Carlos Alejandro Rodrí­guez Martínez
Carlos A. Rodrí­guez Martí­nez
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17 Enero 2017

En el mundo de los adultos circunspectos, Maite Guevara optó por llamarse Martina. Y con el gesto de nombrarse a sí­ misma quizás se alejó de tanta y tan baldí­a solemnidad. «Muchas veces yo misma me pongo demasiado seria. Hasta con la propia lucha del humor caigo en los tonos ceremoniales », dijo la artista vasca, como si echara fuera de sí­ a los demonios de la seriedad.

Maite está empeñada en demostrar que los payasos no solo provocan la risa, sino también las reflexiones o el llanto. Y Maite asume que el clown no es necesariamente un arte infantil, y que los payasos rebasaron hace años el estrecho espacio de las carpas de circo, y que los prejuicios sobre los payasos (y las mujeres payasas) no tienen sentido real.

Maite, ¿los payasos pueden hacer reí­r a los adultos, también?

Claro, se puede hacer reí­r al público joven y adulto. Sin embargo, por un estereotipo, a los payasos siempre los relacionamos con las animaciones para cumpleaños. Nosotros comenzamos en el circo y luego, obviamente, buscamos otros espacios. Ahora hay payasos en el cine, en el teatro, en el circo… Charles Chaplin, que era un payaso del cine, hací­a reí­r a todos.

¿Cómo se llega a ser payaso? ¿Cómo llegaste tú?

Yo estudié Trabajo Social en la universidad. Ahí­ empecé en un grupo de teatro social, comunitario. Y luego, de viaje en Argentina un gran amigo me llevó a ver diferentes espectáculos de circo. Allí­ vi los primeros payasos, fuera de una carpa, y tení­an un aspecto bastante contemporáneo. En ese mismo año, en 2004, me hablaron del primer curso de clown en España, y entré. Al principio la pasaba fatal: la técnica en sí­ (del clown) conlleva trabajar con tu propia fragilidad, con tu propia vulnerabilidad. En escena una tiene que quitarse todas las capas de cebolla, todas las máscaras. Una sale a la calle con un montón de máscaras puestas. Pero, cuando eres clown, ninguna de esas máscaras sirve. Justamente de lo que se trata es de descubrir lo que está adentro, detrás. Cuando te muestras, hallas mucho alivio. Y el público también.

(Fotos: Tomadas del blog personal de Maite Guevara).

¿Tú eres una persona divertida?

A mí­ me gusta divertirme, no sé si soy continuamente divertida. A veces también seré insoportable, como todas. O también seré más aburrida que mi álter ego, que mi payasa.

Pero la gente se rí­e contigo…

Sí­. Pero también tengo mi carácter, mis dí­as tristes. También gruño. Porque me dedique a ser payasa no tengo que cumplir continuamente ese papel en mi vida. No. Pues a veces soy normal y corriente como todas y no me apetece reí­r. Sí­ creo que es un ejercicio tratar de estar más positiva, tratar de darle la vuelta a las cosas, tratar de generar buen clima o buen humor. Pero se trata de un ejercicio, y a veces no me sale. Otras veces sí­, digamos que trato de ser animada.

¿Por qué tú crees que el clown esté relegado, esquinado, dentro de las artes escénicas? En Cuba, por ejemplo, no tenemos escuela de payasos…

Hay escuelas en el mundo, pero tampoco al mismo nivel que hay escuelas teatrales. También habrá otras disciplinas del teatro que no sean tan conocidas (y no solo el clown). Las habrá.

«También hay varios estereotipos que pesan sobre los payasos. En el mundo nos están hablando continuamente de la seriedad. Se considera que el humor es a veces falta de seriedad ante las cosas. Y la sociedad va mucho más hacia el drama que hacia el humor. Al revés, como deberí­a ser, llegarí­amos a más lugares, mejores y constructivos.

(Fotos: Tomadas del blog personal de Maite Guevara).

«Por otro lado, la figura del payaso se ha estereotipado tanto que la palabra se usa muchas veces como un insulto. “Eres un payaso”, “deja de hacer payasadas” se dice como algo peyorativo. Quiere decir “deja de hacer el tonto”. Y vuelvo a lo mismo: la gente cree que en la vida hacer el tonto es menos sabio y solemne que hacer el serio. Tal parece que un payaso no podrí­a estar hablando de cosas profundas y transgresoras.

«Y hay prejuicios no solo hacia el payaso sino también hacia el humor. Se piensa que el payaso solo es el animador de fiestas, el payaso de McDonald o el payaso que aterra, el payaso diabólico… Por el contrario, nosotros podemos hablar de cosas humanas en un lenguaje sencillo. Y la gente puede reí­rse, puede reflexionar o emocionarse. Los payasos no solo tienen que hacer reí­r, sino que también pueden emocionar e incluso provocar el llanto ».

Si bien hay muchos prejuicios que afectan a los payasos, debe haber otros que atañan particularmente a las payasas, por el hecho de ser mujeres. ¿Cuesta mucho ser payasa en el mundo de los hombres payasos?

Es más difí­cil porque una también tiene que luchar contra otros clichés añadidos. En primera, hay que luchar contra ciertos micromachismos que nos imponen cómo ser graciosa: una mujer es graciosa porque es fea o es gorda o es torpe o superficial.

«De acuerdo con los clichés las payasas deberí­amos ser más sensibles, más ñoñas, más naifs. Y no: para mí­ hay muchos tipos de mujeres y de payasas, diferentes, diversas, sin que tengan que ser inevitablemente tiernas. Hay payasas muy potentes, muy cómicas, y masculinas y femeninas. Podemos tener todo tipo de matices.

«Como puedes ver, siempre hubo festivales de payasos donde las mujeres no tení­an tanto lugar. Pero ahora hay encuentros de payasas y también se nos empieza a incluir en los festivales comunes. Aunque nuestra presencia es notable, ha costado. Hemos tenido que luchar por la comicidad ».

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