pensar en la siembra de alimento animal.
Así no puede existir estímulo para el crecimiento sostenible de la masa ganadera. Muchos son los criadores que, con pastos naturales, olvidan las siembras de bancos de semilla para multiplicar plantaciones de forrajes frescos. Ya no se cuenta con aquellos suministros de antes en mieles, urea, bagacillo y sales minerales, y se cree, incluso, que con la hierba basta, pero desgraciadamente persiste en ausencia en muchos campos y los animales deambulan entre aromales. ¡Qué pensar de aquellos tiempos en los cuales se hablaba de suficiencia alimentaria!...
No abordo aspectos que provocan otras limitaciones productivas en un animal que, en horario nocturno, habita en corraletas para evitar el acecho de los cuatreros de nuestros campos. Precisamos de un pensamiento que no obvie la necesaria inseminación artificial, el adecuado mejoramiento genético y ulterior crecimiento de la masa. Solo así los índices de natalidad no serán bajos, y la mortalidad, con atención esmerada de los criadores, se contendrá.
Desde hace un lustro se percibe un desplome, cada vez mayor, en la ganadería cubana. En la provincia el 86% de la masa está en posesión del sector campesino y cooperativo, el más afectado en los índices de muertes y también de huerto y sacrificio ilegal de animales. También allí residen los mayores aportes de volúmenes de leche y carne. A ellos, los de alta productividad, hay que dirigir una mirada de reconocimiento y de mayor atención empresarial.

Sin embargo, no piense usted que la parte estatal transita en ausencia de tal caída productiva, y precisa también de observaciones diferenciadoras.
Un cambio, con estrategias diferentes en el flujo zootécnico, se anuncia desde hace rato. Lleva el acompañamiento de la ciencia y la técnica y mayores responsabilidades productivas, pero por mucho que el ganadero puje desde sus fincas, todavía existe una distancia abismal para contener los decrecimientos de animales.