
Se llama Lazarito. Integra el mundo de la infancia, y es uno de los nueve menores acogidos en el Hogar número 3 destinado a niños sin Cuidados Parentales.

Tiene seis años, y resulta el más pequeño de todos. Llegó a su lugar de convivencia bajo el signo de lo desconocido como arriba la gran mayoría. Solo el paso de los días, arropados por la familiaridad de su personal, le hizo cambiar el rostro inicial y ayuda a comprender el cariño que tanto necesitan a fin de sentirse acogidos.
Poco a poco se adaptó, conoció de inmediato a quienes comparten juegos y tareas, las particularidades del recinto… Así un día y otro, y cada jornada llega, junto a sus compañeritos de convivencia que cursan idéntico nivel, a la escuela primaria Juan Oscar Alvarado de Santa Clara, acompañados por personal de la institución. En su caso recibe las nociones del primer grado y comienza a descubrir lo inmenso del universo. Concluida la sesión, retornan al Hogar donde son hijos o sobrinos de una gran familia.
Comienza a caer la tarde y la disciplina se impone. Habrá que cumplir el horario de merienda, la hora del baño y de hacer las tareas. Luego el momento de la comida, el receso frente al televisor o mediante el juego, hasta que llega la hora de descansar en sus dormitorios en espera de un nuevo día.

Son cinco hembras y cuatro varones quienes permanecen allí, y en la medida de las posibilidades recorren instituciones que le abren las puertas y los nutren de conocimientos y sabiduría.
Una de ellas fue el Aeropuerto internacional Abel Santamaría de Santa Clara. A muchos les sorprendió el despegue, a otros el aterrizaje de las aeronaves o la visita a la torre de control.

Aún es temprano para hablar de futuro, pero Lazarito se sintió complacido, y con su carita pícara subrayó: «Me gustó». No podemos descartar entonces el deseo de ser un buen pelotero o tocar las nubes bajo el paraíso de un avión.
En cuanto a las asignaturas, prefiere la Lengua Española. Reiteró que en el Hogar lo tratan «muy bien», a tal punto que el último fin de semana lo pasó en casa de una trabajadora.

Lazarito se va curtiendo de valores, de costumbres que lo harán un hombre de bien. Con el tiempo, sabrá de las lecciones de por vida que deja «El Principito», del mundo fantástico de las aventuras de Julio Verne, o profundizará en un Martí que invita a cultivar la rosa blanca, a tender la mano, y a abrir esa esperanza del mundo que aguarda para ellos.