Cuando el medio deslegitima el fin

La agresión en Sancti Spíritus recuerda que ningún resultado deportivo justifica la violencia ni opaca el espíritu del béisbol cubano.

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
Anisbel Luis Reyes
Anisbel Luis Reyes
90
16 Octubre 2025

Todos recordamos el mediático y reciente episodio de violencia protagonizado por Eriel Sánchez, director del equipo de Sancti Spíritus, contra el comisario técnico Miguel Rojas, que sacudió los cimientos de la 64 Serie Nacional. El hecho, ocurrido el 27 de septiembre tras un partido contra Isla de la Juventud, terminó con Rojas herido en la cabeza y Sánchez suspendido por cinco años del sistema competitivo del béisbol cubano.

Más allá de las sanciones —que también incluyen tres años de suspensión para Rojas—, el incidente obliga a mirar con mayor profundidad lo que está en juego: la imagen de un campeonato que representa mucho más que resultados deportivos. La Serie Nacional es, para muchos, el símbolo de la pasión popular, la cantera de talentos, el espacio donde se forjan ídolos y se cultiva el respeto por el juego. Cuando ese espacio se ve contaminado por actos de agresión, el daño no se limita a los involucrados: se extiende a la afición, a los jóvenes que miran desde las gradas, a la historia misma del deporte cubano.

Este no es un caso aislado. En los últimos años, se han reportado otros episodios de indisciplina, enfrentamientos entre peloteros y árbitros, gestos antideportivos que erosionan la legitimidad del espectáculo. La violencia, cuando se normaliza o se minimiza, se convierte en una amenaza estructural. Y el béisbol, que debería ser escuela de valores, corre el riesgo de convertirse en escenario de frustraciones mal gestionadas.

La Comisión Nacional actuó con firmeza, pero el reto va más allá de aplicar sanciones. Se trata de reconstruir una cultura deportiva donde el respeto sea innegociable, donde los líderes den el ejemplo, y donde el juego vuelva a ser sinónimo de orgullo, no de escándalo. Porque cada acto de violencia opaca los logros, las hazañas, los momentos que deberían ocupar los titulares.

El béisbol cubano necesita más que talento: necesita ética, formación emocional, responsabilidad institucional. Y necesita que cada actor —jugador, técnico, árbitro, periodista, aficionado— entienda que defender el deporte es también defender su espíritu.

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