
Otra vez los agroazucareros tropezaron con idéntica piedra de antaño: no rebasaron las 200 000 toneladas, cifra que en los últimos 12 años se alcanzó por única ocasión en la temporada pasada. En ese período produjeron aquí 236 000 t, y en la que concluyó estimaron unas 15 000 de crecimiento. No obstante, encontraron diferentes adversidades objetivas en el camino.
De los nueve ingenios en labores fabriles, ninguno llegó a su compromiso, entre los que se incluye uno de los mejores del país, el Panchito Gómez Toro, en Quemado de Gí¼i nes. Por vez primera esa entidad, con casi dos décadas de progresos sostenidos, registra insatisfacciones en los pronósticos de contienda.
Hubo arrancada tardía de las industrias por insuficiencias de recursos materiales en las reparaciones. También las estrategias del corte mecanizado y la entrada de modernas tecnologías en los campos fueron insuficientes ante los adversos estragos de las lluvias, y se obtuvo un discreto rendimiento potencial de la gramínea en proceso industrial.
El plan se cumple al 71.19 % y se dejaron de hacer unas 72 000 t. La cuantía alcanzada, muy discreta en el territorio mayor productor de azúcar del país, obliga a rediseños de estrategias para la próxima temporada. Ahora es necesario consolidar los ritmos de siembra de caña, insuficientes todavía para alcanzar en el año las 25 000 hectáreas.
Del balance anterior las molidas no siempre rebasaron el 75 % planificado, y aumentaron las pérdidas en cosecha, mientras fue intermitente el tiro directo al basculador y la frescura en la materia prima.
La atención a las plantaciones resulta decisiva para disponer de azúcar en lo perspectivo. El cañaveral es fundamental en el incremento de los rendimientos, y los villaclareños conocen que ahí residen reservas productivas que repercuten en la calidad de la materia prima que arribará a los centrales. El proceso influye de manera positiva en la eficiencia económica que afianzará la obtención de un crudo-refino de competitividad y calidad comercial.