
El telón bajó sobre el Campeonato Mundial de Judo 2025 en la capital húngara, tras ocho intensas jornadas que reunieron a más de medio millar de atletas de casi un centenar de países. En una de las citas más exigentes del calendario internacional, la delegación cubana se retiró sin preseas, pero dejando destellos de renovación que, aunque discretos, merecen atención.
Budapest se reveló como territorio de reconquista para Japón, que se alzó con el primer lugar del medallero gracias a una exhibición técnica y táctica que recordó sus días más dominantes. En medio de este nivel sideral, Orlando Polanco (66 kg) se convirtió en el rostro más visible del esfuerzo cubano: alcanzó las semifinales y peleó por el bronce ante uno de los titanes de la categoría, cediendo finalmente y ubicándose en un honroso quinto lugar.
Otras figuras con historial, como Andy Granda en la división superpesada —campeón mundial hace tres años—, no lograron avanzar hasta los cruces decisivos. Su salida temprana, al igual que la de varios compañeros, evidenció carencias físicas y estratégicas que no pueden desligarse del limitado fogueo internacional que enfrenta él.
No todo fue retroceso, algunas jóvenes como Lisrialis González y Zail Ramírez, apenas en su segunda aparición a este nivel, asumieron con valentía combates ante oponentes con mayor recorrido. Su actuación, aunque aún en fase germinal, deja entrever que el relevo comienza a tomar forma, pese a la falta de sistematicidad en los topes internacionales.
Una nota desafinada empañó el cierre, la ausencia del equipo cubano en la competencia mixta, donde no pudieron participar por contratiempos logísticos asociados al retorno al país. Más allá del resultado deportivo, se perdió una vitrina clave para proyectar al grupo y ofrecer minutos de combate a sus nuevas figuras.
Concluido Budapest, el judo cubano regresa sin medallas, pero con aprendizajes que deben traducirse en decisiones urgentes: fortalecer los entrenamientos técnicos, asegurar roce internacional más estable y acompañar el crecimiento de las nuevas generaciones con planificación, paciencia y respaldo institucional. Porque en este deporte, como en la siembra, lo que hoy parece campo estéril puede mañana dar fruto... si se trabaja a tiempo.